Procede de Santa Cruz del Fierro, “al lado de Zambrana” como puntualiza ella, y no se trasladó a vivir a Vitoria-Gasteiz hasta que se casó. Florencia Pérez tiene 98 años y ha vivido muchas fiestas de La Blanca, tantas que ha podido comprobar en primera persona cómo han ido cambiando y cómo el amplio programa que ahora hay para honrar a la patrona hace muchos años no lo era tanto. Siempre le ha gustado disfrutar de las festividades y ese gusto se lo ha trasladado a toda su familia. Cada una de las generaciones que se van sumando a su árbol genealógico va mamando las costumbres familiares que año a año se mantienen.
Come una manzana diaria porque hace ya muchos años se la recomendó una médica “para no morirse” y del 4 al 9 de agosto tampoco la perdona. Hoy en día son fechas de mucha calle y hace falta estar en plenas condiciones “para estar en todo lo que se pueda”. Florencia nunca se ha vestido de neska, pero eso no le ha impedido salir y disfrutar. Recuerda que durante muchos años lo único que había eran actos religiosos y música. “Íbamos detrás de alguna txaranga bailando y luego en La Florida también movíamos el esqueleto”. Poco a poco, los actos han ido creciendo y con ellos las horas de callejeo y de compartir momentos con sus familiares.
Su hija Emilia García ha mamado esas ganas de vivir La Blanca. Ella recuerda cómo cuando era más joven no se llegaba muy tarde a casa. “A las 23.30 o así ya no había nada”, dice “y casi siempre se iba con los padres y madres”. Nunca ha estado lejos de Vitoria-Gasteiz del 4 al 9 de agosto y no tiene mucha intención de estarlo este y en los próximos años. Su hermano Alejandro García y su mujer María Consuelo Sánchez también se organizan para estar en fiestas. Este año se han marchado unos días a Benidorm, pero el día 4, como un reloj, verán la bajada de Celedón y cantarán cuando Gorka Ortiz de Urbina llegue a la balconada. También han practicado esa costumbre de compartir muchos momentos con sus hijos/as en La Blanca, aunque, cuando eran pequeños, siempre tenían la costumbre de “una noche por lo menos dejarles con la tía o la abuela y salir nosotros solos o con amistades”.
Lo de mirar el calendario y organizar las fechas para no perderse las fiestas es algo muy habitual en esta familia y para Carolina García, la hija de Alejandro y Consuelo y nieta de Florencia, su marido, Diego Rodríguez, y sus hijos suele ser normal irse unos días de vacaciones en julio y volver a fiestas. Ella es de las que se pone el traje de neska todo lo que puede y la que, programa en mano, está en un montón de actos todos los días con sus hijos Lola y Mauro Rodríguez.
La que todavía no sabe si estará los seis días es Patricia García, la gerente de Gasteiz On. Tiene claro que los primeros sí, pero todavía no ha decidido si marchará de viaje antes de que acaben. Para ella y su marido Igor Anuncibay, además, las de 2022 serán unas fiestas especiales porque son las primeras de su hija, a la que la pandemia le ha hecho esperar para su estreno. Clara Anuncibay debutará en el programa de eventos que comparten los García-Pérez y lo mismo ve a su padre saltar y brincar con alguna cuadrilla de blusas recordando cuando pertenecía a alguna.
Quien finalmente también podrá hacerlo es Marko García, el hijo del exalavesista Manu y su mujer Noelia Martínez, que también nació en la pandemia y que en sus dos años de vida se ha visto privado de los actos multitudinarios. Este año parecía que los compromisos profesionales de su padre le mantendrían lejos de Vitoria-Gasteiz, pero su salida de Chipre propiciará que la familia García-Martínez regresen a su hogar en plenas celebraciones. Noelia y Manu casi nunca han faltado a esta cita y para el futbolista ha sido habitual compartir momentos con la cuadrilla de blusas de sus amigos, y este año, de manera inesperada, también podrá vivir alguno de esos momentos festivos con su entorno más cercano al tiempo que busca un nuevo equipo. A Florencia siempre le han gustado estos momentos y se ha rodeado de los suyos constituyendo una tradición familiar y aprovechando para ver a otras partes de la familia a las que ve de manera menos habitual que a sus más allegados/as. Eso de comer en su casa varios días y cocinar para la familia también es una costumbre que ha instaurado, aunque con el paso de los años le ha tocado a su hija Emilia hacerlo.
Con la eliminación de las corridas de toros, se le ha esfumado la posibilidad de compartir con su nuera Consuelo una de sus pasiones. Cuando había la oportunidad Florencia acudía con ella y su hijo Alejandro a la plaza y en alguna ocasión se unía Patricia. Otro día era habitual que todos quedasen para ver el paseíllo de los blusas, donde ahora es habitual ver neskas, pero donde antes “no había ni una”, recuerda. Es otro de esos momentos que comparten todavía, como la habitual vuelta por las barracas en las que ahora quienes más disfrutan son los txikis, pero en la que Florencia, si las fuerzas le acompañan, estará.