Ni el horario ni las adversas condiciones climatológicas pudieron ayer con la afición de Osasuna, que se convirtió en el jugador número 12 en la eliminatoria ante el Sevilla. Gorros, bufandas, mantas, guantes y la bebida caliente que ofreció el club a los primeros aficionados en llenar El Sadar, fueron las armas para combatir desde la grada. La principal, y que se hizo notar, fue la garganta.
Ya desde el calentamiento ejerció la hinchada local su presión sobre el equipo visitante, y cuando los rojillos saltaron a realizar los ejercicios, el aumento de decibelios fue considerable. El ambiente era inmejorable, se notaba que Osasuna tenía una cita especial. 13 años después la escuadra navarra disputaba unos cuartos de final y la afición quería volver a llevar al equipo en volandas. Así, y cuando los 22 jugadores salieron de la bocana de vestuarios, el Graderío Sur se engalanó con banderas rojas para alentar al unísono el riau riau.
Las cartas estaban sobre la mesa y la partida estaba a punto de iniciar. Con un constante apoyo a los rojillos, la barra de decibelios aumentaba en los primeros acercaientos de un Osasuna. Los nervios se apoderaron de un equipo frío. Ahí, fue cuando más se hizo notar la grada. La presión que se ejercía sobre los jugadores del Sevilla cuando estos tenían la pelota era cambiada por aplausos y cánticos cuando el dominio del balón era de color rojo.
Llegó el descanso y, con él, el momento de resguardarse del frío, de darse una pausa y de recargar pilas para la segunda mitad. En El Sadar los córners se celebran casi como goles, y Osasuna dispuso del primero de la segunda parte y la afición ya hizo entrar en calor al equipo. El equipo salió del descanso con otra cara en los diez primeros minutos de la reanudación y tanto jugadores como afición fueron de la mano. Los pupilos de Arrasate se asemejaban a lo que nos están acostumbrando esta temporada, y tan solo Bono, con una parada soberbia, enmudeció al estadio cuando las casi 20.000 almas se disponían a celebrar el gol del Chimy Ávila.
Pero el fútbol es un deporte de revanchas, y el argentino desató la locura en la grada al batir al meta marroquí. El reloj iba descontando los segundos, lentamente para los intereses rojillos, y la afición daba el último empujón a los jugadores, que debían defender el paso al frente del Sevilla. Se entró en el descuento, la semifinal estaba a tan sólo seis minutos. Se hicieron eternos, Tanto, que cuando Osasuna rozaba la siguiente ronda, En-Nesyri mandó el partido a la prórroga. Fue un espejismo, hasta que Abde volvió a hacer rugir a la grada rojilla. Osasuna, al final de 120 minutos, está en semifinales.
Un final de película. Cuando pitó De Burgos Bengoetxea el final de la prórroga, jugadores, exhaustos, se enfundaron en un abrazo único con la grada. Había costado, se puso la elimatoria cuesta arriba con el gol de En-Nesyri, pero al término del encuentro, los futbolistas saltaron en el centro del campo para celebrar la hazaña conseguida. Fueron momentos de liberar la tensión acumulada, y al ya conocido cántico del final del partido le acompañó una vuelta de honor al campo.