Al margen del papel que pueda jugar el cambio climático en este episodio de sequía que vive Álava, el territorio ya ha vivido con anterioridad largas épocas de escasez o incluso ausencia de lluvias, la más reciente a principios de este siglo, con años muy secos como 2001 y 2004; y escasas reservas de agua en 2006 y 2007, y la más dura hace algo más de treinta años. En 1988, en Álava dejó de llover, y no volvería a hacerlo hasta principios de la primavera del año siguiente, lo que dejó los embalses del Sistema del Zadorra en una alarmante situación que nadie que la viviera de forma consciente ha podido olvidar. Tanto, que desde entonces y de forma progresiva el consumo de agua en Vitoria se ha ido reduciendo de forma notable, tanto por la mejora de la red de abastecimiento, para evitar fugas, como por la concienciación sobre la necesidad de no derrochar el agua que aquella terrible sequía hizo germinar entre la ciudadanía.
A principios de 1989 Amvisa y el Consorcio de Aguas del Gran Bilbao lanzaron una campaña para pedir a ciudadanos e industria contención en sus consumos, y un millón y medio de personas, sobre todo en Álava y Bizkaia, se veían afectados por la escasez de agua en los embalses. Los pueblos anegados treinta años antes emergían cubiertos de un polvo reseco, y pronto los alaveses atravesarían asombrados las antiguas carreteras inundadas en los años cincuenta.
En octubre de 1989 comenzaron las restricciones, que acabarían durando casi año y medio, dado que en los embalses solo quedaba agua para tres meses, con Ullíbarri-Gamboa al 30% de su capacidad y Urrunaga al 26%. Se decretaron cortes del suministro de 6 horas todas las noches, de 8 a partir de noviembre, y de 9 horas desde diciembre de 1989. En enero de 1990 los cortes de agua se prolongaron hasta las doce horas diarias, y seguía sin llover. En abril, los embalses del Zadorra se encontraban al 13% (Ullíbarri) y al 10% (Urrunaga).
Ese mismo mes empezó a llover, y mucho. Las restricciones se redujeron a 7 horas en fines de semana y festivos, y ya en mayo entre semana los cortes se limitaron a diez horas en los días de labor. En julio bajan a 8, en diciembre a 6 para todos los días de la semana y, por fin, el 1 de febrero de 1991, los grifos de los hogares alaveses empezaron a suministrar agua a cualquier hora del día.
La experiencia vivida llevó a los alaveses a tomar conciencia de la necesidad de hacer un uso responsable del agua, pero además Amvisa acometió obras por valor de 30 millones de euros para incrementar en 37 hectómetros la capacidad de suministro.
SEQUÍAS PRECEDENTES
Pocas personas en Álava recordaban haber vivido una situación similar, pues en el territorio solo habían sido más secos de lo normal 1986, 1954, y el periodo 48-49, en el que la escasez de lluvias fue equiparable a la de 1989-1990, según un informe de 2013 del Ministerio de Agricultura sobre sequías históricas.
Entre e1 1914 y 1917 el territorio sufrió una larga sequía, tanto en la Cuenca Mediterránea como en la Cantábrica, que no tuvo que ser fácil de llevar habida cuenta de que se venía de otro periodo, entre 1901 y 1908, sin lluvia. Entre 1905 y 1908 se llegó por primera y única vez en el periodo que abarca el informe (1870-2005) a la situación de sequía extrema. – T. Díez