El Scattergories de Puigdemont y la piscina de Carod

Como el sujeto aquel del anuncio del Scattergories, que se llevaba el juego si los demás no aceptaban barco como animal acuático y pulpo como animal de compañía, Puigdemont ha tirado el dado en su casoplón de Waterloo y le ha salido o yo o nada. En su particular concepto de diálogo, que pasa por que se acepte absolutamente todo lo que él pide, deja al resto de mortales a verlas venir. En primer lugar a los cientos de implicados en una causa que sigue abierta. En segundo lugar, al gobierno de Sánchez y a los partidos que han votado sí a la amnistía. En tercer lugar, a una inmensa parte de la ciudadanía que espera ya con mucho hartazgo que el culebrón catalán vaya terminando para que los políticos pasen pantalla y se ocupen de una vez de otros menesteres. ¿Qué más puede añadir el PSOE a un texto que pasó por el filtro de ERC y de la propia Junts en varias ocasiones antes de llegar al Congreso? ¿Qué más se puede añadir a un texto sin que éste se salga de los márgenes constitucionales? ¿Cuándo considerará el Emperador de Girona que la ley es perfecta? ¿Cuándo una ley es perfecta?

Puigdemont quiere su ley. La suya. La Ley de Puigdemont. Sin ninguna autocrítica. Los malos siempre son los otros. Todo lo que hizo lo hizo bien, incluyendo la bravuconada de una declaración unilateral de independencia sin ningún efecto práctico pero sí con muchos daños colaterales que llegan hasta hoy. Estamos en 2024 y ni independencia, ni república catalana, ni nada. Siempre que recuerdo aquellos convulsos meses del procés, me viene a la memoria lo que me dijo entonces en Onda Vasca Carod Rovira (alguien muy poco sospechoso de ser contrario a la causa independentista): "Nos tiramos a la piscina sin agua suficiente".

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01/02/2024