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El último chapuzón en Gamarra

Las piscinas de Gamarra cierran la campaña con una jornada de sol y notable afluencia de público. Los trabajadores del recinto destacan la ausencia de incidencias graves en estos meses de verano
Último día en las piscinas de Gamarra
Último día en las piscinas de Gamarra

“El Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz les da la bienvenida al parque de Gamarra, deseando pasen un agradable día. Hagan un buen uso de las instalaciones para un mayor disfrute de todas las personas usuarias”. Es mediodía, el sol aprieta fuerte y la megafonía de las piscinas municipales ubicadas en la ribera del Zadorra recibe a los usuarios –son las 12.00 horas y ya son algo más de mil– que vienen a disfrutar del último día de apertura del complejo vitoriano.

En la zona de parrillas, el humo ya sale por las chimeneas, empieza a oler a carne y suena la música. A la sombra de los árboles, Griselda y su familia preparan la fiesta de cumpleaños de su sobrino, de seis años. Mientras hincha los globos, Griselda explica que suelen venir habitualmente a las piscinas de Gamarra. “Este verano ha habido mucha gente, más que otros años, pero hemos estado muy bien”, afirma.

Más hacia las piscinas, las zonas más sombreadas empiezan a ser ocupadas por sillas, mesas, neveras y toallas. Los usuarios llegan con tarteras de comida y barras de pan, con manguitos y esterillas, dispuestos a gozar de la última jornada de piscina de este caluroso verano. En apenas veinte minutos han entrado otras trescientas personas, y ya en las piletas el ambiente se empieza a animar. Para evitar que el disfrute acabe en disgusto están Pablo y sus compañeros, los socorristas de Gamarra, que pese a la afluencia de este verano no han tenido problemas importantes.

“Sí que ha habido incidencias, de todo un poco. Rescates acuáticos, tableros espinales, pero ha salido todo adelante”, señala el socorrista, quien explica que la mayoría de las atenciones que han tenido que prestar han sido debidas a “cortes o picaduras”, que “se han resuelto bastante bien entre los socorristas, nos hemos coordinado bien”.

En cuanto al cumplimiento de la normativa, y aunque “siempre hay gente más traviesilla”, en general su trabajo pasa por recordarle a la gente que a las piscinas municipales se debe acceder siempre con gorro. “Se les indica dónde pueden comprar y listo”, afirma. También deben hacer pedagogía para explicar a mucha gente que acude a ellos a quejarse del uso de burkinis, que “es legal, es una prenda de baño, pero hay gente que no lo entiende muy bien y lo ven como prenda de ropa”.

Además, de cuando en cuando hay que llamar la atención a algún padre o madre que no vigila con el suficiente celo a los hijos que no saben nadar, tanto “nosotros mismos como a través de las cuñas de información”.

Poco antes, de hecho, en la puerta sur llega por el walkie-talkie la advertencia por parte de los socorristas de que un niño que no sabe nadar se está bañando sin manguitos pese a haber sido ya advertido con anterioridad. Inmediatamente se activa la megafonía: “El personal socorrista es el responsable del recinto de piscinas. Sigan sus instrucciones”.

Raúl, uno de los controladores que asesora a la gente cuando no acierta a abrir el torno con su tarjeta municipal, o les ayuda a pasar carritos y otros enseres voluminosos, asegura que a pesar de estos incumplimientos, en general ha vivido un verano tranquilo. “No hemos tenido muchos problemas, al principio pensábamos que igual la gente venía un poco loca tras la pandemia, pero no, ha habido un poco lo de siempre, y aunque siempre hay alguno que la lía, en general ha ido todo bien”, asegura.

Vuelta a la normalidad

Este ha sido el cuarto año de Raúl en Gamarra y “se ha notado la vuelta a la normalidad después de estos años, la gente tenía ganas de venir, y encima con estos días de cuarenta grados que hemos tenido han aprovechado”, tanto para darse un chapuzón como para hacer uso de las barbacoas.

Por oro lado, pese a que los accesos a la piscina son uno de los puntos calientes de la instalación, el trabajo de Raúl y sus compañeros no pasa únicamente por estar en la puerta. “Nos encargamos de ayudar a la gente a que esté a gusto en el parque; cualquier problema que haya intentamos solucionarlo. Estamos para que todo funcione como debe ser”, afirma.

En torno a las piletas, las familias juegan a las cartas, leen el periódico o pican un poco antes de desenfundar el bocata. Maite, Sendoa, Ieltxu y Oier buscan un hueco en el que ubicarse entre el gentío, pues aunque no hay tanto público como en los días más duros de las olas de calor, la afluencia es ya importante a estas horas. Esta familia ha venido desde Santurtzi hasta Vitoria para conocer las piscinas después de que Oier viniera en julio con el colegio y contara en casa las bondades de la instalación. “La piscina está muy bien, es grande y hay mucho ambiente”, señala el menor. Su madre, Maite, explica que “como las iban a cerrar y era el último día hemos decidido venir. Está muy bien, hay gente pero tampoco está muy a tope”.

2022-09-13T05:45:03+02:00
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