Ayer lunes ya no abrió sus puertas el bar Pigor. El bar “más negro” de Estella-Lizarra y vinculado a la familia Gorría desde que se inaugurara el 27 de abril de 1966. “Al principio también era cafetería pero eso te condicionaba las horas de apertura de la cocina”, afirmaba antes del cierre, Juan Carlos Gorría, que entró a trabajar en 1977 y que se hizo con las riendas del negocio en 1996, “entonces pude darle mi toque más personal con una reforma que cambió la estética y también la música del local, ligada al rock, blues...”. También cuidó el servio y desterró las corbatas y pajaritas de los camareros.
Juan Carlos sufrió una grave enfermedad tras la que tomó la decisión de cerrar el negocio. Así el pasado domingo 16 de octubre, finalmente, echó el cierre al local. Unas horas antes hacía balance de la trayectoria del Pigor, un bar que montó su padre Juan Gorría hace 56 años tras salir de una fábrica de curtidos donde trabajaba como encargado. Posteriormente su padre también se haría cargo del Florida, otro de los bares más antiguos de Estella y que hoy sigue su andadura en la plaza de los Fueros. Ahora había llegado el turno de los nietos pero los representantes de la tercera generación del negocio familiar no estaban dispuestos a seguir con él: Maika es maestra en el colegio Santa Ana de Estella y no quiere oír ni hablar de un compromiso de 365 días al año. “Este oficio es muy esclavo prefiero buscar otra trabajo que me permita estar con la familia y los amigos”, aseguró Ion Gorría, el segundo hijo de Juan Carlos que a partir de ayer busca nuevo trabajo “en una fábrica o donde me aseguren un horario razonable”.
Viejos clientes
Juan Carlos entiende que sus hijos no quieran trabajar en hostelería: él, al principio, tampoco quería. “Es un trabajo algo agobiante: todo el mundo pide a la vez y hay muchos momentos en los que ves que no llegas; pero luego te vas acostumbrando”. “Lo importante es tener claro que tienes que trabajar para todo tipo gente: hay algunos que pueden pensar como tú pero otros todo lo contrario”. En este sentido, Juan Carlos echa la vista a tras y recuerda a decenas de clientes que ya han fallecido y que en su momento dieron vida a su establecimiento: me acuerdo de Antonio Jordana, de Fermín el Enterrador, de Josu Osés que era un casta de los de Estella al que le llamaban el Marqués”. Un bar en el centro de Estella que “era muy familiar y como decía un cliente en tono de guasa, el único bar que te ponen a caldo y sigues viniendo tan a gusto”, recordaba entre risas el dueño del Pigor.
Lo cierto es que Juan Carlos en su despedida echó de menos a muchas gente de Estella y de la Merindad “hay mucha gente de la que me hubiera gustado despedirme y que ya sé si voy a ver y me fastidia porque el Pigor era un centro de reunión para todo Tierra Estella”.
“ Voy a seguir poniendo la música que me gusta, pero ahora en mi casa ”
Juan Carlos Gorría - Propietario Bar Pigor (Estella)
Marca Pigor
Si hubiera que citar los atractivos del Pigor, casi todo el mundo se pone de acuerdo en que la música era el más importante, algo que imprimía también un buen ambiente. Otros recuerdan el tamaño generoso de los bocadillos: “echaré de menos el glorioso”, comentaba un cliente, lo cierto es que un cúmulo de detalles hizo que el bar tuviera su personalidad y por eso a comienzos del milenio se adivinara con fuerza la marca del Pigor que llegó a tener tal atractivo que Gorría recibió proposiciones para replicarlo en Donostia y en Hendaya, unas propuestas que le hicieron ilusión pero que no aceptó, “no podía dejar a mis clientes”. Y tampoco a sus trabajadores, parte fundamental de su negocio, “para que un local salga a delante necesita de la participación de los trabajadores. Eso lo he tenido muy claro, por eso no entiendo que se racanee en los sueldos, aquí siempre hemos sido muy respetuosos con eso y para mí algo muy importante: siempre hemos pagado el día 1 de cada mes porque la gente tiene sus planes y compromisos y tiene que saber que puede cumplir con ellos”.
Traspaso
Lo cierto es que tras el cierre, la historia del Pigor puede que siga adelante con otros dueños que asuman el traspaso del local. “He tenido algunas ofertas pero no me han convencido. Hay gente que quería abrirlo sin cocina y a eso no le veo mucho futuro. Es como si en vez de blues pusieran sevillanas, pues eso tampoco me gusta y no lo veo en el Pigor, que por cierto lo cerramos el año que más hemos trabajado, pero lo que no quería era que mi mujer estuviera todo el día pendiente del bar, se merece un descanso”.
Con todo, Juan Carlos hace un balance muy positivo de etapa en el Pigor en la que “solo los miércoles tenía mi mediodía de fiesta y podía coger la moto y perderme por ahí”. “Habrá gente a la que le he fallado pero yo estoy muy tranquilo con la cantidad de amigos que he hecho durante estos años”. Eso sí, a lo que no renuncia Juan Carlos ahora que cierra el Pigor es a su música “tengo claro que la voy a seguir poniendo para mi mismo, pero ahora en casa”.