Levantas la mirada de la actualidad por ver si le viene un poco de aire fresco para despejarse de los efluvios de sumidero que llegan de la política española y se topa uno –¡Ay ama!– con lo que pasa por ahí fuera. Aunque hay que agradecer el modo en que las espontáneas acciones de algunos permiten confirmar qué fondo tienen.
Por ejemplo, Joe Biden parecía un anciano al que tratar con ternura porque no aparentaba estar para mucho más que para ordenarse él solo las pastillas de la semana y colores y a la primera ocasión de desmentirlo, lo confirmó. A su lado, Donald Trump viene pareciendo un fullero dispuesto a pisotear principios democráticos por obtener poder y aplicarlo a sus intereses a costa de mentir sin arrobo y acreditó que es favorito a la Casa Blanca y mentiroso compulsivo.
A Benjamín Netanyahu hay quien le considera un auténtico cavernícola que no da ningún valor a la vida ajena con tal de vivir un día más gobernando para eludir el aliento de la justicia y anuncia que llevará a Líbano a la edad de piedra (sic) si hay escalada militar, por si alguien dudaba de qué cueva ha salido.
Giorgia Meloni viene edulcorando su lado oscuro, pero no puede evitar que cuando frunce el ceño se le ponga aire mussoliniano. Pues van sus juventudes y se dejan grabar saludando al Duce y haciendo comentarios racistas dirigidos contra su propia diputada de origen judío. Que tome nota Ignacio Garriga, no sea que la sangre nueva –y de castellano viejo– de las juventudes de Vox le incorpore también a sus charlas distendidas sobre las virtudes del mestizaje. Porque es que no hace nada que Alternativa por Alemania ya aparcó a su candidato Maximilian Krah por exculpar a miembros de las SS nazis de los crímenes de todos conocidos. Y podríamos seguir con Milei, con Le Pen o con Putin para que todo el que aún dude de lo que son se vaya enterando: son lo que parecen.