No se esperaban sorpresas y no las hubo. El Debate sobre el estado de la Comunidad que esta semana ha celebrado el Parlamento ha vuelto a mostrar una mayoría estable. Con diferencias importantes en algunos ámbitos que previsiblemente se harán más evidentes conforme se acerque la cita electoral, pero que cuenta con una base sólida como para dar continuidad al Gobierno tras las próximas elecciones. Mala noticia para la derecha y, en especial, para Javier Esparza.
Chivite llegaba al Parlamento con la tarea hecha. Más allá de las discrepancias de sus socios de coalición en materias como el euskera, el autogobierno y, ahora también, la creación de la Agencia Navarra de Transición Energética, el Ejecutivo foral cuenta con todos sus proyectos legislativos aprobados. Tiene ya un acuerdo presupuestario que le garantiza la estabilidad lo que resta de mandato. Y la reforma tributaria, donde más se han hecho notar las diferencias ideológicas, llega con un consenso mínimo en torno a unos incentivos fiscales que si bien quedan lejos de las expectativas, permiten cerrar la legislatura con ayudas para las rentas bajas.
Así que el debate ha acabado siendo más un balance de gestión de los últimos tres años y medio que un análisis de la situación política actual. Algo lógico por otra parte si se tiene en cuenta que las elecciones están a la vuelta de la esquina y que todos los partidos están en clave de precampaña. A estas alturas nadie apuesta por un cambio de guión que, por otra parte, no sería fácil de explicar.
Triunfalismo de Chivite
La presidenta ha hecho un balance satisfactorio de su mandato. Como para señalar los errores ya están los demás, Chivite se ha encargado de destacar lo bien que se vive en esta pequeña parte del mundo. Un triunfalismo quizá excesivo dadas las circunstancias y al que se ha echado en falta algo más de propuesta y concreción que las apelaciones a la unidad en torno al Gobierno y su programa. Pero que le ha servido para mostrar un perfil institucional en el que se siente especialmente cómoda.
Tampoco es que Navarra Suma se lo haya puesto muy difícil. El discurso de Javier Esparza no solo fue previsible, sino que sonó como un calco prácticamente literal al del año anterior. Y aunque puede ser compresible que la derecha insista en su mensaje si cree que electoralmente le renta, centrar todo el argumentario durante cuatro años en los pactos con EH Bildu acaba agotando a cualquiera. Posiblemente también a su propia base electoral. No queda mucho más zumo que exprimir en esa naranja.
A fuerza de criticar, la derecha ha acabado renunciando a plantear un proyecto alternativo que vaya más allá de las habituales rebajas fiscales y soluciones mágicas. Ni siquiera el toque de corneta que llevó a los principales alcaldes de UPN al Parlamento ha podido esconder una realidad cada vez más evidente. Las opciones de Esparza de llegar al poder en mayo son escasas. La sombra de la derrota sobrevuela ya la sede de Príncipe de Viana.
Repetir las alianzas
Porque si algo ha dejado claro el debate es que el PSN no se plantea cambiar de estrategia a corto plazo. Un mensaje que han reiterado estos días sus dirigentes, conscientes de que al partido le siguen pesando las decisiones del pasado –todavía presentes en algunos ayuntamientos–, y que necesita ahuyentar sus viejos fantasmas ante la nueva cita electoral.
Arropada por Santos Cerdán, hombre fuerte del PSOE en Ferraz, Chivite ha hecho suya la defensa de la actual mayoría de Gobierno con una firme apuesta por su continuidad. Con el PSN al frente y en base a las prioridades que fija su partido, los socialistas han descubierto que el camino que llevaba al Palacio de Navarra ha resultado ser mucho más sencillo de lo esperado, y no lo quieren abandonar.
Sería en cualquier caso precipitado darlo todo por decidido. Más allá del triunfalismo con el que los socialistas encaran este tramo final del mandato, quedan asuntos importantes por resolver. De la Policía Foral a la atención sanitaria, pasando por la inflación o el precio de las hipotecas. Y un escenario político en Madrid incierto que puede acabar condicionado también el equilibrio de fuerzas en Navarra.
Los socialistas se sienten fuertes y aspiran a reforzar su influencia institucional, pero deberán cuidar a unos socios que le han cedido el protagonismo de la legislatura pese a contar con solo 11 de los 30 escaños que sostienen al Gobierno. Todos han reafirmado su voluntad de reeditar la colaboración en las instituciones más allá de los comicios de mayo –habrá que ver con qué reparto de escaños–, pero también han advertido de que alejar a la derecha del poder no puede ser el único argumento. “El sí por el sí no tiene ningún sentido”, ha recordado Uxue Barkos a Chivite.
El PSN va a necesitar algo más que las buenas intenciones de estos días para consolidar una mayoría en la que todavía subyacen las desconfianzas. Quedan compromisos por cumplir y la exigencia inaplazable de ampliar la alianza también al ámbito municipal donde la derecha gobierna en minoría. Detalles que los socios no van a pasar por alto y que emplazan a los socialistas a no perder la perspectiva en una legislatura que les ha devuelto esa centralidad que tanto les ha costado recuperar.