El último vuelo de Yulimar

“Quería un salto más grande”. Era la confesión de una saltadora que perseguía un nuevo récord mundial en el triple salto. Es decir, colgarse el oro en el Mundial que se celebra en Eugene, del algún modo, era lo lógico. Pero Yulimar Rojas no saltaba por la presea, sino por prolongar la leyenda, por dejar una huella imborrable para el paso del tiempo.

De hecho, lo extraordinario fue ver a la atleta venezolana, al menos un instante, como segunda clasificada. Porque mientras sus rivales buscaban traspasar la frontera de los 15 metros, lo que nadie excepto ella logró, Yulimar encaraba el reto de batir el récord que ella misma estableció en los pasados Juegos Olímpicos, sus inhumanos 15.67, porque, como admite, su “meta más importante son los 16 metros y sé que estoy cerca, siento que lo tengo en mis piernas”. En Oregón se clavó en los 15.47, la mejor marca mundial del año, la sexta de todos los tiempos y la segunda de la historia de los mundiales. Después de pasear su ambición se hizo terrenal: “Este oro es un premio a la constancia y a la voluntad, porque no he podido competir todo lo que me hubiera gustado”.

Su tercer oro

La venezolana de 26 años dejó en el retrovisor a la jamaicana Shanieka Ricketts (14.89) y a la estadounidense Tori Franklin (14.72) para sumar su tercera medalla de oro en el triple salto y el sexto título mundial entre los de pista cubierta y aire libre. Números que le permiten soñar con alcanzar los nueve títulos del cubano Iván Pedroso. Rojas no pierde un concurso mundial u olímpico desde Río 2016. Por de pronto, ostenta ocho de los diez mejores saltos de la memoria del atletismo. Y, para desazón de toda su competencia, parece que la venezolana podrá seguir amasando trofeos.

“No ha sido una de mis mejores competencias pero he logrado un buen registro teniendo en cuenta que venía de una preparación corta y que tuve que sobreponerme a una lesión”. Palabras que resultan temibles al ser emitidas por una Yulimar Rojas que sigue suspirando confiada en volar 16 metros.