Dos años después de la entrada en vigor de un estado de alarma que obligó a toda la ciudadanía a encerrarse en casa en medio de una incertidumbre total, la sociedad vive todavía bajo las consecuencias de una pandemia como nunca se había visto y que ha afectado a todos los rincones del planeta. De esta manera, se ha visto alterada la forma de relacionarse, los hábitos de vida, los aspectos laborales y otras tantas cuestiones que afectan al día a día. Y los ciudadanos tienen la sensación de haber perdido dos años preciosos de su vida, lo que se acentúa en los más jóvenes y en los más mayores.
Ahora, aunque con la vacunación masiva y la consecuente pérdida de fuerza del coronavirus se intenta volver a la normalidad y pasar página, hay derivadas que todavía siguen presentes y otras consecuencias que han cambiado irreversiblemente la sociología mundial. Todo ello obliga a repensar la sociedad a nivel global, siendo conscientes de los nuevos retos tras una crisis que ha afectado en todos los sentidos: a nivel sanitario, económico y social.
Negacionismo
Otra de las mayores lacras que ha arrojado la pandemia son los movimientos negacionistas y escépticos del covid. Mientras por un lado en buena parte de la población la confianza hacia la ciencia y la sanidad ha sido intachable, en una minoría -pero no por ello menos preocupante- se han producido los sentimientos opuestos. Es decir, las teorías negacionistas del covid o el escepticismo hacia las vacunas han cautivado a millones de ciudadanos que esgrimen ahora un discurso de conspiranoia y de desconfianza hacia cualquier tipo de autoridad.
Por otra parte, la pandemia ha traido consigo una serie de medidas y restricciones de obligado cumplimiento y que han conllevado un aumento de la vigilancia de los movimientos de la ciudadanía y la limitación temporal de algunas libertades individuales. Aunque la mayoría de estas normas ya han decaído en la Unión Europea, hay quien ve un precedente peligroso para la libertad del ciudadano y prevé un futuro con mucha mayor vigilancia y control por parte de las autoridades a través de las fuerzas y cuerpos de seguridad.
La catedrática de Sociología de la Universidad de Deusto, María Silvestre, recuerda que en los dos últimos años el comportamiento de la sociedad se ha visto condicionado las múltiples restricciones que "han cambiado nuestra manera de relacionarnos" con nuestro entorno, familia y amistades.
"Hemos cambiado la manera de celebrar, la manera de viajar y la manera en la que nos relacionamos con los demás. En el ámbito laboral ha habido cambios como consecuencia de los ERTEs y también con la aparición del teletrabajo", detalla, antes de añadir que también han existido modificaciones de calado en el ámbito lúdico con la aparición, por ejemplo, del concepto no-fiesta.
Más allá, Silvestre ahonda en las consecuencias de la pandemia y las restricciones en "el mundo de las emociones" de las personas, con una incertidumbre creciente y "miedo a la enfermedad", pero también con "el enfado y la rabia, a la par que la tristeza y la angustia". Cree que la ciudadanía ha pasado en los últimos meses del miedo al contagio a una sensación de desasosiego "al comprobar que el proceso era mucho más largo de lo previsto o esperado".
Diferentes periodos
Jonatan García, profesor de Sociología de la UPV/EHU e investigador del Euskobarómetro, resalta que ha habido diferentes momentos a lo largo de los meses más duros de la pandemia: "En un primer momento, había una situación de confinamiento en la que parecía que el espíritu comunitario volvía a reverdecer y se planteaban nuevas alternativas solidarias en ese sentido. Después vimos cómo la sociedad volvía a su individualismo y a cierta tensión, surgiendo planteamientos negacionistas relativos a las mascarillas o a las vacunas, en lugar de primar la prevención en la comunidad".
Cree que el momento actual, dos años después del primer confinamiento, es el de recuperar "los hábitos que tenía establecidos la sociedad antes de toda esta situación", aunque todavía con "ciertas limitaciones y ciertas dudas y reparos".
Ataque a un modelo de vida
Por su parte, Ion Martínez, profesor de Sociología de la Universidad Pública de Navarra, es pesimista respecto al resultado que arroja la pandemia: "Está claro que para la mayoría social la crisis no ha supuesto una oportunidad de mejorar sus condiciones de vida". No obstante, cree que se pueden "obtener algunas enseñanzas" del covid-19, como las redes de apoyo de ámbito comunitario.
En cualquier caso, Martínez alerta del riego que puede generar "la falta de empatía respecto a las afecciones o dificultades que experimentan los demás" en una situación de crisis como esta, lo que enlaza con "la falta de cohesión social y las respuestas cada vez más individualizadas y mercantilizadas a los problemas sociales". Así las cosas, se hace necesario repensar un modelo que ha colapsado a todos los niveles con la pandemia.