El intento de magnicidio de Donald Trump y lo que se ha escrito en redes sobre ello es una constatación más del odio que guardamos dentro. Guardamos tanto odio dentro que asusta. ¿Qué nos ha pasado? ¿Desde cuándo o cómo hemos llegado hasta aquí? Es solo responsabilidad de los políticos que nos han crispado, o nos hemos dejado crispar? ¿Cómo hemos llegado a tal clima de crispación política que contamina toda conversación e interacción diarias? Cualquier excusa es buena para dar rienda suelta y desbocada a nuestros sentimientos más viscerales. La hoguera de nuestros odios, envidias, inquinas, siempre ávida de nuevo material con el que avivarlas.
El odio y la inquina son el abono perfecto sobre el que han germinado, germinan y germinarán todas las guerras. Pero, en democracia, las ideas de derrotan en las urnas. Por estas latitudes tenemos demasiado reciente, por desgracia, cuando esto no era así. Por eso, no podemos entrar como si nada al juego de algunos comentarios jocosos en redes. En democracia, las ideas se refrendan o se derrotan en las urnas, dentro de las reglas del juego. Absolutamente todo lo demás está de más.