Por fin llegó el día de quitarse la mascarilla. En bares y cafeterías, hoy no de habla de otra cosa. "!Quítate la mascarilla, hombre!", le espetaba con una sonrisa José Ángel a un cliente en su local del Casco Viejo. "Hoy ya no hay que llevar puesta la mascarilla dentro de los sitios, no?', preguntaba una mujer que apuraba un café. "No. Pero yo la voy a seguir llevando, así disimulo si voy enfadado", le contestaba un repartidor que lucía sonrisa de oreja a oreja.
En la cervecería Casco Viejo, Alex Ferreira también se ha quitado la mascarilla. "Desde el primer momento, no me la he puesto ni un segundo. Había muchas ganas, sobre todo por parte del cliente, de poder verte la cara, sonreír y gesticular. Te lo dicen ellos mismos. Y para mí también, porque 8 horas con ella puesta se hace pesado", explicaba está mañana en un local en el que no ha faltado algún que otro cliente despistado que accedía al mismo tapado. "Ya era hora. Da gusto volver a la normalidad, de sentir que todo empieza a ser como hace tres años", se alegraba.
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TRANSPORTE PÚBLICO
En el metro, los letreros luminosos seguían recordando que en el transporte público continúa siendo obligatorio cubrirse la boca. Y, aunque los andenes están exentos de esta excepción, la mayoría de viajeros sigue portando la mascarilla también dentro de la estación.
Solo Iker Montañez entraba desde Unamuno con la cara despejada. "Vengo sin ella por la calle y apuro hasta el final. Es un descanso, ya era hora de que nos la dejaran quitar", agradecía. Eso sí, no tenía ninguna duda de que dentro del vagón la lógica, además de la ley, no permite aún excepciones. "En algunos momentos vamos muy apretados", razonaba.
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