El bar Savoy acumula más de 70 años de historia en la calle Francisco Bergamín. Juan José Otazu, el que fuera fundador del establecimiento y padre del actual propietario, Aitor, adquirió el bar-restaurante La Amistad cuando terminó el servicio militar. El nombre original le duró poco. Otazu prefirió llamarle Savoy, como uno de los hoteles más emblemáticos de Londres.
Tras décadas de buen servicio, Juan José falleció y los hijos cogieron el timón. Los hermanos Aitor e Idoia no querían complicaciones con las cocinas. Por eso decidieron ofrecer tablas de quesos, patés, ahumados, pierrades, raclettes y fondues. Cada 20 días, Aitor se desplaza a Francia para comprar los productos de calidad. "Estoy muy feliz porque el bar además de ser fácil de llevar no nos da más que alegrías", afirma el dueño, que acaba de recibir un Solete de la Guía Repsol.
Aitor estaba en el mostrador cuando un cliente le llamó diciendo que al Savoy le habían otorgado un premio por su magia y encanto. Al no saber qué era un Solete, "no entendí la llamada". Ahora bien, cuando "recibí el certificado, comprendí que era una nueva distinción que se otorgaba a nivel de España y que en la hostelería navarra habían caído 20". Pese a ser galardonado inesperadamente, Otazu se muestra firme al preguntarle por los motivos del triunfo. "Estoy seguro de que nos han concedido el Solete por la atención con los clientes. A mí me gusta el trato individual, llegar a cada uno de ellos para afianzar vínculos", subraya.
La terraza del bar-resaturante Savoy - PATXI CASCANTE
Según el actual propietario, otra de las claves para alcanzar el éxito ha sido presentar productos especiales, distintivos y sorprendentes al cliente. "No concibo lo de copiar el pincho a mi competencia. Prefiero probar, inspirar e innovar", confiesa Aitor, que abre el local los mediodías de 13.00 a 15.00 horas y a las tardes de 18.00 a 24.00 horas para brindar los mejores productos al paladar navarro. Al no tener nadie que le marque el precio, Otazu siempre sorprende con lo más sabroso del mercado. "El cliente que acude a Savoy sabe que saborear los mejores quesos y catar los refinados vinos es sinónimo de un esfuerzo económico".
La pandemia
Pese al miedo e incertidumbre, la familia Otazu está satisfecha con la acogida que están teniendo. Al ser un local muy ventilado por el producto (raclettes y fondues) con el que tratan, la mayoría de los clientes están dispuestos a consumir en el interior. Ahora bien, algunos pocos prefieren degustarlo en la terraza. "Lo que más me crispa de toda esta situación es que en momentos puntuales en vez de atender suelo estar aclarando dudas o llamando la atención, señal de que al ciudadano no se le ha aportado la información suficiente" explica. En cuanto a la gestión del producto, Aitor tiene la suerte de trabajar con alimentos envasables y conservables.
Cuando todo vuelva a la normalidad tiene la intención de seguir emprendiendo. Mientras, su propósito es incorporar nuevos productos para final del verano y seguir con los que le han dado fama, incluso lejos de Pamplona. "Hace poco un cliente me contó que se fue a una boda al mediterráneo. Al ver un banquete de quesos se acercó y le dijo al reponedor que tuviera mucho cuidado, que él era de Iruña y por lo tanto, sabía mucho de quesos. Para su sorpresa, el fromlier le respondió que si tanto conocimiento tenía era porque había estado en Savoy con Aitor", finaliza con una sonrisa.