Una vez más, comprobamos lo alta que es la afición rojilla: tiene los pies en el suelo –y, por eso, admite la posibilidad y hasta la probabilidad de que el Barça nos meta cinco el jueves–, pero la cabeza le llega a las nubes –y, por eso, se ilusiona cada vez más según se acerca el partido y no descarta una épica victoria (y, si no hay más remedio, en la prórroga o los penaltis)–.
Ese sueño parte del argumento de que el Barça está flojo flojo, obviando que tampoco es que a Osasuna se le vea como para lanzar cohetes. Pero, eso sí es indudable, la presión estará en el bando contrario, ya que los rojillos poco tienen que perder (más allá del cuarto de kilo que supone ganar el partido) mientras que en Can Barça hay un ambiente in crescendo de crisis que no presagia nada bueno.
Excelente ocasión para que un equipo humilde, con los pies en el suelo, se eleve hasta las nubes de otra final por un título.