Dos parejas, uno de los juegos de moda y un cadáver. A partir de ahí Joel Joan y Hèctor Claramunt crearon en 2018 una comedia de éxito que no solo sigue su camino sobre la escena sino que se ha convertido también en película. Antonio Molero lidera el reparto de actores y actrices que dan vida a una obra que, aún con elementos de thriller y misterio, garantiza la carcajada mientras propone, también, una reflexión sobre cómo actúa el ser humano en las situaciones límite, sobre las relaciones y la amistad, e incluso sobre la política. Escape Room llega hoy y mañana al Principal para abrir el cartel del teatro durante las recuperadas fiestas de La Blanca, las primeras desde 2019.
Son varias veces ya en las que Antonio Molero viene a actuar al Principal en plenas fiestas de La Blanca. ¿Cómo lleva lo de trabajar no ya cuando el resto está de vacaciones, sino además de jarana?
(Risas) La verdad es que uno se acostumbra con los años. Es más, no había caído, pero es verdad que he ido a Vitoria varias veces coincidiendo con las fiestas. Pero varias, de hecho. A mí me gusta. Creo que tengo un poco espíritu de feriante y me gusta la gira, salir, ir por ahí a otras ciudades a disfrutar. Claro, cuando coincides con días de fiesta, lo de hacer turismo es más complicado pero ya te digo que no me importa, todo lo contrario.
Para Vitoria, como para el resto de ciudades, es recuperar sus fiestas después de todo lo sucedido por la situación sanitaria. ¿Cómo ha vivido, en lo profesional, estos dos años largos?
Quitando los cinco meses en los que se cerró todo, cuando se reabrieron los teatros nosotros fuimos casi los primeros en entrar en Madrid y fue una experiencia brutal. Era complicado ir a los sitios y había muchas dudas sobre muchas cosas. El público que acudió al teatro en aquellos momentos era gente especial. Venía en una actitud muy militante. En cada actuación se produjo una comunión entre el público y nosotros que fue muy emocionante. Sobre todo a la hora de los aplausos, se producía un intercambio. Ellos nos aplaudían pero nosotros también les aplaudíamos.
Aunque tampoco puede ver mucho desde el escenario, pero ahora tiene que resultarle hasta extraño ver a los espectadores sin mascarilla y juntos.
(Risas) Sí, no te creas. Cuando recuperamos el camino y vino la gente con mascarillas fue algo muy extraño. Las dos o tres primeras actuaciones resultaron hasta casi demasiado íntimas. Y, ahora, ha sido como, de repente, sentir que le estás viendo las vergüenzas al personal solo porque le estás viendo la boca (risas). Es un gusto volver a ver las caras, ver a la gente sonreír. Cuando estás haciendo una comedia es maravilloso no solo escuchar sino también ver a la gente reírse a carcajadas sin ningún obstáculo.
Pero sobre todo al principio, con aforos tan reducidos, tuvo que ser complicado actuar sin ese ambiente colectivo que siempre requiere una comedia. ¿En situaciones así, hay que esforzarse más o se queda uno frío?
La comedia tiene esta desventaja, es decir, si hay poco público, suele pasar que la gente se corta un poco a la hora de reírse. Es como si nos volviéramos un poco tímidos. Una risa entre 100 personas se nota más que entre 400, así que el espectador intenta ser un poco más discreto a la hora de expresarse. Pero lo que no tenemos que hacer los actores es forzar la comedia o sobreactuar porque, entonces, desvirtúas lo que estás haciendo. Hay que mantenerse firme y llevar tu ritmo y tu intensidad como esté marcado. Si no, corres el riesgo de vender la moto más de lo que se necesita. En el caso concreto de la pandemia fue diferente porque cuando venía poca gente, quienes acudían estaban tan por la labor que no se producía lo que decíamos. Acudían con una actitud de entrega impagable. No lo pasé mal en esas fechas por esto.
Entonces y ahora está representando esta creación de Joel Joan y Hèctor Claramunt. ¿Una comedia, un thriller?
Es una comedia con algún toque de thriller y de suspense. Pero digamos que la situación de suspense la viven más los personajes que los espectadores. El público entra en clave de comedia casi desde el principio. Desde el primer momento se presenta a cuatro personajes que son muy distintos y la gente empieza pronto a frotarse las manos pensando en la que se va a liar. Es verdad que dentro del Escape Room hay una trama de thriller, pero de uno muy de Serie B (risas). Sí que hay algún susto y alguna situación inesperada pero como los hay en un capítulo de Scooby-Doo. En este sentido, la gente se divierte mucho viéndonos sufrir.
La historia ha sido tal éxito que incluso se ha convertido en película. ¿Dónde cree que está el secreto de esta repercusión?
Es difícil saberlo y también explicarlo. No hay fórmula. Si la hubiera, mañana podría uno volver a escribir una obra y forrarse de pasta (risas). La función te da varias pistas. Por ejemplo, hay una mezcla entre teatro y casi magia. Hay elementos técnicos, mecánicos, que funcionan a la perfección, como cuando un mago hace caer una guillotina, para que nos entendamos. La obra, en este aspecto, es como una especie de juguete. Y luego, como en una de estas salas normales, la acción transcurre en un tiempo determinado, en una cuenta atrás, y eso le da mucho ritmo al conjunto. A nivel de contenidos, hay una parte política en la que yo creo que todo el público se ve reflejado de alguna manera. Esto es muy interesante para mí porque la política hoy está en un momento bastante particular. Si ves una tertulia o un debate, si das dos pasos atrás, ves que ahí hay mucha comedia. Es otra parte del éxito de esta función, que de repente ves a personajes muy reconocibles a nivel de ideología. Eso se une con otros ingredientes y con el trabajo que han hecho dos autores que han sabido dar con la clave del éxito una vez más.
Dos creadores que crearon esta obra de teatro para tomarse un respiro de su éxito televisivo. Un medio, por cierto, en el que usted sigue pero, entre otras cosas, porque son varios los canales que siguen repitiendo series muy famosas de las que Antonio Molero ha sido protagonista. ¿Se ve o no hace mucho caso?
(Risas) No suelo verlo. Es más lo que me llega. Y no te puedes hacer ni idea ahora con la gente joven. Me encuentro con mucha chavalería que está viendo Los Serrano ahora. No me entiendas mal, es agradable, pero no me entero de nada. Es más lo que me cuentan, alguien que te para y te habla con emoción de algo que pasó en un capítulo. Y hay veces que yo ni me acuerdo de eso en concreto a lo que se refieren. Mira, hace poco me presentaron a una niña que se llamaba Candela. Vale, yo la saludé y ya está. No caí en que mi mujer en Los Serrano se llamaba así (risas). Un desastre, vamos.