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El ‘tardeo’ inmaduro

Entre los nuevos usos de ocio –y consumo– que hacen fortuna está eso que llaman tardeo. Se parece al modo de socializar que teníamos décadas atrás, cuando quedábamos a primera hora de una tarde ociosa y pasábamos unas horas en un local de hostelería charlando, escuchando música o echando una partida de cartas o de kinito, según cada cual.

Como invento, tiene más que ver con la construcción de espacios de consumo y escaparate, porque un tardeo pierde la mitad de su sentido si no te ven otros que, al compartir uso y espacio, te reconocen como sus iguales. Luego cada cual se disuelve en dirección a su lonja, su discoteca o su local de alterne favorito, el que los tenga.

De puro simple, es casi inocente. Pero ocurre que hay quien entiende el tardeo como quedar con los colegas para protestar contra el sistema, ponerse un pasamontañas o la capucha de la sudadera con un pañuelo y arremeter contra el mobiliario urbano que nos oprime y es enemigo del pueblo. Reproduce el fenómeno del otro tardeo: es importante que quienes lo practican te reconozcan como igual, que te autoafirmes en la tribu. Como las pelis de terror adolescente, que se parecen unas a otras y basta con cambiar el asesino en serie por el depredador animal y el monstruo extraterrestre por el vampiro, la trama es calcada. En estas movidas da un poco igual que la peli vaya de parar al fascismo –representado en el equipo rival– o proteger la iniciativa social de un gaztetxe. Mismo outfit, misma tonadilla en el eslogan y mismo divertimento reivindicativo con los colegas. Luego, ya, cada uno a su lonja o su disco. Un secreto: también esto se practicaba hace décadas. Supongo que cada generación tenemos que experimentar nuestra propia fase de inmadurez.

2025-04-06T07:59:32+02:00
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