Polideportivo

El Tour de los 50 peniques

Tadej Pogacar, exuberante, y la incógnita de Jonas Vingegaard, sin competir desde la caída en la Itzulia, buscan el desempate en la carrera francesa que comienza este sábado Florencia con una etapa exigente
Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar buscan el desempate. / Sprint Cycling

Fred Craggs, un ciudadano inglés, un tipo humilde, un vecino cualquiera que se dedicaba a la venta de fertilizantes, se convirtió en una celebridad con una apuesta de caballos. Craggs invirtió 50 peniques en un apuesta combinada en la que había que adivinar cuáles serían los ocho corceles que ganarían sus respectivas carreras. Un imposible. Las probabilidades son escasísimas. Ganó un millón de libras.

Aquel episodio ocurrido en 2008, en Yorkshire, se le conoce, por razones evidentes, como el Milagro de Craggs en el ambiente del turf. El afortunado vencedor del boleto, que siguió haciendo vida normal, le preguntaron cuál había sido el sistema que empleó para conseguir semejante logro. Simplemente dijo que apostó a los caballos que él creía que podían ganar, si bien estos no eran los favoritos. El conocimiento, el azar y la intuición le premiaron.

El Tour de Francia que nace este sábado en la cuna del Renacimiento, en Florencia, reduce las opciones a un posible victoria de la Grande Boucle a dos hombres: Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard. La apuesta parece sencilla, pero lo intrincado no surge del debate de la prevalencia de ambos –campeones de las últimas cuatro ediciones (2020 y 2021 para Pogacar) y (2022 y 2023 para Vingegaard)– sobre el resto de competidores.

El danés y el esloveno, en dura pugna. Efe

Otras alternativas

Primoz Roglic, Remco Evenepoel y, tal vez, Carlos Rodríguez rastrean a Pogacar y Vingegaard. La distancia entre el esloveno y el danés respecto a los demás se antoja sensible. En cualquier caso el Tour es una aventura no exenta, precisamente, de contratiempos y problemas.

La Odisea del julio francés propone a los dos fenómenos, pero no se puede excluir una sorpresa que provenga desde otros opositores al podio. En ese recuento, Roglic parece el más sólido. Evenepoel debuta en la carrera y si bien las cronos le conceden ventaja, su respuesta en la alta montaña es una incógnita. Después se recitan nombres como el Carlos Rodríguez, un ciclista muy regular, de aliento largo y consistente en todos los terrenos. Fue quinto el año pasado.

En ese grupo, se concentra la mayor igualdad. Adam Yates, tercero en 2023, es el escudero de Pogacar, pero una opción al podio. Ese mismo lenguaje envuelve a Juan Ayuso, otro alfil del esloveno, debutante. Matteo Jorgenson, acompañante de Vingegaard, podría merodear el podio. Además, Enric Mas y Simon Yates también acuden con el anhelo de estar arriba.

Dudas con Vingegaard

Sin embargo, cualquier arte adivinatoria respecto al posible vencedor, se supedita al enigma que encripta el Tour: el estado de forma real del danés, el vigente campeón. Solo él y los miembros de su equipo saben cómo está. Ese conocimiento, en cualquier caso, es relativo.

Únicamente midiéndose con el resto y, sobre todo, con Pogacar, el hombre a batir, precisará si el danés puede conquistar nuevamente el Tour de Francia y desempatar en coronas con el esloveno volador.

Desde su grave caída en la Itzulia, Vingegaard no ha podido competir. En la maldita curva de Olaeta, ovillado, el danés se fracturó la clavícula derecha, varias costillas y sufrió un neumotórax, la lesión más preocupante. Permaneció ingresado en el Hospital de Txagorritxu durante 12 días, algunos de ellos en la UCI.

Desde que abandonó el centro hospitalario, el 16 de abril, el danés emprendió una contrarreloj para presentarse en Florencia. Era su renacimiento. “Esto es una victoria para mí”, dijo en la presentación de equipos.

“Si me preguntas si puedo ganar, la respuesta es que no lo sé. Sin la caída habría respondido que sí, pero ahora,... Tengo esperanzas, he trabajado bien, mi nivel de forma es bueno, pero no sé cómo va a responder mi cuerpo en tres semanas”, prosiguió.

Pletórico Pogacar

En el lado opuesto, bajo una lluvia de pétalos de rosa y gloria ha transitado el curso de su némesis. Pogacar, vencedor de la Strade, la Volta y Lieja, conquistó recientemente el Giro con una exhibición sin parangón. Imperial su actuación de punta a punta. 20 días en rosa. Venció la Corsa rosa con más de diez minutos de ventaja sobre sus perseguidores y se embolsó media docena de etapas en todos los parajes. Enfatizó su potencia en las cronos y se paseó en la montaña. Silbó una melodía de seducción para vencer el Giro.

Tadej Pogacar mira hacia atrás para situar a Jonas Vingegaard en el Puy de Dome. Efe

Descomunal su exhibición, obscena su superioridad. Con esas credenciales y con el mensaje de que “está mejor que el año pasado”, arriba al Tour. A Bilbao, en 2023, se presentó tras sufrir una fractura de muñeca en Lieja. Esta vez, su andadura no ha padecido ni un pellizco, aunque en Florencia dijo que días atrás había pasado el covid, pero que no le afectó demasiado.

Mientras Pogacar disfrutaba del lujo y del oropel en el Giro, donde levitó, –corría contra sí mismo porque a los rivales no les alcanzaba para sombrear la dicha– Vingegaard trataba de reconstruirse, de recuperar su mejor versión o, al menos, una que le serviría para llegar a Florencia.

Tras sus primeros paseos en bici a comienzos de mayo y de entrenar en Mallorca días después, el danés acudió a Tignes, a la concentración en altura que su equipo, el Visma, desarrollaba en los Alpes franceses para afinar el Tour.

En esas sesiones, el danés fue encontrando su sitio, asimilado los esfuerzos en una preparación que no pudo ser idónea, según afirmaron desde su formación, pero que le hizo recuperar el pulso competitivo para poder encarar un desafío mayúsculo: medirse al mejor Pogacar desde un posición de posible debilidad.

Comienzo muy exigente

Los antecedentes sugerían una igualdad máxima en caso de que ambos alcanzasen su cenit en el Tour, pero hasta que la carrera se desabroche no habrá un dato empírico que constante la jerarquía.

El chupinazo de la carrera, –el Tour acumula 52.230 metros de desnivel y totaliza 3.498 kilómetros repartidos en 21 jornadas: 8 en llano, 4 de media montaña, 7 de montaña (con 4 metas en alto en Saint-Lary-Soulan Pla d’Adet, Plateau de Beille, Isola 2000, col de la Couillole), y dos contrarrelojes– fija un escenario muy exigente que puede validar la candidatura de Pogacar.

Vingegaard, sin un dorsal desde la Itzulia, se enfrenta a la mejor versión del esloveno, según han traslado él y su equipo, en un arranque de Tour salvaje que puede descabalgar a Vingegaard.

La lógica establece que Pogacar y sus huestes buscarán dañar al danés lo antes posible, aprovechando su falta de competición y las dudas que él mismo pueda tener sobre su rendimiento en un inicio sumamente hostil si no se encuentra en un estado de forma óptimo. ”Los primeros días trataré de no descolgarme y poco a poco poder ir ganando en potencia”, dijo el danés.

Un duro primer bloque

El primer bloque del Tour acumula, además de dos etapas complejas de inicio, un día por las alturas, con el Galibier, una crono de 25 kilómetros donde nadie puede camuflarse en el abrigo del equipo y un día infartante, por nervioso, en los tramos de sterrato de Troyes.

A priori, el ecosistema ideal para el asalto que pretende Pogacar siempre que el cálculo otorgue validez a la presunta debilidad de Vingegaard.

La segunda semana el viento puede fijar el rumbo del Tour a través de los abanicos. Si no sopla la furia de Eolo, la jornada en el Macizo Central y la escalada a las alturas pirenaicas, son los escollos fundamentales. La montaña siempre criba. Es la ley de la carretera. Sobresale la segunda etapa de los Pirineos como uno de los puntos cardinales de la Grande Boucle.

Dos etapas en los Pirineos

Asoman los Pirineos y el mítico Tourmalet, primer puerto de una etapa que trepa después Hourquette d’Ancizan y se remata en Saint-Lary Soulan. La primera es una etapa clásica de Pirineos, donde ya se dejará notar la fatiga porque es la antesala de la tercera semana.

El segundo test en los Pirineos presenta un recorrido con casi 5.000 metros de desnivel y 198 kilómetros. Esperan cinco ascensiones: Peyresurde, Mente, Aspet, el durísimo Agnes, con 10 kilómetros al 8,2%, y el final en Plateau de Beille, 15,8 kilómetros al 7,9%. Una de las jornadas clave del Tour.

Terrible tercera semana

La Grande Boucle se adentrará entonces en la infernal tercera semana, que arrancará con una jornada dura y eléctrica con final en Superdévoluy. Aguardan tres puertos conectados en los últimos 40 kilómetros. Espera después otro día clave en los Alpes.

Final en Isola 2000, 16 kilómetros al 7 %, uno de los grandes puertos del Tour. Antes, se debe ascender a La Bonette, casi 23 kilómetros al 6,9 % y por encima de los 2.800 metros.

La penúltima etapa es un concentrado de exigencia. Un tratado para la supervivencia. 133 kilómetros pero con casi 5.000 metros de desnivel acumulado. La última ascensión a Couillole es muy dura. 15,7 kilómetros al 7,1 %. Antes hay que subir Braus, Turini y Colmiane. Probablemente el día mas duro del Tour. A la carrera no le espera el clásico paseo triunfal en París.

El ocaso es una crono de 34 kilómetros entre Mónaco y Niza, un escenario suficiente para una sorpresa final con una subida a la Turbie y seguidamente al Col d’Eze. En Niza se resolverá el misterio del Tour. Tal vez Fred Craggs conozca la identidad del vencedor y haga su apuesta. Pogacar o el enigma Vingegaard. El Tour de los 50 peniques.

29/06/2024