Beatriz Cazurro, experta en psicoterapia infantil, explica en su libro cuestiones que unen a muchos hombres y mujeres preocupados por la crianza y la educación de sus hijos. ¿Obedecen a la primera? Casi nunca. ¿Hay que ser sus amigos? No, simplemente padres, con lo que ello implica. ¿Es bueno aburrirse? Sí, en ocasiones es saludable. ¿Y qué pasa si se frustran? Que aprenderán paso a paso a resolver los problemas de la vida. Está claro que los hijos no son un libro abierto y por supuesto que muchas veces se rebelan ante las exigentes expectativas de sus progenitores.
PERSONAL
Edad: 39 años (14 de octubre de 1983).
Lugar de nacimiento: Valladolid.
Formación: Es psicóloga y psicoterapeuta, con un máster en Psicoterapia Infantil, otro en Psicoterapia Humanista Integrativa y ha cursado diversas formaciones de especialización en apego y trauma con algunos de los mayores expertos nacionales e internacionales.
Trayectoria: Tiene quince años de experiencia trabajando tanto con niños como con sus familias, también con adultos, apoyándose en técnicas de enfoque corporal como el Focusing y en recientes descubrimientos de la neurociencia. Creadora de campañas virales por los buenos tratos como #Ensuszapatos o #Childrentoo, acaba de publicar el libro Los niños que fuimos, los padres que somos.
Los niños que fuimos, los padres que somos. ¿Cómo le surgió la idea de conciliar infancia y paternidad?
El libro es un resumen de los obstáculos más comunes con los que me encuentro en la consulta, tanto con madres y padres respecto a sus hijos, como con adultos respecto a cómo se enfrentan a su propia vida.
¿Es determinante la infancia en la educación de los hijos?
Totalmente. En el libro doy datos que en los últimos treinta o cuarenta años ha aportado la neurociencia. Se sabe que antes del año ya existe una huella cerebral del trato que se ha recibido por parte nuestros padres. Esa huella es la base de nuestra autoestima, de la seguridad en el mundo, de la forma de relacionarnos. Es la base de nuestra salud mental, incluso también de la salud física.
¿Somos demasiado ansiosos con la educación de los hijos, con su desarrollo?
Hay más conciencia de la necesidad de conocer mejor a los hijos, de normalizar ciertas cosas, de evitar ciertos castigos. Hemos ido de un polo a otro. De ser padres y pensar lo que salga estará bien, a hacer todo de cara a la perfección, de mucha exigencia, especialmente las mujeres. Desde esos polos no se puede ver al niño que tenemos enfrente. Estamos más pendientes de lo que dice un libro que de lo que necesita nuestro hijo.
Queremos un niño que sea el más guapo, el más listo, el más inteligente, el mejor de su clase...
Ja, ja, ja… Hay gente que sí, pero tampoco es muy justo generalizar. No pasa nada por tener ideas sobre lo que nos gustaría, supongo que cada uno tenemos nuestras expectativas. El problema surge cuando no somos conscientes de que son nuestras expectativas y nuestros deseos, y que no tienen por qué ser realidad.
¿No conseguir las expectativas puede hacer que surjan las frustraciones?
Sí, pero si en vez de frustrarnos sanamente, porque nuestro hijo no es ni el más guapo ni tampoco superdotado, y ponemos toda nuestra presión en que cumpla con todos esos deseos que tenemos sobre él, es cuando surgen esas frustraciones no positivas. Es cuando empezamos a tratarles de una manera muy inadecuada y cuando a raíz de eso surgen comportamientos que no nos gustan, e incluso les castigamos.
El castigo está muy mal visto, pero, ¿son buenos los premios?
El castigo y el premio son dos caras de la misma moneda. Son una presión, por un lado y por el otro. El problema de los premios es cuando se convierten en un chantaje. Cuando queremos que se comporten de una manera concreta. Les presionamos con la idea del premio e incluso les pedimos cosas que no pueden hacer. El premio a un niño es un mensaje muy tramposo.
Preocupa de gran manera el acoso escolar. ¿Hay condicionantes para que un niño se convierta en acosador?
Las personas que acosan, en el fondo no se sienten bien. Eso no quiere decir que debamos ser indulgentes con los que acosan. Creo que es urgente que empecemos a diferenciar lo que se ve de aquello que no se ve. Si queremos abordar los comportamientos de los niños que acosan debemos poner límites, pero si no hay un espacio desde el que entender cuál es el malestar en el que está ejerciendo ese abuso, no se va a poder cambiar.
¿Se ejerce una sobreprotección excesiva sobre los hijos?
Hay palabras que están romantizadas, pero la sobreprotección es control en el otro lado. No está en el lado de los comportamientos autoritarios o las amenazas, algo que nos suena a todos tan familiar de cuando éramos pequeños, pero sigue siendo control en forma de aparentes cuidados. Da igual la forma del control. El control no ayuda a la seguridad, a la confianza. Y la protección, cuando toca ejercerla, nunca es demasiada.
Se vive en una sociedad que busca la perfección. ¿Existen los padres perfectos?
Por supuesto que no. De hecho, las relaciones que los niños deben tener con sus padres, con el mundo, deben ser seguras. Y las relaciones seguras no son perfectas. Hay fallo y hay reparación. Hay perdón, reconocimiento del daño, hay acuerdos, hay crecimientos… Es lo mismo que nos pasaría en cualquier relación de amistad, de pareja o con un jefe. Se necesita, y lo necesitamos todos, que se escuche, que se hable, que se discutan los puntos donde haya diferencias, y para todo eso no se necesitan unos padres perfectos ni de libro.
Se llena a los niños de pantallas, juguetes y actividades diversas. Estamos impidiendo que se aburran. ¿Hay que aburrirse?
Ja, ja, ja… Hay que aburrirse. Hay que saber aburrirse. Se les llena de objetos o actividades porque pensamos que en caso contrario se está perdiendo el tiempo y eso no se puede consentir. Vamos muy rápido, se piensa que si un niño no sabe nadar con tres años o andar en bici con cuatro, ya es una pérdida de tiempo. Los niños tienen que estar en movimiento, en contacto con otros niños y explorar.
¿No es bueno que tengan actividades organizadas?
Lo son si están bien organizadas, pero, ¿desde qué espacio lo hacemos? Si las hacemos desde un lugar de mucha presión y exigencia, no lo son tanto y no valen la pena. No sé si es malo que los niños se aburran, es natural. Todos nos aburrimos, y cuando eso ocurre se da un espacio para contactar con nosotros mismos y generar ideas. Aburrirse es saludable en el sentido de que es parte de la vida. No se trata de dejarles aburrirse para fastidiar, pero va a haber momentos en los que si lo harán.
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¿Demasiadas pantallas en los niños del siglo XXI?
Sí, y se están utilizando como regulador emocional. A los niños pequeños con rabietas les ponemos la pantalla porque así esa rabieta se desactiva más rápidamente. Ellos necesitan de nosotros para que les calmemos, y eso no lo hace una pantalla. Es verdad que vivimos en mundo con mucho caos, con tanto estrés. Escucho a padres y madres que me dicen que una pantalla es el único apoyo para poder descansar.
¿Les damos hasta casi lo imposible para impedir que se frustren?
Frustrarse es importantísimo. Es que la vida está llena de frustraciones, pero también está llena de cosas maravillosas. No es ni un extremo ni el otro. No hay que ponerles cosas aposta para que se frustren, pero tampoco dárselo todo para impedirlo.
La educación de los hijos siempre se ha colocado en manos de la mujer. ¿Han cambiado estas concepciones?
Sigue siendo cosa de la mujer. Es cierto que hay una parte monobiológica en cuanto al embarazo, parto y posparto que hace los bebés quieran estar con la madre, pero eso no significa que los hombres no se puedan involucrar. Es verdad que las mujeres seguimos con la carga mental, con la organización de la casa y también en lo de mantener el ánimo emocional de la casa.
¿Padres-amigos o simplemente padres?
Padres, solo padres. Padres con una relación de seguridad y confianza. No somos sus amigos por mucho que queramos. Nos podemos llevar fenomenal, nos pueden contar muchas cosas, sus problemas... Lo que ocurre es que la propia posición de padre o madre es una figura de autoridad y no nos podemos desligar de ella. Es imposible que seamos amigos de nuestros hijos.
¿Hay que justificarse cuando se les dice que no?
Es importante explicarse. A ellos les es más fácil entender los motivos, aunque no nos den su aprobación. Hay veces que los noes son noes, aunque es bueno explicarse y escucharles.
No obedecen a la primera. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase y también la hemos dicho?
La obediencia no es señal de que un niño se encuentre bien por dentro. Hay muchos niños que obedecen porque tienen miedo. El aprendizaje es cosa de muchas repeticiones y de muchas veces de experimentar las consecuencias. Que no obedezcan a la primera es lo normal.