Dicen que el sexto sentido es la intuición. A mí la intuición me parece una suma de los otros cinco. Por ejemplo: el acuerdo de LaLiga con el fondo CVC me huele mal, no lo veo, mi olfato me dice que esté atento, oigo comentarios que me inquietan y, aunque no lo toque, su textura se me antoja cambiante en el contenido (de repente, salen informaciones que desconocíamos pese a lo grueso de todo lo publicado). Mi intuición en negativo sobre los santificados beneficios de ese acuerdo más allá de los próximos cinco años no se basa en estudios rigurosos: para eso ya están las prolijas explicaciones de Fran Canal. La asamblea de sus compromisarios le aplaudió con fuerza después de una de sus didácticas intervenciones a las que nadie oso replicar. Yo, por el contrario, me pierdo con tanto porcentaje, tanto retorno de dinero, tanto nuevo modelo de negocio, tantos clubes que refutan el acuerdo porque quieren hundir a Osasuna, tanto buen osasunista y tanto mal osasunista. Con el debido respeto, tengo para mi que los asistentes a la asamblea votan a favor empujados por un acto de fe más que por entender el contenido de un contrato solo comprensible para avezados economistas. O quizá por eso está redactado así. De hecho solo hubo dos intervenciones de socios: uno, para decir que votaba no porque no le gustaba y, otro, que votaba sí porque había gentes que se habían manifestado para expresar su rechazo. Ya digo, en mi caso solo es intuición y no trato de elevar a la categoría de certeza absoluta ni mis pensamientos ni los recelos por acontecimientos a los que he asistido durante años, algunos de ellos sentenciados en los juzgados en las últimas semanas. Además, por mucho que nos acaloremos con este debate, solo el tiempo pondrá a cada uno en su lugar. Y para muchos será ya demasiado tarde.
En fin, hablamos de algo tan intangible como la intuición; también intuía que Osasuna iba a ganar al Valencia y el partido acabó en goleada. Ya lo explicó en pocas palabras Jagoba Arrasate: "Si no estamos con los cinco sentidos, somos un equipo vulnerable". Y es verdad; los rojillos perdieron en la segunda parte el sentido de su fútbol –tuvo también mucho que ver la buena actuación del rival y la inspiración como solista de un brillante Guedes– y pasaron a ser un equipo blandito en defensa, vulgar en la creación y casi invisible en ataque. El entrenador empleó el adjetivo vulnerable y creo que define bien a Osasuna cuando lo despojas de las virtudes que le hacen fuerte y le dan consistencia. Algo que también es aplicable a la gestión del club cuando las maniobras y la toma de decisiones no van orientadas siempre a fortalecer la unidad de la masa social. Aquí también hay que poner los cinco sentidos.
El partido de ayer nos deja otra lección que sirve para intentar entender todo este entramado montado alrededor de un balón: en el fútbol ya nada es como lo observamos en el campo. El árbitro puede ver in situ un penalti o dar un gol que su instinto le hace pensar que es válido por la posición de las manos del portero, pero el ojo tecnológico reclama su protagonismo, la geometría de tirar líneas se impone a la física del contacto, la imagen congelada es ley y olvídate de la intuición por el empujón dentro del área a Kike García. Todo parece un sinsentido.
Oferta de jugadores gratis. El reciente cierre de mercado puso sobre la mesa los problemas de equipos con un exceso de plantilla. De hecho, fuentes de Osasuna desvelaron que en el club habían recibido poco antes de la conclusión del plazo ofertas para cederles jugadores sin realizar ningún desembolso. No se tomaron en cuenta.