A sus 20 años, Leire Díez se encarga de la comunicación y de la gestión de las redes sociales de Fridays for Future en Bilbao. Es su portavoz. El movimiento internacional juvenil, que exige políticas públicas para frenar el avance del cambio climático, está presente en cientos de ciudades del globo y la villa no es una excepción. En estos momentos, asegura Díez, unas 15 personas forman parte activa en la organización. Estos estudiantes ecologistas trabajan de manera horizontal y son todos voluntarios. Todo empezó hace cinco años. Empujados por las movilizaciones europeas que desde 2018 lleva adelante la activista ambiental sueca Greta Thunberg, un grupo de jóvenes de Bilbao se juntó “para exigir medidas” a nuestras instituciones. Pero estos chicos no solo se preocupan por cuestiones que afectan a nuestro entorno; como muchos otros jóvenes, alzan la voz frente al problema del acceso a la vivienda, se solidarizan con el pueblo palestino y están en primera línea de otras cuestiones políticas y sociales. Y en el horizonte, el famoso año 2030. “Si queremos limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados, debemos reducir las emisiones a casi la mitad para entonces”, exponen.
¿De qué manera ha ido creciendo el movimiento en Bilbao desde 2019?
-El grupo ha crecido mucho. Nos hemos formado a nivel personal y colectivo y hemos aprendido a organizar acciones y coordinarnos a nivel interno. Hemos tejido redes con otros colectivos, y es gracias a todo ello que seguimos adelante. Echando la vista atrás, muchas empezamos sin ningún tipo de experiencia previa y realmente el grupo ha madurado mucho.
La justicia climática es un reto global, así que, ¿qué papel debe tener la gente en Bilbao y, por extensión, en Euskal Herria?
-Tenemos una mayor responsabilidad y capacidad de actuación ante la crisis climática que otros países del sur global. Por lo tanto, debemos liderar transformaciones desde lo local, a través de acciones individuales e institucionales, que tendrán un impacto a nivel mundial. Por ejemplo, en Euskal Herria Petronor tiene un gran impacto negativo en la crisis climática. Por eso, no basta con las acciones individuales. Si nos organizamos colectivamente podremos presionar para conseguir los cambios estructurales necesarios para combatir la crisis climática.
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¿Cuáles son los principales problemas ambientales que tenemos en nuestro entorno y cómo podemos enfrentarnos a ellos?
-Uno de los problemas más importantes en Bizkaia y Euskadi es el transporte. Es el sector con más emisiones de gases de efecto invernadero y aumentan cada año. Sin embargo, las políticas del Gobierno vasco, como la ampliación de autopistas (Supersur) o el proyecto de la subfluvial de Lamiako, no hacen más que promocionar el transporte individual. Además, el Gobierno vasco planea retirar los descuentos al transporte público a partir de enero de 2025, lo que va en contra de promocionar y mejorar este servicio. Por otro lado, tenemos numerosos megaproyectos como la ya mencionada subfluvial, el Guggenheim Urdaibai, la ampliación del puerto de Bilbao para Petronor… Todos ellos son contrarios a las recomendaciones de la comunidad científica en materia climática.
¿Por qué se muestran beligerantes con el proyecto de expansión del museo Guggenheim en Urdaibai?
-Un proyecto de este calibre es totalmente incompatible con la preservación de la reserva de la biosfera. No es solo la construcción del museo, sino también el impacto que tiene una atracción turística de ese tipo en una zona protegida tan vulnerable. La turistificación de Busturialdea degradaría la biodiversidad existente, aumentaría la presión hídrica y también afectaría negativamente a la ciudadanía. Numerosas organizaciones y profesionales se han mostrado en su contra, pero el Gobierno vasco sigue ignorándolo y modificando las leyes de protección de la biosfera.
Sus defensores creen que revitalizaría económica y culturalmente la zona, y que además potenciaría sus valores naturales.
-El proyecto del Guggenheim no responde a las necesidades reales de la comarca. No ha sido hasta las movilizaciones ciudadanas que se ha empezado a hablar de planes de revitalización y consultas (siempre evitando preguntar a la ciudadanía directamente sobre el museo). En toda España estamos viendo movilizaciones denunciando el impacto del turismo en la precarización laboral y el precio de la vivienda, como en Donostia o Mallorca. Está claro que sí habría un impacto en la reserva de la biosfera, como afirman muchos expertos locales. Lo realmente necesario es un proyecto centrado en la población local y el medioambiente, no en la explotación turística.
¿Por qué el activismo climático suele acompañarse de otras luchas?
-Porque existen muchas intersecciones entre las luchas ecologistas y sociales. La crisis climática es el resultado de una crisis social, de un sistema totalmente insostenible para las personas y el planeta. Todo está conectado, pues es un problema global y estructural. Por ejemplo, es importante garantizar el derecho a una vivienda digna para reducir la vulnerabilidad ante las crecientes olas de calor.
Los datos indican que los tres países de largo más contaminantes son China, Estados Unidos e India. ¿Nos estamos autoflagelando más de la cuenta?
-Obsesionarse con las acciones individuales sí puede ser abrumador, pero no debemos perder el foco de las instituciones. Los países de la Unión Europea tenemos una responsabilidad histórica con respecto a los del sur global, por lo que es importante organizarse colectivamente y presionar para que Europa asuma su responsabilidad y lidere una transición ecosocial justa en el mundo.
¿La crisis climática ha provocado un episodio tan trágico como la DANA de Valencia?
-Es difícil cuantificar el papel de la crisis climática en un evento extremo concreto. Sí sabemos que un Mediterráneo anómalamente cálido (a raíz del calentamiento global) intensificaría este tipo de precipitación extrema. Es decir, el cambio climático podría haberla potenciado. Más allá de este evento aislado, sabemos que la crisis climática aumentará la intensidad y frecuencia de eventos meteorológicos extremos, como sequías y olas de calor en la zona Mediterránea.
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¿Qué opinan de los ataques a los museos y a las obras de arte?
-Más allá de estar de acuerdo o no con las prácticas, podemos empatizar con las activistas que las llevan a cabo. Ver nuestra vida y futuro en riesgo y que no se estén tomando las medidas necesarias nos llena de desesperación y angustia. Desde los medios se enfatiza el sensacionalismo de estas acciones, mientras que otras muchas acciones ecologistas y sociales no reciben ninguna atención mediática. Echamos en falta una reflexión social sobre las razones que pueden llevar a una activista a realizar este tipo de acciones simbólicas.
“ Nos angustia ver nuestro futuro en riesgo ”
¿El veganismo salvará el planeta?
No hay más que seguir la agenda de Fridays for Future Bilbao para comprobar que estos jóvenes comprometidos con el medioambiente promueven una dieta vegana. Realizan talleres de cocina basada en vegetales, organizan pintxo-potes vegan friendly… El problema es que dejar de comer carne y pescado exige un gran cambio de mentalidad en los hábitos gastronómicos de los vascos. ¿Los veganos siguen siendo un poco los bichos raros de la cuadrilla? “Al menos en la nuestra no”, responde entre risas Leire Díez. “Aunque a veces a la gente le cueste aceptarlo, hay mucho mundo más allá de la carne o el pescado. Organizamos este tipo de actividades no solo para promover una dieta más sostenible y respetuosa con los animales, sino también para hacer comunidad y dar apoyo”, explica.
Los expertos en cambo climático y nutrición aseguran que la reducción del consumo de carne es mejor para nuestra salud y también más sostenible para el planeta. Sin embargo, el sector cárnico se ha sentido atacado cuando esta idea se ha puesto encima de la mesa. Díez cree que la crisis climática “nos obliga a transformar todos los componentes del sistema, incluyendo el sector alimentario”. Resume su tesis: “Las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación del agua y suelo y el maltrato animal hacen que las macrogranjas sean totalmente insostenibles”.