Desde el mismo momento de completar su hazaña, la figura de Juan Sebastián Elkano resultó difícil de clasificar. En una sociedad rígidamente dividida en clases, cuya cúspide era la nobleza, a la que pertenecía toda la “elite intelectual” que se comunicaba en latín, alguien que se ganaba la vida trabajando con las manos, cuyo idioma natal era “bárbaro” y que ni siquiera hablaba un “correcto” romance era algo peor que desdeñable. En una Europa que recién salía de la Edad Media para erigirse en dominadora del mundo bajo la coartada de una “misión civilizadora”, un individuo que se limita a comerciar con los “salvajes”, sin civilizar ni convertir a nadie como los europeos creerán firmemente que es su obligación hasta la segunda mitad del siglo pasado, es indigno de ocupar un lugar en las páginas de la historia. Todo lo contrario que Magallanes, muerto espada en mano en heroica lid con esos “salvajes”, y que además no era “español”, algo mucho más del agrado de los nacientes y pujantes estados protestantes.
Por eso, desde el mismo momento en que completa la vuelta al mundo, se afronta su figura desde dos perspectivas: los que deciden despreciarlo e ignorarlo, empezando por el cronista oficial de la Corona, Anglería, y la de quienes optan por apropiárselo, como Oviedo.
Eso, probablemente, le habría sucedido si hubiera sido súbdito de cualquier otro reino, pero resultó serlo del rey del conjunto de territorios que, justo en esa época, empezaron a llamarse España. Así que a la mentira se unió algo tan español que la palabra tiene muy difícil traducción a otros idiomas: el esperpento.
Como ya he dicho, ante Elkano siempre se optó por dos vías: ignorarlo o manipularlo. La primera fue la dominante hasta el siglo XIX, culminada por Martín Fernández de Navarrete, el historiador elegido por Fernando VII para crear la Real Academia de Historia y padre de la historiografía española. Posteriormente, su nieto Eustaquio, en pleno auge de los nacionalismos, intentaría convertirlo en un “héroe patrio”.
Para ello, y dada la falta de base de esta idea, utiliza la carta del perdón que Carlos V le concedió tras regresar del viaje para insinuar que, quizás, colaboró con las “grandes gestas imperiales” de la época. Veamos ambos textos: primero el perdón real “… que vos siendo maestre de una nao de dozientos toneles / nos seruystes en lebante y en africa y como no se vos pago el salario que hauiades de hauer por el dicho seruicio / tomastes dineros a canbio de unos micardos vasallos del duque de saboya y que despues por no les poder pagar / les vendistes la dicha nao y por quanto por leys y establecimientos destos reynos vos no podiades vender / la dicha nao a los suso dichos por ser estranjeros de otros reynos, en lo qual cometistes crimen”.
Es decir, la Corona no le paga, lo que le obliga a hipotecar su nave, se la embargan y el rey le condena a él por venderla. De lo más actual. Y luego lo que “deja caer” Eustaquio: “La expedición del Cardenal Cisneros a África y las del Gran Capitán a Italia, habían puesto en movimiento a nuestros marinos y en gran actividad los puertos del Mediterráneo. Elkano, aún joven, acudió con su nave de doscientas toneladas, con las que prestó servicios importantes, aunque mal remunerados…”. Y tanto que “mal remunerados”.
Y minusvalorado
Como este camino “patriótico” no daba para más, rápidamente se abandona y desde Cánovas se opta por una vía intermedia entre ignorarlo y apropiárselo: minusvalorarlo. Este vaivén, unido a la inveterada costumbre de los historiadores españoles de no criticar a sus predecesores, a los que deben la poltrona, ni a sus colegas, que podrían quitársela, hace que las invenciones contradictorias se superpongan. Pero es bajo la vara de Franco y su batiburrillo ideológico fascistatradicionalistacatólico donde esta historia se desmadra. Decidido a convertir al responsable de la primera circunnavegación en una gloria patria, en 1940, nada más terminar la Guerra Civil, Amando Melón publica su Elcano-Magallanes o la primera vuelta al mundo –dentro de la colección La España Imperial– y retoma la idea de Eustaquio para afirmar, con las mismas pruebas que vergüenza, que Elcano había servido bajo el Gran Capitán y tomado parte en la conquista de Orán.
Como el hecho de que hubiera participado en las campañas del Gran Capitán era del todo imposible para alguien nacido en 1486-87, se decide ignorar ese dato –bien conocido y documentado– y lo sustituyen por 1476. Y como los vencedores habían purgado a conciencia las universidades, sus “historiadores” eran en realidad meros propagandistas del régimen que lo aceptaron sin rechistar y lo repiten hasta nuestros días.
Aunque no debería ser necesario desmentir algo que no tiene ninguna prueba que lo sostenga, voy a hacerlo brevemente. Durante las campañas del Gran Capitán que implicaron algún tipo de actividad naval Elkano tenía entre 12 y 17 años, edad a todas luces insuficiente para comandar un barco de guerra o de cualquier tipo. Por eso se modifica la fecha de nacimiento. En cuanto a la toma de Orán, cuando solo tenía 22 años, fue una gran victoria y produjo un inmenso botín que se repartió entre los participantes, mientras que Elkano terminó arruinado, así que la lógica también lo desmiente.
Para colmo, en el Instituto de Historia y Cultura Naval, dependiente de la Armada Española, se conserva el listado de los barcos que participaron en la conquista de Orán, con sus características y el nombre del propietario y del maestre, y no hay ninguno de 200 toneles ni que esté a nombre de “Elcano”, “Cano”, “Delcano” o similares.
Sabemos que sirvió al rey “en levante y África”. ¿Cuándo? ¿En qué? Si fue algo militar no pudo tratarse de una victoria porque no hubo botín y porque de haberlo sido, el texto del rey no hubiera dejado de resaltarlo: “nos servisteis en la gloriosa jornada de Orán”, por ejemplo. Pudo ser una derrota; Azpiazu y Elorza se inclinan por la de Argel en 1515 y yo por la de los Gelves en 1509, pero de ambas se conservan las reclamaciones de pago de los participantes y no figura ningún nombre similar a “Elcano”. No consta, por tanto, que esos servicios fueran siquiera militares.
Para tratar de sostener ese disparate imperial se ha recurrido últimamente a dos hechos. El primero, que Elkano en su testamento declara que todos sus bienes son “castrenses”. En aquella época “castrense” tenía un significado jurídico específico. En las Siete Partidas, el código legal de Castilla, se considera “castrense” todo bien obtenido al servicio de la Corona, fuera cual fuera ese servicio; en este caso la expedición a la especiería que terminó dando la vuelta al mundo. Estos bienes tenían ventajas impositivas y, sobre todo, podían ser legados libremente, algo fundamental para Elkano, que declara herederos a dos hijos habidos fuera del matrimonio y no reconocidos legalmente.
El otro asunto es que en 1515 Elkano formaba parte de las milicias de Getaria reunidas para hacer frente a la invasión francesa. Se trataba de autodefensas territoriales reclutadas por los ayuntamientos, y no de tropas regulares. De hecho, en 1521, mientras Elkano circunnavegaba el planeta, esas mismas milicias se sublevarían contra el corregidor real Acuña por considerar su nombramiento contrario al fuero, obligando a Carlos V a destituirlo y a aceptar no nombrar otro corregidor sin la aprobación previa de las Juntas. Getaria se unió a la sublevación y de la milicia reunida formaban parte Otxoa del Puerto, primo materno de Elkano, y Santiago Guevara, que sí era militar y uno de los líderes rebeldes más activos. Tras lograr que el rey de España cediera, Santiago fue a luchar contra las tropas del rey de Francia en Hondarribia. Las milicias defendían un territorio y unas leyes, no a uno u otro rey.
Tras la muerte de Franco, la transición extendió un cómodo manto de olvido sobre cuarenta años de dictadura brutal. Y bajo esta modorra colectiva se permitió que los historiadores franquistas continuaran tranquilamente en sus puestos, algo único en el mundo. ¿Se imaginan que en Alemania o Italia se hubiera mantenido al frente de academias y universidades a los historiadores fascistas? Pues en España sí. Y ahí siguen, ellos o los sucesores que han designado.
Pero ese sustrato ideológico es solo parte del problema. El fondo es la desidia, el entender las cátedras y sillones de las academias como otro chollo más que repartir entre los amigos. Historiadores de pega, que se limitan a repetir lo que dijeron otros antes que ellos sin preocuparse de nada más.
Así llegamos a 2020, cuando el aniversario hace que desde fuera de los organismos oficiales haya quien se dedique a investigar, y a las instituciones académicas llegan las primeras voces avisando de que todo lo que se estaba contando era un montón de disparates. Y se decide tomar medidas. No reconocer los errores, por supuesto, hasta ahí podíamos llegar. Se opta por taparlo todo. Aprovechando el covid, se suspenden todos los congresos y demás sobre el tema, tan abundantes hasta entonces, y los que luego llegan a celebrarse lo hacen con “sordina”.
El silencio
Desde 2020 nadie con un prestigio académico que perder ha vuelto a publicar nada sobre Elkano, cuando antes competían entre ellos. Pero no permanecen inactivos; desde el mundo académico se lanza un mensaje, una consigna, a los políticos, los medios de comunicación y la opinión pública en general: “Elkano malo”, “No hay nada que celebrar”. Sigan adelante, no presten atención, no vayan a comprender el verdadero desastre que es la historiografía en España. Las grandes cadenas de comunicación y las grandes editoriales se abren a toda una serie de personajes a los que solo se les exige que se unan a ese sencillo eslogan: “Elkano malo”.
Pero algún cambio se hace. Alguien decide que, al menos, la disparatada fecha de nacimiento se puede modificar y poner la auténtica ¿qué problema hay en eso? Sin dar la menor explicación, en el año 2020 la Real Academia de Historia elimina la fecha de 1476 y pone la verdadera. Pero resulta que sí hay un problema: como Elkano nació en 1487, cuando ocurrió la conquista de Orán tenía poco más de 20 años, por lo que es imposible que antes comandara un barco de guerra para el Gran Capitán.
Por suerte, la Real Academia de Historia tiene gente resolutiva, capaz de hacer frente a cualquier situación. “Sujetadme el cubata, que esto lo arreglo yo. Ponemos que estuvo con el Gran Capitán después de lo de Orán y ya está”. “Perfecto Paco, te has lucido”. Y ahí se ha quedado, en la Real Academia, en la Wikipedia, en casi todas partes. “Elcano sirvió bajo el Gran Capitán después de participar en la conquista de Orán, Bujía y Trípoli”. Pero “Paco”, en efecto, se ha lucido. El Gran Capitán, según reconoce la propia Real Academia, fue destituido de su mando en 1507, y la conquista de Orán y demás tuvo lugar en 1509, dos años después, así que Elkano, al parecer, además de dar la primera vuelta al mundo inventó la máquina del tiempo. Insuperable.
El esperpento, puro esperpento.