La variante ómicron ha recuperado desgraciadamente para la vida cotidiana, y por lo tanto también para el deporte profesional, una desagradable realidad que se había hecho habitual desde la irrupción del covid-19 pero que parecía ya cosa del pasado: vivir al día, a la hora prácticamente, cohabitar con la incertidumbre de que un brote pueda obligar en cualquier momento a detener la actividad de manera brusca. Le ocurrió el miércoles al Surne Bilbao Basket como con anterioridad les había pasado ya a otros conjuntos de la Liga Endesa como el Morabanc Andorra, el Lenovo Tenerife o el Real Madrid. La aparición de nuevos positivos que se unían a los cinco, dos jugadores y tres componentes del cuerpo técnico, comunicados la víspera obligaba a suspender el encuentro que debía disputarse ayer miércoles en Miribilla contra el Unicaja. Y su caso no es aislado. De los nueve encuentros programados para la 15ª jornada solo pudieron disputarse cuatro –uno de ellos, el Zaragoza-Baskonia, tuvo que arrancar tres horas más tarde para descartar más casos tras el positivo de Neven Spahija– y de cara a la 16ª jornada, a disputarse entre el próximo domingo y el lunes, ya hay dos citas que tendrán que retrasarse a fechas posteriores.
En el seno del conjunto vizcaino, el estado es de espera, con los afectados aislados en sus respectivos domicilios guardando cuarentena y pendientes de que la ACB decrete una nueva fecha para la contienda ante los de Fotis Katsikaris. Para la jornada de hoy jueves, los componentes de la primera plantilla tienen prevista una nueva tanda de test PCR, de cuyos resultados dependerá que no haya necesidad de aplazar más duelos y el previsto para el próximo lunes en Sevilla contra el Coosur Betis (19.00 horas) pueda disputarse. A este respecto, en el seno del club había ayer un moderado optimismo, pensando en que los primeros jugadores afectados puedan ir regresando paulatinamente a la actividad, pero todo dependerá de que no aparezcan nuevos casos.
Con el brutal repunte de casos positivos provocados por la variante ómicron, parecía cuestión de tiempo que la competición de la Liga Endesa se viera afectada. El conjunto vizcaino no es nuevo en estas lides y el pasado curso ya sufrió el aplazamiento de un par de duelos por positivos en los equipos rivales, además de un brote en su propio vestuario en el tramo final de la competición que le llevó a frenar en seco en plena lucha por la salvación y del que salió fortalecido para ganar tres de sus últimas cinco citas para eludir in extremis las dos últimas plazas. El presente parón competitivo provocado por el covid-19 no le llega, además, en el mejor momento, pues últimamente el conjunto de Álex Mumbrú estaba dando mayores muestras de competitividad y ensamblaje y se encontraba en una buena racha de resultados como anfitrión, habiendo ganado sus últimos cinco compromisos en el Bilbao Arena. Su calendario antes del cierre de la primera vuelta incluye dos nuevos choques en casa (el aplazado ante el Unicaja y el del 9 de enero frente al Morabanc Andorra) y la mencionada visita al Betis, tres citas que atendiendo a su reciente estado de forma podrían servirle de espaldarazo para intentar poner mayor tierra de por medio con respecto a las plazas de descenso. Ahora, habrá que comprobar el nivel de afectación de la enfermedad y el imprevisto parón en el estado físico de los hombres de negro.
Y el problema es que el gran incremento de casos positivos no ha tocado todavía techo. Con muchos de los clubes de la Liga Endesa afectados por brotes, Unicaja y Betis son dos de los equipos que por ahora han conseguido librarse. Pero esa realidad puede cambiar de manera abrupta, tal y como se está comprobando, en un abrir y cerrar de ojos y complicar todavía más un calendario ya de por sí saturado y que no ofrece demasiadas alternativas para recolocar encuentros. La incertidumbre por el covid-19 ha regresado al deporte y no queda más remedio que adaptarse.