El valle del Urola, en el corazón de Gipuzkoa, cuenta con una vía verde de la que una parte importante recorre el antiguo trazado del viejo ferrocarril del Urola y transcurre más o menos paralela al río que le da nombre. Adaptada tanto para excursionistas a pie como cicloturistas, el recorrido une Legazpi, en el parque natural del Aizkorri y donde nace el Urola, hasta la marinera villa de Zumaia, en la que el mar choca contra sus poderosos acantilados.
El punto de inicio se sitúa en el parque Mirandaola de Legazpi y a lo largo de los casi 40 kilómetros se intercalan bidegorris y la vía verde, realizando un recorrido que cruza los 29 túneles y 19 puentes y viaductos que dejó el trazado del ferrocarril del Urola. El camino llega sin interrupción hasta el barrio de Iraeta, en Zestoa. Desde aquí y durante cuatro kilómetros, el recorrido sólo se puede realizar por carretera hasta el barrio de Narrondo, en Zumaia, donde se ofrece de nuevo acondicionado para peatones y ciclistas, por lo que habrá que ser especialmente prudentes para evitar accidentes
Los últimos kilómetros llevan al antiguo muelle de carga y descarga de Zumaia, donde muere esta vía verde.
De Legazpi a Zumarraga
El río Urola nace en el parque natural de Aizkorri y llega a Legazpi por el barrio de Brinkola. Pronto sus aguas van cogiendo cuerpo y antes de adentrarse en el núcleo urbano de este pueblo fueron aprovechadas para la industria del hierro. La ferrería de Mirandaola así lo atestigua unos metros antes de llegar al Museo del Hierro Vasco. Del siglo XV, es la única que se conserva de las siete que se sabe existían en Legazpi. Perfectamente restaurada, todavía es posible verla funcionar los domingos de primavera y verano, cuando se pone en marcha el molino de agua que le da fuerza. El Museo del Hierro, instalado en una antigua fábrica de fundición, recoge la historia de la industria en este valle.
La antigua ferrería es el inicio de la vía verde, aunque todavía no ha llegado al trazado del ferrocarril, que se encuentra en Zumarraga. Los admiradores del escultor Eduardo Chillida, o quienes se pregunten dónde se realizó su conocido Peine del Viento, pueden hacer un alto en el Chillida Lantoki antes de seguir hacia Urretxu y la estación del ferrocarril de Zumarraga, donde ya se enlaza con el viejo trazado de este tren de vía estrecha.
En la villa ferroviaria, dada la importancia que tuvo Zumarraga como nudo de líneas que llegaban y partían, destaca tanto su patrimonio cultural y arquitectónico, como el paisajístico. Este último es patente durante todo el recorrido hasta la orilla del Cantábrico, pero merece la pena desviarse un poco hacia el monte Beloki, donde admirar la ermita de La Antigua, que también recibe el apelativo de Catedral de las ermitas. Forma parte también de otra ruta, la de los Tres Templos, junto con el Santuario de Loiola, en Azpeitia, y el de Arantzazu, en Oñati.
Si no se quiere salir del recorrido, el casco antiguo de Zumarraga, con la plaza porticada de Euskadi que preside el edifico neoclásico del Ayuntamiento y la figura del conquistador de Filipinas, Miguel López de Legazpi se alza en el centro. De hecho, la casa natal de este militar no se halla muy lejos, es la casa torre Legazpi en Artiz Auzoa.
También para amantes de las piedras, aunque en este caso en el campo de las ciencias naturales, en la vecina y colindante Urretxu, Urrelur, el Museo de Minerales y Fósiles ofrece la oportunidad de acercarse al mundo de la mineralogía y paleontología. No hay que olvidar que el excursionista acabará internándose en el Geoparque de la Costa Vasca y es una buena manera de ir entrando en ambiente.
De Azkoitia a Zestoa
De vuelta a la vía verde, el tramo que lleva hasta Azkoitia probablemente sea el más largo con sus 15 kilómetros. Pero alcanzar esta localidad merece la pena. El centro de Azkoitia fue declarado Bien Cultural por el Gobierno Vasco en 2005 por su destacado conjunto monumental en el casco histórico, entre cuyos monumentos destacan el palacio de Intsausti, el palacio de Floreaga, la casa-torre Balda y la parroquia de la Asunción.
Pero no todo es arquitectura legada por la historia, ya que la vanguardia artística nacida de la raíz tradicional de Jorge Oteiza ha acampado aquí. El escultor de Orio concibió su Frontones, un conjunto único que combina la obra del artista con la tradición pelotazale del municipio. Consta de siete frontones que simbolizan los siete territorios históricos de Euskal Herria y que además están en relación con las diferentes modalidades de pelota. Se inauguró en 2006, tres años después de su muerte, y fue llevado a cabo por el arquitecto Carlos López de Ceballos y el escultor Anton Mendizabal.
Al pasar por Azkoitia se entra de lleno en territorio ignaciano, ya que San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, nació en Loiola, a medio camino entre Azkoitia y Azpeitia. Allí se ha levantado el Santuario de Loiola, en torno a la casa natal el patrón de Bizkaia y de Gipuzkoa. Es probablemente uno de los monumentos guipuzcoanos más visitados. La basílica, con su gran cúpula se impone sobre la explanada.
Ya en el casco urbano de Azpeitia, municipio al que pertenece Loiola, el pasado ferroviario del valle vuelva a hacerse patente con el Museo Vasco del Ferrocarril, uno de los más importantes de Europa con sus colecciones de maquinaria, tecnología, relojes y uniformes. Además, cuenta con un tren de vapor que realiza paseos. La iglesia mayor de San Sebastián y el centro histórico medieval completan el conjunto patrimonial.
MUSEO DEL FERROCARRIL VASCO DE EUSKOTREN)
El ferrocarril del Urola fue una línea de ferrocarril de vía estrecha que unía Zumarraga y Zumaia a lo largo del valle del río Urola. Fue uno de los primeros ferrocarriles eléctricos de España, contó con los primeros coches realizados en metal y fue la última línea de ferrocarril que se construyó en Euskadi hasta la llegada del proyecto de Y vasca del tren de alta velocidad. El ferrocarril se inauguró el 22 de febrero de 1926 con la presencia del rey Alfonso XIII y se destinó al transporte de pasajeros y mercancías. De esta manera Zumarraga se convertía en un nudo ferroviario importante al coincidir allí tres líneas de tren: la del ferrocarril del Norte, que unía por Irun Madrid con París; la línea de vía estrecha de los Ferrocarriles Vascongados que llegaba hasta Bergara y de allí a Vitoria y Eibar, que era una conexión con la línea de los Vascongados Bilbao-San Sebastián, y la línea del Ferrocarril del Urola que enlazaba con Zumaia, su puerto y de nuevo con los Vascongados entre Bilbao y San Sebastián. Terminó su actividad en 1988. Sus cocheras y talleres en Azpeitia pasaron a ser la sede del Museo del Ferrocarril Vasco en 1992.
Este museo muestra una de las mejores colecciones ferroviarias de Europa, con vehículos de todo tipo: locomotoras de vapor, diésel y eléctricas; automotores y diversas clases de vagones, así como uno de los más completos conjuntos de máquina-herramienta de Euskadi. Ademas, en la primera planta del edificio central de la antigua estación azpeitiarra, se expone una colección de los uniformes del personal de tren desde finales del siglo XIX hasta el usado por el personal del AVE. En el segundo piso se puede visitar una de las mejores colecciones de relojería ferroviaria del mundo.
Además, de Semana Santa y hasta el mes de noviembre, se pueden hacer el trayecto entre Azpeitia y la estación de Lasoa, unos 5 km, en un tren de vapor de época. Ahora bien, no es uno de los trenes que recorrió la línea del Urola ya que esta era una vía eléctrica.
Desde aquí se contempla un paisaje soberbio presidido por el macizo de Izarraitz, del que se extrajeron los sillares con los que se construyó el santuario de Loiola. Cimas como Erlo, Xoxote y Kakuet se muestran tentadoras para quienes gusten de ascender montañas. Por otra parte, Izarraitz ha inspirado el parque urbano Xaguxatar, dedicado al patrimonio natural y que tiene como protagonistas principales a las cuatro especies de murciélagos asentadas en ese espacio natural.
Zestoa es el siguiente hito de la vía verde. Su fama le llega tras la apertura de un balneario en 1804, para aprovechar sus aguas termales y convirtiéndose en uno de los destinos favoritos del turismo de aguas de la aristocracia europea, especialmente a comienzos del siglo XX.
Pero estas aguas no son el único tesoro subterráneo que oculta Zestoa, las cuevas de Ekain y de Izarraitz lo han vuelto a poner en la mira de los viajeros culturales con su pinturas rupestres, especialmente la colección caballos de las paredes de Ekain.
Hasta Zumaia
El último tramo de la vía sale de Zestoa hacia Iraeta, donde el Urola comienza a frenarse y a crear una serie de meandros antes de que en Oikina se convierta en estuario para desembocar en el Cantábrico por Zumaia. Aquí se encuentran las marismas de Bedua, un pequeño y escondido paraíso para las aves migratorias, que hallan aquí descanso. El entorno es frecuentado por piragüistas y amantes de la naturaleza que pueden disfrutar de un sendero temático en los encinares del estuario. Pero antes de Iraeta hay que pasar por el municipio industrial de Aizarnazabal y su Puente Viejo, el único de seis arcos de Gipuzkoa.
Es en Iraeta donde muere la vía verde y, tras dejar de lado la zona de las marismas y abandonar el curso del Urola, hay que hacer cuatro kilómetros por la carretera hasta entrar a Zumaia por el barrio de Narrondo para reencontrar el tramo acondicionado para peatones y ciclistas lejos de coches que llega hasta el muelle y la misma orilla del Cantábrico, a los pies del faro de La Atalaya. Este promontorio desde el que ahora una luz guía a las embarcaciones, los vecinos de esta villa de pescadores oteaban el mar a la espera de ballenas que poder cazar. Ahora, en su puerto hay menos barcos dedicados a la pesca y más a la navegación deportiva.
Zumaia es uno de los tres municipios impulsores del Geoparque de la Costa Vasca, sobre el que el centro de interpretación Algorri ofrece información. Pero más allá del patrimonio natural de su entorno, su casco urbano ofrece interesantes edificios como la parroquia de San Pedro, los palacios Zumaia y Ubillos, y las casas Olazabal y Goikotorre. Además, ahora es un pintor, Ignacio Zuloaga quien protagoniza el mundo de las artes con su casa museo, el espacio Cultural Ignacio Zuloaga-Z Espacio Cultural, donde se expone parte de su obra.
GEOPARQUE DE LA COSTA VASCA GEOPARKEA
El tramo de la costa guipuzcoana que ocupan los municipio de Zumaia, Mutriku y Deba ocupa una de las formaciones geológicas más interesantes del mundo, un flysch con una estructura de capas de rocas que muestra una historia geológica de la Tierra desde hace más de 60 millones de años. Los 13 kilómetros de acantilados que limitan estos municipios forman parte de los 90 km cuadrados del Geoparque de la Costa Vasca.
De esta forma geólogos y visitantes en general pueden recorrer estos acantilados por tierra o verlos desde el mar siguiendo alguna de las rutas o en las excursiones en barco que se ofrecen. Uno de los detalles más llamativos que podrán ver, entre otros, es una fina capa, de apenas unos milímetros, de color negro que se remonta a 65 millones de años y es la evidencia del impacto de un gran asteroide, el que se supone causó la extinción de los dinosaurios.
Desde Zumaia sale la ruta de Itzurun-Algorri, el santuario geológico del Geoparque. Desde la playa de Itzurun hasta la Punta de Algorri, a lo largo de un recorrido que comienza en la ermita de San Telmo que no llega a los dos kilómetros, en las capas verticalizadas del flysch, los geólogos puede leer y explicar el comportamiento de nuestro planeta a lo largo de su historia. Haciendo el recorrido de oeste a este, el excursionista retrocederá en el tiempo. En este tramo del geoparque se pueden ver cuatro límites de la historia geológica, por una parte los que separan el Paleoceno del Eoceno y el Cretáceo del Paleógeno, y por otra, dos límites que solo se encuentran aquí, que son los que se dan entre el Daniense y Selandiense y entre este y el Tanethiense.
En el Centro de Interpretación Algorri de Zumaia explican las características de los acantilados que rodean la localidad y su rasa marea, un espacio que el mar descubre en cada bajamar de gran riqueza natural y biológica. En este centro se pueden reservar salidas guiadas a pie y/o en barco para conocerlo de primera mano. Una de ellas fue el pasado 18 de marzo bajo el título El pulpo del flysch.
Este cefalópodo, además de ser uno de los principales habitantes de la rasa mareal, también es una de las estrellas gastronómicas de Zumaia y que protagoniza la tradicional olagarro zopa, la sopa de pulpo, una delicia a base de pulpo seco y de obligada degustación para los visitantes.