La llegada de las altas temperaturas ha llenado las playas de deportistas que, ataviados con sus neoprenos y armados con sus tablas, capean las olas de nuestros territorios con gran maestría. Pero este ya no es solo un deporte que se practique en verano. Las herramientas para practicar este deporte cada vez más popular han avanzado hasta el punto de que los neoprenos también protegen de las bajas temperaturas que acechan en invierno. Pero, ¿cómo llegó el surf hasta nuestras costas? Y más importante todavía, ¿qué tiene este deporte que cada vez más personas lo practican?
El surf es una actividad lúdica, recuerda el experto Javier Amezaga, comisario de la muestra de surf del Itsasmuseum de Bilbao y editor de la revista especializada Tres60, que señala que para conocer la historia oficial de la llegada del surf a Europa y concretamente al País Vasco, nos tenemos que remontar al año 1956, cuando Biarritz se convirtió en escenario de la película Fiesta, adaptación de la novela de Ernest Hemingway del mismo nombre en castellano, trasladada del inglés con el nombre de The sun also rises. “El productor trajo unos tablones de California con todo el equipo de grabación, que se trajo a España y luego cruzaron la frontera. Él se tuvo que marchar de vuelta, y aquí se quedó el equipo de grabación, las tablas y el guionista -que había hecho surf un par de veces- se puso a hacer surf en la Playa de la Côte des Basques”, recuerda Amezaga.
Allí se encontraban además dos jóvenes de la zona, Barland y Rott, que cogieron las tablas y empezaron a surfear con el guionista, de quien se hicieron amigos. “Y en concreto Barland Rott crearon la primera marca de tablas de surf europea”, rememora Amezaga, al tiempo que señala que se empezó a surfear a este lado de la frontera en el verano de 1964-1965. “Por un lado había dos guipuzcoanos, los hermanos Arteche, en Gros y en la Concha, y luego fueron a Zarautz, que se hicieron sus propias tablas. Y luego estaban José Luis Elejoste y Carlos Pradera, que son los primeros que trajeron tablas Barland de Francia, y empezaron a surfear en Sopela y en Getxo”, retrocede.
“ En concreto Barland Rott crearon la primera marca de tablas de surf europea ”
Y después de estos fascinantes inicios, el surf se empezó a practicar inicialmente entre las clases pudientes. “Aquí empezó a surfear sobre todo gente de Neguri, Las Arenas, veraneantes de Bilbao en Bakio y Zarautz...”, explica este experto, que recuerda que el acceso a las tablas era limitado, porque no había fabricantes locales -el primero fue Patxi Oliden en Orio-.
Y cuando se descubrió la calidad de la ola de Mundaka empezaron a venir desde Australia, Inglaterra y América. “Luego ya se extendió, y ahora es un deporte totalmente abierto a todo el mundo, ya desde los años 80, cuando el boom industrial del surf”, reseña en ese sentido Amezaga, ya que ahora tenemos fabricantes de tablas, y de neoprenos, como Seland, en Urduliz.
Estacional
Y es que, además de ser ahora un deporte cada vez más popular, ya tampoco entiende de estaciones. Antes era el verano la época por excelencia para practicar este deporte, pero ahora cualquier momento es bueno. Y es que recuerda Amezaga que el mejor momento para montar nuestras olas es otoño-invierno, cuando estas son más grandes. “Ahí las olas son más grandes”, afirma, al tiempo que recuerda que “tenemos una costa privilegiada”.
Algo con lo que coinciden desde Surf Euskadi, desde donde destacan que el surf de ola grande encuentra en Euskadi una de las costas “más proliferas de todo el continente europeo”. Desde la ría de Bilbao hasta la capital donostiarra, surfers de estas olas y el público aficionado pueden experimentar la verdadera fuerza y potencia del mar cantábrico. “Las mejores sesiones se dan en la temporada de otoño-invierno, desde el mes de octubre hasta el mes de febrero, pero siempre hay lugar para las sorpresas”, aseguran a través de su página web.
“Tenemos la famosa ola de Mundaka, considerada la mejor de Europa”, recuerda Javier Amezaga
“Tenemos la famosa ola de Mundaka, considerada la mejor de Europa, además en un entorno maravilloso, pero hay todo tipo de olas porque la costa da posibilidades”, asegura, al tiempo que enumera por ejemplo Sopela, además de que se han demostrado los beneficios para la salud de este deporte: al fin y al cabo, además de ponernos en forma, nos enseña a mantener el equilibrio y el temple al enfrentarnos a la ola, así como los beneficios propios del agua de mar, que ya se han estudiado en innumerables ocasiones.
Y el papel de las mujeres es cada vez más importante. Al fin y al cabo, aunque siempre ha habido chicas que hacían surf, se han incorporado muchas más mujeres. “De hecho, en las escuelas de surf hay actualmente un sesenta por ciento del alumnado que son chicas, aunque luego se quedan más chicos que chicas practicando”, afirma Amezaga, que destaca que en el equipo del Basque Team hay “surfistas muy buenas. Hay bastante nivel, aunque creo que ha sido general en todos los deportes, no solo en el surf”.
“Seland ha creado unos neoprenos para personas con discapacidad”, añade
Además, también es cada vez un deporte más inclusivo, algo en lo que este experto siente que se ha avanzado mucho. También en la fabricación de tablas específicas, adaptables además para cada una de las personas. “Y la marca Seland ha creado unos neoprenos para personas con discapacidad. Porque ponerse un traje de goma es complicado, y estos son totalmente desmontables. En ese aspecto también somos punteros en Euskadi”, explica.
Olas artificiales
Y, donde también son punteros es en la creación de las olas artificiales, esas que también vimos coger a Shakira en Aizarnazabal, en Gipuzkoa, hace un par de años. “Tenemos industrias en Euskadi muy importantes”, reconoce en ese sentido Amezaga, que en su libro La historia del surf a través de Tres60 cuenta también la historia de estas olas artificiales, toda una revolución.
Porque hay opciones de sobra para capear las olas de toda nuestra cornisa cantábrica, solo nos hace falta ya armarnos de un buen protector solar, una tabla y un neopreno, y disfrutar de las maravillas que puede ofrecernos nuestro entorno, en una ubicación privilegiada y con olas para todos los gustos y niveles. ¿Aceptan el reto?
Con ADN vasco
Buenas olas. Una de las claves de nuestros territorios son las olas. “Hemos tenido que salir fuera y gente de fuera venir aquí para darnos cuenta de que tenemos una costa privilegiada”, reconoce Javier Amezaga.
Olas artificiales. Y la Comunidad Autónoma Vasca también es puntera en la creación de olas artificiales. Hace unos años Shakira estuvo en Gipuzkoa surfeando la de Aizarnazabal.
Neoprenos adaptados. Hay neoprenos para paliar el frío, pero también adaptados para personas con diversidad funcional. Seland ha creado unos neoprenos, y también hay tablas adaptables.
Personal
Javier Amezaga acaba de editar un nuevo libro, La historia del surf a través de Tres60. Y es que él es el editor y fundador, junto a otros socios, de la revista especializada Tres60, que se remonta al año 1987. “Cuento un poco todas mis vivencias con el surf, hablo de la historia de Tres60 y de anécdotas, viajes, cosas con las que me he encontrado y que hemos publicado con los años”. Son 200 páginas de relatos y fotografías, donde se habla también de la industria del surf, el descubrimiento de olas como la de Mundaka, donde se explica la historia de quiénes la descubrieron.
Entre estas historias hay cabida también para las anécdotas curiosas, y para los anuncios que antes eran populares y que ahora no se publicarían. Y, sobre las olas artificiales, también encontraremos entre estas páginas la historia de esta industria, toda una revolución también en nuestros territorios, donde podemos encontrar, sin ir más lejos, la de Aizarnazabal en Gipuzkoa. Porque cualquier ocasión es propicia para surfear.
Curiosidad
¿Sabían que en el fondo del Itsasmuseum hay un libro postal traído desde Hawái en el año 1912? Tal y como recuerda Javier Amezaga, es único, y fue donado por un hombre de Vitoria. “Hace unos cuantos años me llamó a la revista un hombre de Vitoria diciendo que tenía esto, a ver si podía ser interesante”. La historia hace referencia a Ignacio de Arana, cónsul de España en Hawái, donde estuvo unos años para volver a Vitoria en 1912 con este libro y dos tablones Olo hawaianos. Se estaba construyendo una casa en Maeztu, y lo destinaron a Bristol, donde falleció en 1918 de la llamada gripe española. “En su nueva casa sin terminar se quedaron los tablones y el libro. Los tablones los quemaron durante la Guerra Civil para hacer leña y desaparecieron”, rememora Amezaga. Su sobrinonieto fue quien se puso en contacto con este experto, y al final donó lo que quedaba al museo marítimo.