El sueño de conquistar la antigua Mano de Elías apenas fue real durante unos pocos minutos en el tercer cuarto. Emergió una brisa para la esperanza que Baldwin se encargó de desvanecer con una mayúscula exhibición ofensiva. La venganza de quien fuera base del Baskonia durante el pasado curso se sirvió en plato frío, aunque hubo otros factores que forjaron una derrota inapelable. El talento del killer estadounidense desnudó la debilidad de un equipo vitoriano obligado a seguir remando en busca del 'Top 8'.
El cuadro alavés manejó una interesante renta de 11 puntos (49-60) que se vino abajo en un santiamén. Fue un grupo carente de antídotos ante el baloncesto eléctrico, explosivo y americanizado de un Maccabi que, empujado por la caldera hebrea, impuso un ritmo infernal.
El Baskonia, que añoró un día más la figura de un base reserva que brindara oxígeno a Thompson y donde Enoch volvió a ser un expediente X quedando reducida la rotación a la mínima expresión, desapareció en el peor instante. Abrumado por el vértigo macabeo, afrontó el epílogo completamente noqueado. Su suerte ya estaba echada tras verse reproducidas las carencias atisbadas en otras salidas continentales. Le faltó acierto, pero también dureza, profundidad de banquillo y músculo para contrarrestar el poderío interior de esa bestia parda llamada Nebo.
La derrota del Zalgiris permite a los vitorianos seguir una jornada más en la zona noble, pero el Baskonia desaprovechó otra buena ocasión en Tel Aviv. Queda claro que el billete para los cuartos de final se está convirtiendo en un camino repleto de espinas. Al igual que el Mónaco hace una semana, el Maccabi también se le indigestó con un físico desbordante.
La mala defensa en el bloqueo y directo penalizó al Baskonia en los primeros minutos y propició canastas muy sencillas del Maccabi. Sin embargo, la excelsa visión de juego de Thompson motivó que el equipo vitoriano no le perdiera la cara al encuentro.
Katash decidió encomendar a jugadores muy altos y físicos como Colson y Martin la defensa de la estelar cabeza pensante azulgrana, cuya primera marcha al banquillo al final del primer cuarto supuso un drama absoluto debido a las pobres prestaciones de Heidegger.
Como podía presuponerse antes del salto inicial, la velada respondió a lo esperado y fue un combate a pecho descubierto. Los guarismos ofensivos crecieron como la espuma ante los compulsivos anotadores en ambas filas, aunque el Maccabi siempre llevó la voz cantante en el juego y el marcador.
El equipo israelí jugó al límite del reglamento y, salvo en el cuarto final, alcanzó rápidamente el bonus. El Baskonia, en cambio, compareció en uno de los grandes santuarios continentales con una tibieza sorprendente. A diferencia de su rival, le costó entrar en calor y ponerse el buzo en una velada presidida por los vaivenes en el rendimiento de unos y otros.
Una brisa para la esperanza
Baldwin y Brown, con la ayuda del triplista Martin, se sintieron por momentos como en el jardín de su casa. Las dos estrellas macabeas sembraron el pánico en la defensa alavesa en el segundo cuarto, el primer momento comprometido de la velada tras un inquietante 43-29. Por fortuna un redentor parcial de 0-11 devolvió antes del descanso el aliento a los vitorianos, sostenidos siempre por la estabilidad de un Thompson al que Peñarroya tuvo que exprimir en el timón.
La resurrección del Baskonia terminó de fraguarse al inicio del tercer cuarto con unos minutos sobresalientes en ambos lados de la pista, culminados con otro rotundo 0-15 de parcial que propició la máxima ventaja alavesa (49-60). Hommes lideró en ese tramo la mejoría defensiva merced a robos providenciales y en ataque se jugó con inteligencia para hurgar en los puntos débiles hebreos y silenciar por momentos el Menora Mivtachim Arena.
El intercambio de golpes fue una tónica constante pero el Maccabi no quiso ser menos a la hora de exhibir su espíritu de supervivencia. ¿El resultado? Otro parcial de 14-0 que colocó el partido en un puño cuando todavía quedaba un mundo por disputarse.
Baldwin no tuvo clemencia con el Baskonia en las postrimerías del tercer cuarto, momento en que Heidegger firmó otra aparición fantasmagórica en pista. El de Nueva Jersey, que mostró una personalidad muy pocas veces apreciada en su irregular periplo en el Buesa, acribilló el aro vitoriano mediante canastas de todos los colores. Lo suyo fue una exhibición salvaje sin que Peñarroya creara un ecosistema propicio para reducir su álgido manantial.
El último cuarto literalmente sobró con un Baskonia carente de confianza ante el aro local y también sin un átomo de energía para revertir el dominio de un Maccabi muy superior.