El peligroso precedente de Valverde con el Athletic en Viena

El Athletic mantiene intactas sus opciones de ser semifinalista y quedarse ya a las puertas de la gran final de esta edición de la UEFA Europa League, que cuenta con el aliciente extraordinario de que San Mamés la va a acoger el próximo miércoles 21 de mayo. 

Desde luego, tendrá que mejorar sus prestaciones ofensivas, porque por La Catedral ha de pasar por un mayor caudal atacante que permita resquebrajar el marco del Rangers para no encomendarse a unos penaltis que, de un tiempo a esta parte, no están resultando de lo más favorecedores.

Cierto es que el estado de la eliminatoria queda totalmente abierta y que ambos deberán ir, cada uno a su modo, a la búsqueda de oro en el marco rival que les meta en la última ronda a doble partido. Es evidente que el cuadro escocés, porque no va con él, no se va a amilanar, pero existe la sensación de que cuanto existe en juego no se les va a escapar a los leones.

Podía haber sido mucho mejor de no desaprovechar tanto la temprana expulsión de Pröpper como el penalti lanzado por Álex Berenguer, pero el 0-0 induce, como no ha de ser de otro modo, al optimismo entre los athleticzales, y más cuando, a pesar de una mayor experiencia en lides continentales, el adversario no deja de pertenecer a una liga notablemente menor, aunque no signifique absolutamente nada.

No obstante, todo eso es algo que hay que demostrar sobre el verde, y que anoche no ocurrió. Y, para que nadie se relaje, existe un precedente que a Ernesto Valverde le dejó, hace ya dos décadas, y también como entrenador rojiblanco, con un palmo de narices en esta misma competición.

Nevada y aplazamiento con 5.000 en la capital austríaca

Entonces no fue malograr un tiro desde los once metros, y ante un contrario de similar pelaje. Fue algo mucho más excepcional. Cerca de cinco mil seguidores zurigorris fueron hasta Viena a ver el partido de su equipo y regresaron a casa de vacío. El 16 de febrero de 2005 un manto de nieve con un considerable grosor tapaba toda la ciudad y, por ende, el césped de su estadio más puntero. El que siempre había utilizado la selección para jugar en casa, y donde también actuaba el Austria.

Pero, sorprendente e incomprensiblemente, el Ernst Happel, el Práter, carecía entonces de calefacción, por lo que la peregrinación al corazón de Europa resultó turísticamente rentable, pero de lo importante, en balde. Alteración del calendario liguero incluida, porque al Getafe le tocó esperar, se volvió ocho días después, para empatar, también a cero.

Domingo europeo y batacazo

Tres jornadas después, en una tarde de domingo, la UEFA Europa League aterrizaba en Bilbao, y nadie pensaba que iba a soltar la sorpresa. Mucho menos cuando este Athletic había maravillado dos meses atrás con aquel 1-7 en el Maurice Dufresne de Lieja y la exhibición de los Etxebe, Ezquerro y su hat-trick, Del Horno, Iraola... Y todo transcurría según lo previsto cuando Fran Yeste inauguraba la cuenta, precisamente desde el punto de penalti, a los veinte minutos.

Pero para el descanso se torcieron y todas las predicciones que daban por hecho el pase a la siguiente ronda, a la que llegó el Austria. En ella eliminó al Zaragoza para caer en cuartos con el Parma. El CSKA de Moscú fue el ganador en el Alvalade lisboeta. 

Un checo desconocido, Libor Sionko, metió una vía de agua en la portería de Iñaki Lafuente con la igualada, y cuando tocaba a rebato porque el valor doble de los goles fuera dejaba fuera a los leones, fue él mismo cuando sentenciaba a los del Txingurri. La decepción en aquella tarde de aquel insólito domingo europeo fue mayúscula en el viejo San Mamés.