La contención de la tasa de paro es una de las estadísticas económicas de las que el Gobierno de Pedro Sánchez puede presumir, pues el mercado de trabajo, en términos generales, se está comportando con resiliencia frente a las difíciles circunstancias que le ha tocado atravesar en los últimos años, como la pandemia y la crisis inflacionaria. Así, el desempleo registrado en el Estado español bajó en 10.830 desempleados en julio, lo que supuso dejar la cifra total de parados en 2.250.537.
Es la cifra más baja desde agosto del año 2008, antes de que se desencadenase la Gran Recesión. Desde entonces, se han sucedido episodios como una dura salida a esa crisis financiera, una lenta e incierta transformación del tejido empresarial y dos reformas laborales (2012 y 2022), la última de las cuales ha permitido convertir en indefinidos un gran volumen de contratos temporales. Sin embargo, hay un aspecto en el que la situación no remonta, que es el que tiene que ver con el paro de larga duración.
Cuatro de cada diez
El desempleo de larga duración es el que afecta a las personas que llevan al menos doce meses en situación de desempleo. Un reciente informe elaborado por Asempleo, la Asociación de Agencias de Empleo y Empresas de Trabajo Temporal de España, recoge que un total de 585.000 desempleados, el equivalente al 20,5% de las personas en paro, lleva más de cuatro años sin trabajar. Es decir, que uno de cada cinco desempleados acumula un lustro en esa situación, con lo que eso supone. No solo en términos económicos, sino también en salud individual e impacto psicológico. A nivel europeo, el Estado español e Italia son los únicos que aún superan el medio millón de desempleados en esta situación.
“No tener un trabajo formal durante un período tan largo puede conllevar graves consecuencias en las personas afectadas, como un mayor riesgo de pobreza, exclusión social e incluso problemas de salud. Por consiguiente, el desempleo de larga duración también afecta a nuestro tejido social”, proclama en un análisis sobre esta cuestión el Tribunal de Cuentas Europeo, que subraya, al mismo tiempo, que desde una perspectiva económica, “el desempleo de larga duración tiene un impacto negativo en el crecimiento y las finanzas públicas”, puesto que implica que existe una fuerza de trabajo que no está pudiendo incorporarse al mercado laboral pese a que lo desea, y eso repercute de forma contraproducente en todo el sistema económico de un país.
En esta situación, además, el trabajador corre el riesgo de quedar expulsado del mercado laboral, puesto que es probable que ciertas habilidades hayan quedado obsoletas. “Después de cuatro años fuera del mercado laboral, es probable que las habilidades del trabajador hayan quedado obsoletas, especialmente en sectores donde la tecnología y las metodologías cambian rápidamente. La falta de acceso a formación continua y la ausencia de experiencia reciente dificultan la adaptación a las nuevas tecnologías o a la adquisición de habilidades y competencias profesionales más actuales, lo que reduce considerablemente sus oportunidades de conseguir un empleo”, expone el presidente de Asempleo, Andreu Cruañas, en el informe publicado recientemente por la asociación.
Mayores de 50 años
En general, a mayor edad, más dificultades se tiene para encontrar un empleo. De hecho, más de la mitad del desempleo mayor de 50 años lleva más de doce meses en el desempleo. Se trata de un problema añadido para estas personas, que se encuentran en su última etapa de cotización a la Seguridad Social para el acceso a la jubilación. A pesar de todo, la situación es mejor que hace una década, cuando los parados de larga duración llegaron a suponer el 62% de la población desempleada.
Además, otro informe de Randstad expone una ligera caída en el número de desempleados que llevan más de un año en búsqueda de empleo. El último estudio a este respecto de Randstad Research indica que más de 1,1 millones de desempleados en España –el 38,5% del total de parados– llevan más de un año en búsqueda de empleo en el primer trimestre de 2024, lo que representa 43.000 personas menos en comparación con el mismo período del año anterior, un descenso concentrado sobre todo en el sector femenino.
Pese a todo, existen datos positivos a resaltar acerca del mercado laboral senior. De hecho, la población activa mayor de 55 años, aquellos que están ocupados o buscando trabajo, ha superado, por primera vez, los cinco millones de personas, de acuerdo con un estudio de la Fundación Adecco elaborado a partir de la Encuesta de Población Activa (EPA).
Con datos hasta junio de este año, la población activa mayor de 55 años es un 4,6% superior a la de 2023, un 63% mayor a la de hace diez años y un 146% más que la de hace dos décadas. Según el estudio de Adecco, estas cifras son consecuencia del envejecimiento de la población, que tiene su impacto en una fuerza laboral cuya media de edad es cada vez mayor, por lo que los mayores de 55 años en edad de trabajar tienen un peso creciente y suponen ya el 20,8% de la población activa –cuatro de cada diez–, frente al 13,6% de hace una década y el 10% de hace veinte años.
En la misma línea va el informe de Asempleo, que destaca asimismo que, el pasado año, por vez primera en toda la serie histórica, la fuerza laboral predominante pasaba de la comprendida entre los 25 y 45 años a los de más de 45 años. Así, se observa que una clara activación por parte del colectivo de trabajadores de más de 55 años, el cual ha pasado de representar menos del 10% en 2002 a constituir un porcentaje por encima del 20% veinte años después.