Bizkaia

El poteo no ha muerto en Bilbao

Un grupo de amogos disfruta de sus primeras cañas en la barra de un bar de Bilbao.

Es la foto más buscada: señor de mediana edad, camisa a cuadros y txapela acodado en la barra de una tasca del Casco Viejo de Bilbao cosechero en mano. A las dos y media de la tarde la misión resulta casi ridícula porque el txikiteo es más tempranero. Error de cálculo. Va a ser cierto que 19 meses de pandemia han oxidado la máquina de tanto tardear los fines de semana (de botellón, mejor ni hablar). Los txikiteros ya están en casa comiendo, pero hay ambiente y mucho turista terraceando, dando buena cuenta de las barras de pintxos en la Plaza Nueva, Unamuno y las Siete Calles. Eso sí, gusta lo de hincar el diente a un buen pintxo con una caña en posición de sentado. Y a ser posible, bajo una sombrilla. ¿El covid-19 habrá acabado con el poteo?

"No, ya se puede caer el mundo que el poteo nos sobrevivirá; pero es que se está súper a gusto al sol", afirma con rotundidad Isa, sestaoarra de pro, en la terraza del Lau Anaik de la calle María Muñoz. Es cierto que los 25 grados no invitan a consumir dentro de los bares. Pero saber que ya no hay que ir mendigando, ojo avizor, una mesa en una terraza ha causado una sensación de "alegría" y "alivio" entre la gente a la que le gusta alternar o, simplemente, tomar en el hamaiketako el café con su tortillita de patata (con cebolla, siempre). Alivio entre la clientela y alivio entre los y las profesionales del sector hostelero por el fin de las restricciones.

El Café Bilbao de la Plaza Nueva es uno de los locales con más solera de la Villa. Mientras un camarero trasiega unos platos humeantes de bacalao al pil-pil del bar a la terraza atestada de turistas, dos autóctonos apuran los cafés sobre la barra de mármol blanco antes de regresar al trabajo. En la esquina, una mujer lee el periódico acompañada de un txakoli. La nostalgia por volver a ver esta estampa, perdida por un tiempo, se mezcla con la satisfacción del personal que atiende esta casa desde hace décadas.

"Es un día de alegría porque la barra da vida, sobre todo a la gente de Bilbao", afirma Mikel. "El verano se ha salvado, con las mesas y los turistas en la Plaza Nueva. Pero a mí y creo que a todo camarero de Bilbao le da mucha rabia que el cliente de Bilbao no pueda entrar porque se encuentra una cola de turistas esperando mesa. Porque el cliente de aquí no espera la cola, se marcha", explica. En el caso del Café Bilbao "nos alegramos de que se pueda atender en barra porque recuperamos nuestra identidad y la clientela de Bilbao, que para nosotros es muy importante aunque nos facturen menos que los turistas. No queremos ser un bar de turistas, queremos ser un bar de Bilbao y de bilbainos".

Mikel cuenta que la hora del café ha habido mucho movimiento y gente deseosa de ocupar los taburetes altos. "Ha habido muchas anécdotas y sobre todo comentarios graciosos por poder volver a acordarse en la barra, como diciendo€ ¡Qué bien se está en la barra! Un cliente de toda la vida, aun con muchas mesas libres, se ha quedado en la barra, ni siquiera se ha querido sentar". Unos metros más allá Javier y Edurne esperan a que uno de los camareros llegue con las vueltas de la cuenta. Confiesan que no son de poteo, pero aun así se alegran de que con el fin de la emergencia sanitaria vayan cayendo poco a poco las restricciones. "Hemos comido en la terraza, la verdad es que somos más de café. De todas formas se agradece la tranquilidad de poder entrar en un bar y consumir en la barra o en la calle. Lo importante es que esto da un punto de normalidad a las cosas", apunta Javier mientras se acoda elegantemente en la barra con su camisa blanca y el jersey al cuello.

Quien suscribe no puede evitar alabar esa postura tan de vasco, a lo cual Edurne responde: "Es que a Javier le queda todo bien". "Y ella es una maja", replica Javier sin medio sonrojo. Esta pareja ha dejado muy claro que no son de potear aunque no andan nada, pero que nada mal en el siempre inestimable y, en ocasiones, menospreciado arte del ligue a media tarde. Así, muy de Bilbao ellos. Y muy de Bilbao también es el Víctor Montes, quizás uno de los escaparates más renombrados de la gastronomía en miniatura en la capital. La administradora del local, Alina Prostakishyna, sale sonriente a la puerta y se para junto a uno de los barriles del exterior. "Por fín", dice.

Turistas despistados 

"De inicio estamos un poquito nerviosos porque llevamos 19 meses sin tener barra y con los clientes bastante controlados y ahora es como buah€ se ha abierto la barra. Estamos con ganas, la gente de siempre ha llegado toda contenta por beber un vinito con su pintxito. Ha venido una cuadrilla de txikiteros, que son bastante mayores, pero que estaban encantados con sus taburetes". Los que quieren mesa, comenta Prostakishyna, "van a seguir consumiendo en la terraza, pero la barra da mucho juego. El día va poco a poco, no ha habido mucho mucho lío, pero sí constante movimiento. A gusto".

A los extranjeros, dice, "los veo un poco perdidos con esto del poteo, con las normas, con lo que se puede hacer y lo que no. Pero se van acostumbrando rápido a consumir en la barra, muchos no saben ni qué es". Guiri no, pero Elena tampoco sabe lo que es potear. Y hay una razón para ello. Elena es asturiana y allí lo de "potar significa otra cosa". Momento escatológico a parte, Elena y su amiga Sandra, comadre asturiana residente en Castro Urdiales, están "encantadas" fumando un cigarro en un tonel mientras toman un par de cañas. Eso sí, no hay nadie a dos metros de distancia."Es estupendo, es un alivio total. Yo creo que nos vamos a dar cuenta más adelante de todo lo que hemos vivido estos años. Pero bien, porque estamos aquí, todo el mundo ha tenido la capacidad de sobrevivir y adaptarse. Pero, ¿Euskadi sin bares? En Asturias fuimos muy formales, estuvo mucho más controlado y restringido que aquí, creo, allá los dueños de los bares, los municipales y los propios clientes estuvieron pendientes de quién se saltaba las normas. Lo de fumar prohibidísimo".

No se puede acabar esta primera ronda sin restricciones en el Casco Viejo sin una nota amarga. Y no es otra que el "miedo" y la "incertidumbre" por que la presión policial y el final de los Erte puedan frenar el reflote de la hostelería. Amaia del Bertoko Berri afirma que se siente "muy descontrolada porque después de dos años de agonía tampoco vemos una reacción de la gente como para poder hacer una valoración positiva. El día está muy tranquilo, la gente está muy descolocada y estamos a la espera de que pase el puente para volver a sufrir el acoso policial con el tema de las mascarillas en el interior de los bares, cuando no se ha hecho nada con el botellón".

La semana pasada, denuncia Amaia, "los compañeros de María Muñoz tuvieron la visita de la municipal haciéndoles responsables de la gente que estaba sin mascarilla en la terraza". Además, asegura Amaia, "nos están llegando cartas reclamando parte de las míseras ayudas que nos han dado por las causas más peregrinas, por un papel, por un certificado€ Así que barra sí, pero a ver qué pasa cuando a la gente se le acaben los Erte o si con la nueva normalidad siguen las multas".

08/10/2021