Marcelino echaba en falta lo que está pudiendo hacer desde el pasado 7 de julio. En diversas ocasiones durante los cuatro meses en que dirigió al equipo, lamentó que la densidad del calendario de competición fuese un impedimento para desarrollar el trabajo diario de la forma en que le hubiese gustado. Organizar sesiones específicas para afinar aspectos tácticos, aquellos conceptos de juego que le interesaba transmitir a la plantilla, no era posible con tantos partidos y tan seguidos. Ahora se le ve contento precisamente porque acumula un montón de entrenamientos y empieza a percibir los beneficios que rinde el hecho de desarrollar una pretemporada en condiciones.
Muestra su satisfacción por lo que está viendo en los amistosos celebrados y se entiende que está asimismo encantado con la calidad de las horas de currelo que ha compartido con los jugadores, principalmente en Lezama pero también en la concentración en Suiza. Con frecuencia la labor de puesta a punto tiene lugar sin testigos, el equipo ha estado abonado al puerta cerrada, por lo que no hay modo de conocer con detalle la metodología o la intensidad, aunque los cuatro ensayos, sobre todo los tres más recientes ante Dinamo Kiev, Borussia Dortmund y Unión Berlín, pues el primero era demasiado prematuro, dan a entender que todo está discurriendo conforme a los deseos del cuerpo técnico.
En definitiva, el grupo estaría respondiendo con nota alta en el período de máxima exigencia que anunció Marcelino el día de la presentación de la temporada. No es una sorpresa puesto que, al margen de las pautas que él haya impuesto, si por algo se caracteriza el vestuario rojiblanco es por su predisposición al currelo y una contrastada capacidad de adaptación al libreto del jefe de turno. De todo lo anterior se deduce que cuando el técnico asegura que lo que está presenciando le hace ser optimista, no está contando una milonga. Alberga motivos para confiar en que el Athletic dé la talla a partir de mediados del mes vigente.
También es cierto que la lectura previa al comienzo de la liga se apoya básicamente en sensaciones y que una vez haya puntos por medio serán los resultados los que marquen el baremo. No obstante, es razonable esperar que haya una correspondencia entre la imagen que proyecta el equipo en la fase de preparación, en los amistosos, y el comportamiento en las citas a cara de perro.
Todavía faltan quince días para el día D, en Elche, y lógicamente continúa habiendo aspectos por pulir, pero se percibe con nitidez un afán de superación en el colectivo. Qué menos que aflore una dinámica en ese sentido después del poso de decepción que dejó el grueso de la pasada campaña, se podría decir y con razón. Pero con querer mejorar no es suficiente, es preciso plasmarlo y de momento se diría que el asunto va bien encaminado para alcanzar el objetivo de ser un conjunto más fiable, sinónimo de más regular. Y por añadidura, más eficaz o resolutivo.
encima del rival
Más allá de las aportaciones individuales, acaso lo más llamativo del Athletic sea su funcionamiento coral y que insista en ofrecer un perfil concreto. En cada ensayo ha intentado llevar hasta sus últimas consecuencias un planteamiento muy agresivo. Todo el equipo se empeña en ejercer una presión altísima sobre el adversario para lo que ubica sus líneas muy lejos de la portería propia. Los puntas son los primeros en obstaculizar las maniobras del rival y el resto acompaña, ocupa zonas avanzadas del terreno e intenta cortocircuitar cualquier salida, encajonar al oponente, provocar el error o favorecer el robo, a menudo por anticipación, detalle este que refleja concentración y confianza en el plan.
Es verdad que esta fórmula no constituye una novedad, tanto es así que Marcelino la adoptó a su llegada a Bilbao, aunque con el paso del tiempo dejó de ser innegociable, puede que porque el equipo no estaba en condiciones de llevarla a cabo. En los cuatro amistosos el Athletic ha querido morder arriba y la consigna le ha reportado el control de la situación en amplias fases.
La segunda parte de este modo de interpretar el fútbol sería la agilidad en las transiciones. A Marcelino siempre le ha seducido imprimir velocidad a las acciones de ataque, si bien en otros destinos esto se manifestaba con un estilo distinto porque se potenciaba el contragolpe a partir de un repliegue. En el Athletic parece que se impone atacar sin ceder muchos metros, aprovechando que el equipo ya los ha ganado gracias a esa tendencia a irse hacia adelante a buscar el balón. Esto requiere movilidad de la gente de arriba e implicación de medios y laterales, atrevimiento para colaborar en la creación de jugadas destinadas a terminar en un remate.
Queda por comentar la parte más compleja del plan, la relativa al acierto en los metros finales. Es la asignatura pendiente, pero siempre será más fácil conseguir goles con una disposición ofensiva firme que, de entrada, garantiza un mayor número de llegadas.