La adolescencia es una época difícil. Por las hormonas, el abandonar la niñez y el comenzar a tomar decisiones que marcarán el resto de la vida. Además, todas esas alteraciones implican generalmente un retraimiento que hace distanciarse de los progenitores, e incluso de las amistades, lo que lleva a no expresar como se debería todos los problemas y miedos que conlleva esta etapa. Los cambios en el cuerpo, y en la mente, no son tratados como es debido, y eso puede desembocar en problemas futuros.
Éste es uno de los motivos por los que nace “SESSAMO”, un proyecto de seguimiento de estudiantes de Secundaria para valorar salud mental y obesidad y que busca una detección precoz de problemas de salud y un análisis de las adicciones a redes sociales y videojuegos entre los adolescentes navarros. “Están teniendo muchos problemas y queremos ver cuál es el origen y hacia a dónde van, poder establecer relaciones para después actuar”, resume Almudena Sánchez Villegas, catedrática de Salud Pública de la UPNA e investigadora principal del estudio.
El método de investigación, que tendrán que aprobar tanto los padres como los alumnos, es sencillo. Unos cuantos cuestionarios, una revisión en la que se mide y se talla a los alumnos, y una muestra de ADN para recoger células. Un momento. ¿ADN? ¿Por qué? “Porque hay algunas patologías mentales que solamente aparecen si se da un estilo de vida concreto, y solo en chavales que vulnerables que tienen polimorfismo genético, es decir, una carga genética determinada”, explica Sánchez Villegas.
A pesar de la sensación de exageración y la incredulidad que sienten los adolescentes cuando se menciona este tema en las charlas sobre drogas que se imparten en los institutos, lo cierto es que está comprobado científicamente. “El consumo de cannabis puede dar lugar a que aparezca un brote psicótico si hay presencia de ese polimorfismo”, certifica la catedrática, que busca con este estudio “valorar si hay interacciones entre la genética y el medio ambiente en la aparición de diferentes enfermedades”.
Otro de los datos que quieren recopilarse en el programa es el acceso a la historia clínica. “Nos facilitaría mucho para ver qué diagnósticos van saliendo en estos chavales”, asegura, poniendo como ejemplo que “la dieta que se puede seguir en la adolescencia puede influir en que a los veinte años haya hipertensión o un debut de una patología mental o de cualquier otra enfermedad”. La investigadora principal del proyecto sabe de lo que habla. Su línea de actuación ha sido trabajar con el efecto de la dieta y el estilo de vida en el riesgo de desarrollar una patología de salud mental, y específicamente en la depresión. Ahora también lo ha ampliado al suicidio, un tema tabú que ya es la primera causa de muerte entre los jóvenes y del que también buscan arrojar algo de luz. “Nuestra idea es que a futuro, en dos o tres años, podamos ir actualizando la información para poder establecer relaciones a largo plazo causa-efecto. Si el exceso de redes sociales, los malos hábitos de dieta o la violencia en el aula va a influir dentro en sus condiciones de salud”, sentencia.