El PP pretende convertir la cita electoral del 28 de mayo en un trampolín que lleve a Alberto Núñez Feijóo a la Moncloa y tiene como meta ganar en votos y, sobre todo, arrebatar gobiernos regionales al PSOE, en unos comicios muy ajustados y en los que Vox juega un papel clave.
El PP llega a estas elecciones como líder en todos los sondeos, lejos del lugar que ocupaba en mayo de 2019, cuando bajo el liderazgo de Pablo Casado marcó un suelo electoral y tuvo que pactar con Ciudadanos para retener poder territorial.
Con muchos balones en el poste, Feijóo protagonizará medio centenar de actos y echará el resto en Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, donde el partido se volcará. Para presumir de unión también los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy tendrán caravanas electorales.
Ganar poder territorial
El PP solo pone a examen dos gobiernos autonómicos, los de la Comunidad de Madrid y la Región de Murcia. Cuentan con revalidar e Isabel Díaz Ayuso y Fernando López Miras rozan el objetivo de la mayoría absoluta.
En el resto del país, Feijóo ha pedido victorias. Aunque en un contexto de bloques empatados, ganar no implica gobernar y la dirección del PP lo tiene muy presente.
Los populares dan por segura la victoria en la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares o incluso en Cantabria, pero sin que vencer le garantice gobiernos. Solo consideran ya ganado el de La Rioja.
Más improbable es quedar en cabeza en Castilla-La Mancha y Extremadura, donde sin ganar sí se podría gobernar, un escenario que dependería de un pacto con Vox.
En general, en el PP hay optimismo aunque guardan cautela, sobre todo en público. La apuesta principal es la Comunidad Valenciana, una plaza simbólica para el PP desde los tiempos de Aznar, que ahora está manos de la izquierda gracias al pacto del Botànic de Ximo Puig, que el PP compara con la coalición de Gobierno de Pedro Sánchez.
Duplicar alcaldías
El mapa municipal promete alegrías. La previsión es comerse a Ciudadanos, lo que les colocaría como primera al PP ser la primera fuerza donde en 2019 se vieron obligados a pactar. El objetivo es duplicar las capitales de provincia.
La aspiración es revalidar Madrid, repetir en Zaragoza y recuperar Valencia. También hacerse con el poder en las capitales andaluzas, aunque se les resiste Sevilla, donde Feijóo acudirá en campaña.
Ignorar la necesidad de pactos
Entre ganar y gobernar, la prioridad fijada es ganar. Sin embargo, la verdadera clave es robar plazas simbólicas al PSOE. Y aunque Feijóo defiende la necesidad de que gobierne la lista más votada, y así se lo pide a los socialistas, se esperan pactos. Hilados, eso sí, con extremo cuidado porque en el retrovisor asoman ya las generales.
El PP no ha cerrado la puerta a las coaliciones con Vox y la mayoría de voces en el partido dan por hecho que el tabú de gobernar en coalición quedó roto en Castilla y León, por lo que no les desgasta, pese a los mensajes de la izquierda.
Sin embargo, en campaña la consigna es que el PP aspira a gobernar en solitario. El modelo a imitar es Juanma Moreno, que ignoró a Vox y evitó inflar las expectativas electorales, una estrategia que fue determinante para lograr el voto útil que brindó la mayoría absoluta en Andalucía, según la lectura que reina en el PP.
El objetivo ahora es el mismo: apelar a un electorado de centro, luchar por que el voto se concentre en el PP, para que el PSOE no se apunte escaños en disputa, y dejar para el 29 de mayo la conversación sobre los pactos.
Algunos cuentan en el PP con la posibilidad de que Feijóo sacrifique algún territorio para que la lectura antes de las generales no sea que su partido se rinde a las exigencias de Vox.
Derogar el sanchismo
En todo caso, es a Sánchez a quien el PP dirige su munición electoral con un lema: derogar el sanchismo. Dirigiéndose al votante felipista, Feijóo ha pedido también un cambio como el de 1982, para enfrentar a los socialistas de entonces con los de ahora.
En campaña, el PP seguirá aludiendo a los pactos con los independentistas catalanes y EH Bildu, la reforma del Código Penal, o el error del sí es sí, junto con problemas económicos como la inflación.
En la madrileña calle de Génova no preocupan los anuncios electorales de Sánchez en asuntos como la vivienda, pues creen que el presidente del Gobierno ha perdido toda credibilidad. Despachan sus nuevas medidas acusando al PSOE de electoralismo.
La lectura es que nadie compra ya "la moto" al PSOE y que los socialistas llegan a la campaña pidiendo la hora al árbrito mientras que el PP y Feijóo llevan viento de cola y tienen perspectivas de crecer en los 18 días que les separan de las urnas.