Se conoce la torre al dedillo. No solo es la directora del complejo de oficinas desde 2019. Antes fue gerente de la misma y durante los años que se prolongó su construcción ostentó la jefatura de la oficina técnica en la fase de obra. "Desde el 2006 estoy en la torre, es como mi tercer hijo", asegura con humor.
No es habitual que una arquitecta gestione un monstruo como este edificio tan complejo.
—Pueden parecer sectores diferentes pero son complementarios, ya que en la puesta en marcha requería de muchos conocimientos técnicos. Superada esa fase, llega la organización y cambian las funciones que y ahora son 100% gestión.
Dígame una palabra para resumir estos diez años.
—Apasionantes. Es como trabajar en la Fórmula 1. Desde el proceso de construcción, con los mejores profesionales, hasta cuando empezó la comercialización, ahora los mejores clientes. Estar rodeada de los mejores equipos suponer estar aprendiendo constantemente de todos.
¿Cuál ha sido el mejor momento?
—El año pasado, con una pandemia en plena ebullición, acabamos con más ocupación que nunca. Estamos saliendo reforzados.
Parece una paradoja, ¿no?
—Trabajamos el equipo al 2000% con esfuerzo previo de comunicación de que las instalaciones funcionaban. Lo pusimos en valor y por eso han llegado nuevas firmas, al percibirlo como un edificio seguro sanitariamente. A algunas empresas les ha servido para dar el paso definitivo de venirse a la torre.
Solo les queda un 7% de espacio disponible. ¿Morirán de éxito?
—Es un porcentaje pequeño, pero es de un total de 50.000 metros cuadrados de superficie. De todas formas, hay que tener una desocupación estructural para poder atender posibles crecimientos de nuestros inquilinos. Necesitamos margen.
Al final, es como una pequeña ciudad vertical.
—Si porque prestamos multitud de servicios diferentes a los clientes mensajería, gimnasio, salas de conferencias, restaurante, cajeros automáticos, vestuarios, servicio de alquiler de coches por horas...
¿Cómo siente que valora el bilbaino de a pie este rascacielos?
—Somos tan visibles que formamos parte del paisaje de la ciudad y nos tienen muy presentes, desde niños a ancianos. Todos saben lo que es la Torre Iberdrola, tiene mucho atractivo y la ciudad la siente en positivo.
Una pena que no siga el mirador.
—Porque somos un edificio de oficinas, no un equipamiento cultural de la ciudad. El turista y el laboral son dos públicos que conviven mal. La torre no se diseñó para esa función pero intentamos estar a la altura porque la gente lo demanda en cierta manera y a nivel de responsabilidad social creemos que también hay que devolver parte de lo que la ciudad nos da.
Ordene los emblemas de Bilbao.
—Me gustaría decir que la torre es la primera, pero no, es el Guggenheim, claramente. Aunque somos dos vecinos guapos que salimos muy bien juntos en las fotos de los turistas. Somos diferentes. Me gusta decir que el Museo Guggenheim es Instagram y Torre Ibedrola es Linkedin.
Usa mucho la palabra población al referirse a los usuarios ¿Se siente como la alcaldesa de la torre?
—Más sería la responsable de la portería (se ríe). Aunque reconozco que es mucha responsabilidad sobre todo a nivel de seguridad, ahora con todo el tema sanitario. y siempre con áreas como los sistemas antincendios y de robo. Cada año hacemos un simulacro global de evacuación de todo el edificio.