El 10 de julio de 2018 fue un día muy especial para la orduñesa María Luisa Goikoetxea. Con una mezcla de nervios y emoción, se enfrentó a su primer viaje de ida y vuelta en tren entre Orduña y Bilbao con la única compañía de su inseparable scooter y emprender, así, el sueño por el que llevaba luchando desde finales de 2015, cuando se dio cuenta de que la línea de cercanías C-3 no estaba preparada para que personas en silla de ruedas, u otro tipo de vehículo ligero adaptado, pudieran acceder a los vagones. Ella, a pesar de los daños físicos producidos por un ictus, quería autonomía e independencia para acudir a las sesiones de rehabilitación en Bilbao, pero le resultaba imposible.
A pesar de ello, la orduñesa nunca se rindió ni se resignó ante esa dura realidad. Al mismo tiempo que se esforzaba por sobreponerse –poco a poco y paso a paso– a las importantes secuelas del ictus, comenzó una campaña de recogida de firmas a través de change.org que reunió 121.000 apoyos y que entregó en la sede del ministerio de Fomento de Madrid junto al artista El Langui, encabezó manifestaciones de protesta, escribió un libro relatando su experiencia e, incluso, llegó a volar en ultraligero. Todo con un único objetivo: exigir a Renfe la plena accesibilidad a los trenes. Y ese 10 de julio de 2018, con gran satisfacción, con una sonrisa tan incombustible como su fuerza interior y con los ojos brillantes de ilusión, pudo por fin exclamar: “¡Prueba superada!”. Fue la elegida para participar en la prueba piloto de un sistema de rampas manuales para facilitar el acceso a los vagones en sillas de ruedas o, como en su caso, en un scooter eléctrico adaptado.
Más de cinco años después, María Luisa Goikoetxea reanuda la lucha. Y no por ella. Lo hace para pedir la accesibilidad a trenes para todo aquel que lo necesite porque, un lustro después, sigue siendo la única beneficiaria del sistema de plataformas móviles implantado en la línea C3 de Renfe.
“Soy una privilegiada y estoy muy cabreada, porque siento que estoy defraudando a todo el que me apoyó”, afirma. El primer paso que ha dado ha sido remitir un correo electrónico al presidente de la compañía ferroviaria en el que, tras un resumen de los antecedentes de su caso y su campaña reivindicativa, explica que “se me ofrece una prueba piloto a la que accedo con gran ilusión, esperando que al finalizar sea para todo el que lo necesite. Tengo que resaltar que me he sentido exquisitamente tratada, pero la prueba piloto se extendió más de lo deseable y luego llegó la pandemia, por lo que dejé de viajar durante ese periodo”.
La solución: Voluntad
Una vez recobrado el servicio, “pregunté si lo podía utilizar todo el que lo solicitara y la respuesta negativa me ha defraudado”, asegura para, después, recordar que “el objetivo era que fuera para todo el que lo necesitara”. Goikoetxea sufre especialmente “cuando se me acerca alguien en el tren y me dice que se lo han denegado para algún familiar. Me duele, me cabrea y me siento comprada”, añade con firmeza. Para la orduñesa la solución es sencilla, tan solo requiere voluntad. “Sé, por experiencia propia, que en Cataluña existen unidades realmente adaptadas. Yo misma he podido viajar en ellas. Y me consta que en otras comunidades, también las hay”. Por ello, lo que solicita a Renfe es que “una de esas unidades se reincorpore a la línea Orduña-Bilbao. Con una sola sería suficiente porque si cubriera constantemente el trayecto de ida y vuelta los que tenemos movilidad reducida nos adaptaríamos a unos horarios y frecuencias ya preestablecidos”.
Insiste María Luisa Goikoetxea en que los trabajadores designados para poner y quitar la plataforma móvil cada vez que ella necesita el servicio “son, siempre, encantadores”, pero reitera: “la accesibilidad a los trenes tiene que ser universal. Con solo un convoy con un vagón adaptado sería suficiente. No entiendo por qué no lo hacen” .