Vida y estilo

El tren cremallera que sube a Larrun cumple cien años

Se construyó por el capricho de la emperatriz Eugenia de Montijo, que se enamoró de la ascensión a la mítica montaña que es muga entre Navarra e Iparralde
El tren, llegando a la cima de Larrun procedente del col de Saint Ignace, en Sara. / M.A.R.

Se le conoce como Larrun, Larun y en francés La Rhune (antes Larhune) y es una montaña muy peculiar por diversas razones. En primer lugar porque su cima, a 905 metros de altura, es muga entre Navarra (en el término de Bera) y Lapurdi. También porque después de llegar hasta arriba puedes comer algo, beber e incluso hacer algunas compras en las ventas ubicadas en la cúspide, sobre todo en verano. Y porque hasta lo más alto llega un tren de cremallera (utiliza un tercer riel dentado para subir) que en este 2024 cumple su centenario.

Una montaña con una silueta muy marcada (con su gigantesca antena de televisión instalada en 1960) y que, al comenzar casi al nivel del mar, parece más alta de lo que realmente es. Es muy habitual que las nubes se estanquen en la parte alta del monte (conviene siempre llevar una chaqueta por si acaso), incluso en días poco nublados, pero si acompaña la suerte, en un día despejado y de buena visibilidad las vistas desde arriba, con una panorámica de 360 grados, son espectaculares, no sólo a los Pirineos (se considera a Larrun parte de la cordillera pirenaica), sino a tierras navarras, bajonavarras y guipuzcoanas y al litoral guipuzcoano, lapurtarra e incluso a la costa de las Landas. La magia del mar de nubes cuando se quedan un poco más abajo de la cima también puede compensar una subida en un día nublado.

Un caballo, ante el mar de nubes que en muchas ocasiones se puede disfrutar en la cima. M.A.R.

Fauna y flora

Muchos atractivos para una montaña en la que abundan los rebaños de ovejas manech, una raza local pelirroja o de cabeza negra, con un vellón largo y blanco que cuelga y cuyas hembras no tienen cuernos. Su leche, que se recoge entre diciembre y julio, se utiliza para elaborar quesos mixtos o puros. También es fácil ver a los pequeños caballos de raza pottok, que apenas superan 1,30 metros y que viven nueve meses al año en zonas montañosas.

Unos caballos que casi pueden parecer pequeños al lado de los buitres leonados, aves carroñeras de hasta 2,70 metros de envergadura que vigilan las laderas desde lo alto y que gracias a su gran vista detectan cadáveres a grandes distancias, contribuyendo al equilibrio ecológico de la montaña.

Vista de la cima con un caballo en primer plano. M.A.R.

Entre la flora destaca una pequeña planta carnívora, Rossolis (Drosera Rotondifiola), que cuenta con unas hojas redondas erizadas con unas pestañas cubiertas de un pegamento dulce que paraliza a los insectos y cuya recolección está prohibida. Su nombre significa ‘rocío del sol’ y le viene porque cuando le da la luz la zona humedecida brilla.

Historia y leyendas

Más allá de la naturaleza, los restos de dólmenes, túmulos y cromlechs evidencian que el ser humano dominó este lugar desde la Prehistoria por su privilegiada situación y el control que se podía tener de todo el entorno desde arriba.

Las ventas de la cima, en un día de nieve. M.A.R.

Como no podía ser de otra manera en una montaña con tanta historia, hay algunas leyendas que se han ido extendiendo con el paso de los siglos. Una de ellas asegura que en sus entrañas vivía una serpiente de siete cabezas, de nombre lehensugea, y que un día escupió el oro y la plata que había en el interior de la montaña. Esos metales nobles descendieron por las laderas en forma de ríos ardientes que arrasaron los bosques de la zona, lo que explicaría la ausencia de bosques en Lapurdi.

El capricho de Eugenia

Mucho más recientemente, Larrun se puso de moda por el interés de la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, que veraneaba en Biarritz, se encaprichó de esa montaña e insistió en que le construyeran un tren para llegar con facilidad hasta arriba. Spoiler: no lo conoció en vida, y eso que pasaron nada menos que 61 años desde que subió por primera vez hasta que murió.

Los pasajeros del tren cremallera disfrutan de las vistas durante el trayecto. Jean-Marc DECOMPTE©CG64

La aristócrata española y emperatriz consorte hizo una excursión a la cima en 1859, cuando tenía 33 años, y esa ascensión le marcó. Un año después se instaló en la cumbre un obelisco de granito en su honor, que ahí sigue a día de hoy. Pese a que la granadina falleció en 1920 con 94 años, el tren todavía no estaba terminado y por lo tanto no pudo probarlo.

El obelisco emplazado en la cima en honor a la emperatriz Eugenia de Montijo. M.A.R.

La idea de construirlo como un proyecto serio surgió entre 1908 y 1909, pero las obras para llevar una vía férrea hasta arriba no comenzaron hasta 1912 y tuvieron que paralizarse dos años después y hasta 1919 con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Tras reanudarse, el 25 de abril de 1924 se inauguró el primer tramo, partiendo del col de Saint Ignace, en Sara (a 12 kilómetros de San Juan de Luz), y muy poco después, el 30 de junio, el tren llegó hasta la cima.

Una cima con mucha actividad

El éxito de la infraestructura propició que en 1928 se abriera en la cumbre el primer local de hostelería, el Café Capdupuy, al que fueron siguiendo nuevas ventas. Hoy en día hay tres, Larrun Gain, Udako Etxea y Larungo Kaiola, las tres en terreno perteneciente a Bera, que siguen propiciando un inusual y acogedor buen ambiente arriba cuando llega el buen tiempo.

Es habitual que en la cima tengan lugar eventos singulares, como liberación de aves rapaces, juegos o jornadas musicales, sobre todo en los días de verano, cuando con la llegada de los trenes a la cima y con la gente que llega a pie la cumbre suele estar bastante concurrida.

El lujo de llegar arriba y poder tomar algo en las ventas. M.A.R.

Trenes con materiales originales

Los trenes (no hay un único tren, sino cuatro, y se pueden cruzar en un punto del camino), que se han ido renovando con el paso de las décadas, siguen utilizando los mismos materiales que en 1924: el techo es de pino de los Pirineos; el suelo, de pino de las Landas; las láminas, de castaño de Ariège; y la plataforma, de iroco, una madera imputrescible originaria de África. Y se desmontan, revisan y ponen a punto de forma artesanal todos los años al acabar cada temporada, en la que se calcula que transportan a más de 350.000 visitantes.

Reservas, tarifas y visitas guiadas

El tren, que parte de la estación de Saint Ignace (Sara), donde se puede disfrutar de una exposición sobre la técnica de la cremallera, suele comenzar a funcionar al llegar la primavera. Este año debutó el 30 de marzo y permanecerá operativo hasta el 3 de noviembre. Con salidas cada cuarenta minutos, se pueden comprar los billetes on line o, si quedan disponibles, en la propia estación, donde hay abundantes plazas para aparcar el coche y varios restaurantes y tiendas. La subida dura unos 35 minutos, a una velocidad, 9 kilómetros por hora, perfecta para disfrutar del paisaje. En el caso de comprar los billetes de ida y vuelta, hay 80 minutos para pasear por la cima y tomar algo antes de emprender el descenso, con lo que en total la excursión comprende dos horas y media. También se puede subir andando (desde Bera, Lizuniaga o Sara, entre otros puntos) y bajar en tren comprando el ticket en la pequeña estación de arriba si quedan plazas. El precio del viaje (ida y vuelta) es de 24 euros para adultos y de 16 euros para niños de 4 a 12 años. Los menores de 3 años no pagan y existe un paquete familiar para dos adultos y dos niños menores de 12 años por 76 euros. Las personas con movilidad reducida pueden acceder por 16 euros y es posible subir con perro en el tren, con un coste de 6 euros por can. Para grupos de 20 o más personas hay precios especiales. Además, en verano existe la opción de disfrutar de visitas guiadas en la cima (algunas son en francés y otras en castellano) para conocer la historia del contrabando, la cultura y las tradiciones de la zona por dos euros más.

08/09/2024