A los 30 años quedó hipnotizada por el jazz. Licenciada Superior en saxofón en el Conservatorio de Bilbao, con grado elemental en piano y autodidacta a la guitarra y al bajo eléctrico de 5 cuerdas, Elsa García Lizundia se encontraba, entonces, ejerciendo como profesora de clásico en un centro homologado en grado medio. La docencia "no era mi vocación, pero ponía toda mi energía en enseñar", asegura. Su verdadera pasión era tocar, interpretar melodías y desplegar sus conocimientos, experiencia y sentimientos en directo. Transmitir emociones a través de las notas que emite el saxofón. Y también lo hacía. "Estuve 9 años en la Banda de Barakaldo y, a la vez, en la Orquesta Carrusel de 15 integrantes y en la fanfarre Júpiter de Bilbao. Así me ganaba la vida", recuerda con cierta nostalgia.
Era finales de la década de los 90, época dorada para la música en la calle, en locales, en grandes escenarios, en festejos... Elsa, natural de Trapagaran pero asentada ya en el tranquilo entorno natural y rural de Zeberio, seguía explotando y aprovechando todas las oportunidades que llegaban a su vida. "Me integré en la orquesta Cayena, la fija y oficial del antiguo Hotel Aránzazu, tocando el bajo eléctrico. Actuábamos de miércoles a domingo, y los fines de semana la sesión era doble". Además de eso, y por si fuera poco, "colaboraba con grupos de pop-rock. Uno de ellos fue ganador del concurso Villa de Bilbao y otro fue Dinamita pa los pollos donde sustituí, durante dos años, a una de las coristas. Fue una sorpresa y una gran experiencia".
Hard bob y lindy hop
Y en medio de esa vorágine, el jazz se adueñó de su alma. "Un compañero del centro donde daba clases de clásico me animó a ir a un concierto y me enganché a este género. Pedí la excedencia y comencé a estudiar, primero, de manera autodidacta y, poco después, a recibir clases de armonía e improvisación con Iñaki Salvador, en Donosti, y esporádicamente con Víctor de Diego y con Andrei Olecnizak, un polaco afincado en Urduliz". Fue, sin duda, un flechazo musical y el inicio de una intensa etapa de nuevos proyectos e ilusiones para una Elsa que aún rememora, con una sonrisa, la razón por la que, con 18 años y tras acabar los cuatro cursos de formación en solfeo, se decantó por estudiar saxofón. "Escuché una canción pop de los 80 y me llamó la atención el sonido de un instrumento que, por entonces, no era para chicas. De hecho, mi madre quería que aprendiera a tocar el acordeón".
Y, una vez más, con 30 años, siguió a su instinto, a su corazón. "Me embarqué en la aventura de crear un local de jazz alternativo en Zorrotzaurre: Haceria Jazz Club. Allí, formé parte de un cuarteto base que ofrecía actuaciones todos los viernes con un artista invitado y que se cerraban con una jazz sesión". De ahí surgió, también su proyecto más personal e, incluso, se podría decir que pionero en cuestión de género. "Estábamos preparando un homenaje a Juan Claudio Cifuentes, el mayor difusor de la música jazz en radio, y se me ocurrió crear un grupo de chicas para el evento. Busqué contactos por Internet y logré juntar, para ese día, una formación femenina de piano, batería, contrabajo y saxofón". Fue el debut de Girls in Band, una agrupación aún activa, con integrantes de diferentes puntos del estado y que se reúne de manera concertada para poner en valor, en sus actuaciones, a cientos de mujeres instrumentistas que pertenecieron a grandes bandas en los años 30 y 40 en Norteamérica y que no obtuvieron reconocimiento alguno debido a conductas sexistas y racistas. "Nuestro estilo es, sobre todo, el hard bob y nos juntamos cuando surge algún bolo".
Más reciente es la incursión de Elsa en el mundo del Lindy Hop, un baile social ligado al swing y que surgió a fines de la década de 1920 en Nueva York. "Se estaba poniendo de moda en Vitoria-Gasteiz y, en 2017, propuse dar clases abiertas en la Haceria. Se apuntó tanta gente, que hubo que llevarlo a Garabia Aretoa y se empezaron a organizar quedadas para bailar, incluso clandestinas". Tal estaba siendo la aceptación que Elsa acabó formando dos grupos para fomentar este estilo de baile –Bilbao Lindy Band y Bilbao Jazz Band– al tiempo que ofrecía también servicios musicales para eventos y bodas a través de la empresa Fonoplay DJs y música en vivo que creó "a modo de reciclaje, cuando las orquestas empezaron a desaparecer a medida que se imponía la figura del DJ".
Pero... llegó marzo de 2020 y todas esas iniciativas quedaron paralizadas. "Nuestro sector ha sido uno de los más perjudicados y no acabamos de ver la luz. En navidades tenía cerrados 30 bolos y todos se cancelaron", lamenta a la espera de poder reactivar, por fin, todos sus proyectos musicales. "Para este año tengo unas 25 cosas apalabradas, pero esperando aún a ver si se pueden mantener y celebrar".
"En los 80, el saxofón no era un instrumento para chicas. Mi madre prefería el acordeón"
"Con unos 30 años, me enganché al jazz y, desde entonces, es mi gran pasión"
Elsa García Lizundia
Saxofonista de Zeberio