El Casademont Zaragoza tenía muy mala pinta hace menos de un mes. La mala trayectoria del equipo había costado el puesto de entrenador a Jaume Ponsarnau, que se marchó asegurando que el club maño era uno de los máximos candidatos al descenso. Ya había llegado antes Toni Muedra a la dirección deportiva y Dragan Sakota fue el elegido para el banquillo, un técnico serbio de 69 años que llevaba dos sin entrenar y se estrenaba en la ACB. En Zaragoza habían tocado casi todas las teclas posibles, pero no pudieron evitar sumar siete derrotas seguidas y colocarse en puestos de descenso. Hasta que al fin a orillas del Ebro sonó la tecla.
Hace tres partidos, debutó Frankie Ferrari, cuya llegada fue recibida con un escepticismo lógico porque el equipo ya tenía otros dos bases en una poblada línea exterior y no se podía esperar que fuera un revulsivo un jugador que hace solo seis meses había anunciado su retirada como profesional con solo 25 años. Las lesiones estaban martirizando a un base que había dejado gran huella en los seis partidos que pudo disputar con el Manresa en la temporada 2019-20 antes de empezar a pasar más tiempo en la enfermería que en la cancha. Por eso, no cuajó en sus etapas en el Gran Canaria y el Unicaja y otra en Manresa al curso siguiente. Al inicio de esta campaña, Ferrari firmó por el Brose Bamberg, pero en octubre, por sorpresa, pidió la rescisión del contrato.
"Espero con ganas el próximo capítulo de mi vida", afirmó para justificar una decisión con la que pretendía resguardar su salud mental, hastiado de batallar contra las lesiones que no le permitían disfrutar en la cancha. "Necesitaba parar. Mi cabeza no daba para más", admitió tras el sonado triunfo de su equipo ante el Barça en el que fue determinante en el tramo final. Dos meses le bastaron para recuperar las ganas de jugar al baloncesto y recaló en enero en la G-League, en los Santa Cruz Warriors de su California natal. A comienzos de abril, alguien en Zaragoza se acordó de él y esa apuesta puede suponer la salvación del conjunto aragonés que con Frankie Ferrari acumula tres victorias en cuatro partidos.
Junto al nigeriano Christian Mekowulu, que suma calidad física y potencia a la zona, el base estadounidense, que se aprendió los sistemas en el avión, ha aportado energía y determinación al equipo maño, al que le costaba correr y generar buenas opciones en ataque. "No soy un héroe, tan solo una pieza más del puzzle", asegura Ferrari, que se siente ahora seguro y tranquilo en la cancha porque Sakota ha depositado en él toda la confianza. Sus números en cuatro partidos son notables: 23 minutos de juego para 9,8 puntos y 5 asistencias con un 43% en triples. Si quiere evitar sorpresas, el Baskonia deberá atar en corto al jugador que ahora vuelve a disfrutar del baloncesto después de haber llegado a odiarlo porque no podía estar sobre la pista.