El Papa Francisco acudió este domingo por sorpresa a la capilla ardiente del expresidente de la República italiana Giorgio Napolitano, fallecido el viernes a los 98 años y ante cuyo féretro pasaron también los protagonistas de la vida política del país.
La despedida de Napolitano, primer exponente del Partido Comunista italiano en ocupar el mayor cargo del Estado entre los años 2006 y 2015, durará hasta el martes, cuando se celebrará un funeral de Estado "laico", sin alusiones religiosas, en la Cámara de Diputados.
El Senado alberga hasta el lunes la capilla ardiente del ex jefe del Estado y, en una de sus salas, se instaló el féretro cubierto por una sencilla bandera italiana y a sus pies un cojín de terciopelo con el Cordón de la Gran Cruz de la República.
A un lado, para recibir el pésame de autoridades y ciudadanos, se situó la familia de Napolitano: su esposa Clio Bittoni, en silla de ruedas, con la que estuvo casado seis décadas -abandonó el acto anticipadamente-, así como los dos hijos de ambos y sus nietos.
El primero en llegar fue su sucesor y actual jefe del Estado, Sergio Mattarella, recibido como dicta el protocolo por el presidente de la Cámara Alta, Ignazio La Russa.
Después, a media mañana, llegó el Papa Francisco, tras presidir el Ángelus dominical desde la ventana del Palacio Apostólico y un día después de un viaje apostólico en la ciudad francesa de Marsella.
El pontífice argentino, cuya primera visita al Senado italiano no había sido anunciada por la Santa Sede, llegó a bordo de un coche y accedió al edificio, en el centro de Roma, en silla de ruedas debido a sus conocidos problemas de rodilla.
Una vez dentro, Francisco se levantó y, en primer lugar, dio el pésame a la viuda y a su familia y después rezó durante unos minutos de pie ante el ataúd.
Acto seguido abandonó el Senado, de nuevo en silla de ruedas para regresar al Vaticano, no sin antes dejar un mensaje en el libro de condolencias: "Un recuerdo y un gesto de gratitud a un gran hombre servidor de la patria", escribió de su puño y letra.
Napolitano fue uno de los protagonistas de la política italiana en el siglo XX, tras la guerra, como exponente comunista, presidente de la Cámara de Diputados, ministro de Interior, europarlamentario o senador vitalicio, entre otros cargos a los largo de su vida.
Pero su carrera alcanzó su cenit en 2006 cuando fue elegido como presidente de la República, teniendo que velar en incontables ocasiones por la estabilidad de un país acostumbrado a las turbulencias, lo que le valió el sobrenombre de "Rey Giorgio".
Sus nueve años al frente del país tuvieron momentos clave como cuando empujó a dimitir en 2011 a Silvio Berlusconi entre la crisis económica, sustituyéndolo por la baza tecnócrata de Mario Monti, con apoyo de Europa y no sin reticencias de la derecha italiana.
También tuvo que resolver el bloqueo político tras las elecciones del 2013 por el ascenso de los populistas del Movimiento Cinco Estrellas, dando el Ejecutivo a Enrico Letta, del Partido Demócrata.
Su influencia fue tal que aquel mismo año, cuando debía acabar su labor en el Quirinale, tuvo que repetir en el cargo dado el bloqueo político para encontrarle sucesor. Aceptó a regañadientes, siendo el primero en revalidar el cargo, hasta que pudo dimitir en 2015.
En estos días, la clase política italiana, especialmente desde el área del centroizquierda, han agradecido su labor por la democracia y por la gobernabilidad del país.
La capilla ardiente contó con la presencia de la primera ministra, la ultraderechista Giorgia Meloni, y de la jefa de la oposición y líder del Partido Demócrata, Elly Schlein, así como el comisario europeo para la Economía y ex primer ministro, Paolo Gentiloni, entre otros.
Las exequias culminarán el próximo martes con un funeral laico de Estado, sin referencias religiosas, en la Cámara de los Diputados a partir de las 11:30 horas locales (9:30 GMT).
El Gobierno proclamará el luto nacional durante toda la jornada, aunque las banderas ya ondean a media asta en todos los edificios públicos del país y legaciones diplomáticas en el extranjero.