Pamplona, parque fluvial del Arga, 11:00 de la mañana. Finales de diciembre. El cielo está despejado y el sol brilla, pero la imagen es engañosa ya que la temperatura ambiente es de unos 5 grados y la temperatura del río, que sigue con calma su cauce, ronda los 7. La pasarela, en sol y sombra, está cubierta por una fina capa de hielo que resiste obstinada desde la noche y la policía local ha cerrado los accesos para evitar accidentes. Un día más de principios de invierno en la capital navarra.
Sin embargo, hay algo que altera la normalidad de la escena: una persona que flota en el agua, a la altura de la playa de Caparroso. La corriente la arrastra y su cuerpo pasa por debajo de la pasarela y sigue río abajo. Al estar el agua a una temperatura tan baja, el cuerpo empezará rápidamente a perder más calor del que produce y entrará en hipotermia. Al llegar la temperatura corporal a los 35 grados, el corazón, el sistema nervioso y otros órganos empezarán a tener dificultades para funcionar con normalidad. El desenlace más probable es que la persona se ahogue, el cuerpo se hunda y la corriente lo arrastre.
En este caso, todo acaba bien, porque la persona que flota en el río lleva un traje de buceo que le permite mantenerse en el agua fría sin entrar en hipotermia y, además, no está ahí porque se haya caído o haya sufrido un accidente. Es un buzo del Grupo de Rescate Acuático (GRA) del Servicio de Bomberos de Navarra que realiza, junto a varios compañeros, una maniobra de rescate en superficie, tal y como hacen de manera periódica, para estar preparados cuando se les necesita.
Maniobra de rescate en superficie
La maniobra se inicia con cinco componentes del equipo del GRA montados en una barca ligera raft. Maniobran contracorriente, impulsados por los remos, remontando el río para acercarse a la pasarela e inspeccionar la acumulación de restos arrastrados por el caudal. Aprovechan las zonas en las que el choque de la corriente con los obstáculos -los pilares de la estructura de hormigón en este caso- hacen que esta cambie de sentido para avanzar con facilidad río arriba. Si un cuerpo o un objeto cae en esa zona de contra, es posible que se quede en ella y no siga río abajo.
A continuación, la barca vuelve a la orilla y uno de los buzos entra despacio en el cauce y se deja arrastrar por la corriente hasta la zona de la pasarela, en la que espera otra parte del equipo, preparado para lanzar una cuerda de rescate cuando el cuerpo llega flotando a su altura.
Alberto Garde, suboficial de bomberos y responsable del GRA explica que esta técnica solo se puede realizar cuando la persona está consciente y tiene capacidad de colaborar con el rescate, es decir, alguien que no tenga lesiones y que no sufra una hipotermia que le impida moverse, porque tiene que asir la cuerda. Podría ser una persona colaboradora, o un rescatador que ha sufrido algún percance y se lo ha llevado la corriente", explica. Este tipo de rescate se realiza cuando una persona ha caído al río y se da la circunstancia de que los rescatadores están cerca.
Por último, se realiza un segundo tipo de maniobra, en la que el rescatador se lanza al río y rescata a la persona y le ayuda a salir. Este tipo de maniobra es la indicada cuando la persona que baja flotando no colabora con el rescate, bien porque está inconsciente, porque sufre hipotermia o por cualquier otra circunstancia que en ese momento le impida hacerlo.
Una vez realizado el rescate, el siguiente paso es encontrar el lugar adecuado para salir del agua. "Sabiendo cómo 'funciona' un río, cómo van cambiando las corrientes, el rescatador elige por dónde tiene que salir, ya que no siempre es posible hacerlo por cualquier lado". En ese sentido, el río es como el mar, explica Garde: "Si te lleva la marea hacia adentro y empiezas a nadar en línea recta hacia la playa en contra de la corriente, te vas a cansar y posiblemente te vas a ahogar. Hay que buscar las zonas en las que la corriente te ayuda a avanzar. Y hay que tener siempre claro que no hay que nadar contra la corriente. Tienes que dejarte llevar, yendo paralelo a la playa, hasta encontrar el punto en el que el mar te acerca a la playa. En el río pasa lo mismo. Hay que saberlo, y además, mantener la cabeza fría para ponerlo en práctica".
“ Hay que buscar las zonas en las que la corriente te ayuda a avanzar. Y hay que tener siempre claro que no hay que nadar contra la corriente. Tienes que dejarte llevar, yendo paralelo a la playa, hasta encontrar el punto en el que el mar te acerca a la playa. En el río pasa lo mismo ”
Alberto Garde, responsable de GRA
El GRA de Bomberos de Navarra
El Grupo de Rescate Acuático del Servicio de Bomberos de Navarra se puso en marcha en el año 1983. Dirigido por un suboficial de bomberos, en la actualidad está compuesto por 21 buzos que prestan servicio como bombero en los diferentes parques de Navarra y, cuando la situación lo requiere, realizan labores específicas de rescate en el agua.
Las intervenciones que realizan son variadas, e incluyen la búsqueda y rescate de personas, animales y bienes, tanto en superficie como en zonas sumergidas; y avenidas de agua e inundaciones. También realizan intervenciones para la protección del medio ambiente en aguas interiores: en caso de vertidos contaminantes, colocando unas barreras de contención o absorción, en función del producto y de la zona. Y prestan apoyo técnico a otros servicios, como la asistencia a los cuerpos policiales que actúan en Navarra en la búsqueda de personas y objetos desaparecidos bajo el agua.
Además de la formación propia de cualquier bombero, los miembros del GRA reciben una formación especializada en buceo sin visibilidad y buceo en corrientes, situaciones en las que habitualmente desempeñan su labor. También tienen formación y experiencia en rescates en superficie, en aguas bravas e inundaciones.
Para mantenerse actualizados, realizan un mínimo de 72 horas anuales de prácticas específicas, así como reciclajes o formación en nuevas técnicas de búsqueda y rescate, como, por ejemplo, el curso de rescate de personas en vehículos sumergidos en ríos en el que participaron la primera quincena de septiembre de 2022 en Murillo de Gállego (Zaragoza).
Los equipos de trabajo del GRA están normalmente compuestos por cuatro personas: dos buzos en el agua, un jefe de equipo y un buzo preparado para poder actuar en caso de que uno de los buzos tenga una emergencia. "En este sector tenemos la suerte de que hay una normativa de seguridad muy clara", explica Garde.
Así, todos los días del año hay un mínimo de cuatro buzos disponibles en Navarra para realizar una intervención inmediata. Si la actuación lo requiere, se activa progresivamente al resto del equipo, de manera proporcional a la duración de la actividad.
Misiones y equipamiento
El GRA desempeña principalmente dos tipos de misiones, rescate subacuático y rescate en superficie. Cada trabajo tiene su técnica y requiere de un equipamiento concreto. Cada uno de los buzos del GRA dispone de un equipo personal y comparte un equipo común, entre el que se encuentran dos vehículos, dos embarcaciones con motor fueraborda y un raft.
Cuando la temperatura del agua es superior a 10 grados centígrados, se emplea un traje de neopreno, un traje húmedo. Cuando la temperatura del agua es inferior a 10 grados, se emplea un traje seco, que permite bucear sin que el agua entre en contacto con el cuerpo del buzo, de forma que puede trabajar durante periodos prolongados en agua fría. El traje seco se coloca por encima de un traje térmico, en contacto con la piel, que incorpora una cremallera estanca que cierra el equipo. En la zona del cuello y de los puños tiene un elástico de látex, goma o neopreno para evitar entradas de agua.
Además, utilizan botas de barranco, que son muy antideslizantes, lo que evita que se produzcan resbalones. Encima de las botas se colocan las aletas, que se retiran para realizar determinadas labores, como la revisión de orillas. También se pueden incorporar guantes secos, que se fijan al traje con anillos de aluminio y evitan que se mojen las manos. Y, por último, se utiliza una capucha para evitar que se enfríe la cabeza. De este modo, lo único que está en contacto con el agua es la cara.
Cuando la intervención requiere bucear, se emplea una bibotella, dos botellas individuales de aire comprimido - no oxígeno, recalca Garde- a 300 atmósferas. Son dos botellas unidas por una grifería, cada una de ellas con un regulador independiente. Y también incluyen un ordenador de buceo, acoplado a las botellas, que marca todos los parámetros de la inmersión, como la temperatura del agua, el aire que queda y el esfuerzo que realiza el buzo.
Entre ambas botellas hay un grifo intermedio, que se lleva cerrado, de manera que cada una de ellas funciona de manera independiente. Cuando el buzo nota que se ha acabado el aire de la botella que está usando, abre el grifo y el aire pasa de una botella a otra. En ese momento sabe que ha consumido la mitad del aire disponible. Cuando al cabo del tiempo vuelve a notar que el aire comienza a agotarse, es el momento de volver a la superficie. De manera que, sin ver el equipo, el buzo sabe siempre cuánto aire tiene. "Este sistema lo adoptamos por seguridad, ya que el 90% de las inmersiones se realizan sin visibilidad, en zonas con mucha materia en suspensión, así que los buzos no pueden depender de los indicadores visuales del equipo. Esta es la principal dificultad a la que nos enfrentamos", aclara.
Dificultades de comunicación
El segundo problema bajo el agua, después de la visibilidad, es la comunicación. En determinados trabajos se emplean máscaras que incorporan un equipo de comunicación subacuática, lo que permite la conversación entre los buzos y con los miembros del equipo que está en la superficie. Se pueden utilizar para trabajar en zonas sin corriente, como pantanos y embalses. "Dejamos la unidad de superficie en la embarcación o en la orilla y podemos mantener el contacto de forma constante, algo que aporta un elemento de seguridad a las intervenciones. Funciona más o menos como un talkie", explica el responsable del GRA.
Cuando no es posible usar este equipo, la comunicación se hace mediante apretones de manos. Un apretón significa: "¿Qué tal estás?". Dos apretones: "Bien". Tres apretones rápidos: "Salimos". Toda la comunicación está siempre enfocada a la seguridad, porque no se pueden compartir instrucciones complejas.
En las intervenciones que se realizan en superficie, el buzo lleva también un chaleco de rescate, una cuerda de rescate y el casco. El chaleco incluye un bolsillo cerrado con una cremallera, en el que se guardan mosquetones, poleas y cintas, elementos que permiten un adecuado aseguramiento que se emplea, por ejemplo, para salir del río en zonas difíciles. Asimismo, sirven para hacer reenvíos a un polipasto para, por ejemplo, poder desatascar una embarcación.
"Es muy peligroso estar atado dentro del agua, por lo que el buzo siempre necesita poder soltarse", recuerda Garde. El chaleco de rescate lleva una cinta de zafado rápido que permite que un buzo que se lance al agua asegurado con una cuerda pueda soltarse con facilidad si se queda atrapado debajo de la superficie.
"En casos de atrapamiento, la corriente tirará del buzo en una dirección y la cuerda en otra, haciendo que se hunda. Con este sistema, cuando se tira de la anilla, la cuerda se libera y como el equipo lleva muchos elementos de flotación, el buzo saldrá a la superficie. Es imprescindible que un rescatador que se vaya a meter al agua atado se pueda liberar cuando lo necesite. Si no, está prohibido meterse al agua atado. Es un error que se ve con cierta frecuencia en la televisión: una persona que se mete al agua y le van sujetando desde la orilla. Si esta persona pierde pie, es muy fácil que se ahogue. La única manera de entrar al agua asegurado con una cuerda es hacerlo usando un chaleco de rescate con este sistema de zafado. Además, una persona que no está entrenada en rescate y no tiene el equipamiento adecuado, si se mete al agua para sacar a alguien, está comprando todos los boletos para tener un accidente que puede ser mortal. Todos los años muere algún padre, un amigo o un voluntario que se lanza a salvar a alguien al mar o al río. Es muy complicado sacar a alguien que se está ahogando, pero hay que mantener la cabeza fría", recalca Garde.
“ Todos los años muere algún padre, un amigo o un voluntario que se lanza a salvar a alguien al mar o al río. Es muy complicado sacar a alguien que se está ahogando, pero hay que mantener la cabeza fría. ”
Alberto Garde, responsable del GRA
Antes de la intervención
El trabajo del GRA se inicia antes de la intervención, y consiste en analizar los datos disponibles para optimizar los recursos. "Si sabemos que una persona ha caído al río en un punto concreto, hay que ver cuál es el recorrido que puede haber hecho y los puntos en los que puede haberse quedado retenido el cuerpo", explica Garde.
La primera búsqueda es muy parecida a una búsqueda en tierra. Normalmente, en el río la corriente principal se va cruzando de una orilla a otra, así que los primeros lugares que se revisan para buscar un cuerpo son aquellos en los que es más probable que lo haya depositado la corriente. "Si no aparece, hay que organizar otro tipo de búsqueda, atendiendo a factores como si hay profundidad suficiente para que el cuerpo se haya quedado atrapado, comprobar si hay algún obstáculo en el que se haya podido enganchar, ver las riadas que se han producido para saber si ese cuerpo ha podido ser arrastrado, etc. Por ejemplo, si un cuerpo llega flotando a la zona del río en la que nos encontramos, y en la pasarela se ha producido una acumulación de ramas, lo lógico es que el cuerpo se pare en el obstáculo, a no ser que haya mucho caudal y el río esté pasando por encima de la pasarela y el cuerpo haya pasado también. Todo eso hay que analizarlo antes de empezar".
Intervenciones en los últimos años
El GRA ha realizado en 2023 un total de 45 intervenciones, frente a las 54 realizadas en 2022 y las 64 en 2021. De ellas, las más numerosas han sido las de salvamento, que han sido un total de 36, un número muy similar al registrado el año anterior, que fueron 37, el mismo número que en 2021, también 37. Dentro de las maniobras de salvamento, las más numerosas han sido, como es natural, los rescates en el medio acuático, que han sido 29, frente a los 35 de 2022 y los también 35 de 2021. Asimismo, se han realizado en 2023 cuatro intervenciones de rescate de cadáveres (río Arga en Pamplona, embalse de Alloz, foz de Lumbier y río Aragón en Mélida). En 2022 no se realizó ninguna y en 2021 fueron dos. Por último, se realizó el pasado 2023 una operación de control de vertidos dañinos al medio ambiente, frente a las tres realizadas tanto en 2022 como en 2021.