¿Cómo se gesta el proyecto SESSAMO?
–Es un proyecto que se inicia en 2021 porque conseguimos una subvención del Instituto de Salud Carlos III. Queremos establecer una cohorte de seguimiento, una muestra a la que queremos seguir desde la adolescencia hasta la edad adulta. Nuestra idea es acudir a las aulas, y quien quiera participar tendrá que contestar a una serie de cuestionarios validados que recogen diferentes características: estilos de vida, dieta, actividad física, hábitos, consumo de tóxicos, adicción a Internet y videojuegos; y también situaciones adversas que han sufrido, sobre todo acoso y ciberacoso; y luego les pasamos una batería de cuestionarios de salud mental, que no sirven como diagnóstico pero si nos dan idea si sufren cierto problema de salud mental. Recogemos trastornos de la conducta alimentaria, síntomas de depresión, ansiedad y estrés, ideación de suicidio… Y hemos incluido también un apartado de síntomas de estrés postraumático tras la pandemia.
¿Y cómo está la salud mental de los jóvenes tras la pandemia?
–La percepción que tenemos cuando entramos a los colegios es que todos los orientadores y directores dicen que los adolescentes están ansiosos y que están detectando muchos problemas. Pero una cosa es una percepción y nosotros lo que hacemos es ciencia, que es recoger los datos. Por eso es tan importante la participación, que nos den el permiso para poder recoger los datos y poderlo cuantificar, y desde un punto estadístico podamos llegar a conclusiones. Porque si no es “las redes sociales son malas” y, ¿son malas? Pues no lo sabemos. Tenemos que ver quién consume, cuándo, durante cuántos años… Y luego vamos viendo cómo eso afecta o no afecta a su salud mental.
“ La pandemia ha modificado parte de los objetivos del estudio, y hemos incluido un cuestionario de estrés postraumático ”
¿La pandemia también ha influido en el estudio?
–Sí que es verdad que la pandemia ha podido cambiar las cosas y de hecho se ha modificado el proyecto. Nosotros lo teníamos a principios del año 2020, se nos adjudicó, se nos dio financiación y luego hemos modificado parte de los objetivos porque hemos querido introducir, por ejemplo, el cuestionario de estrés postraumático, que no se contemplaba.
Uno de los objetivos es buscar si hay adicción a las redes sociales. ¿Cuándo empiezan a ser un problema?
–Ya empieza a haber estudios que determinan que el exceso de redes tiene un efecto negativo contra la salud. Depende muchas veces del uso que se haga de estas redes. Puede ser negativo, pero en algunos casos incluso positivo, porque para una persona introvertida puede ser un camino de abrirse e intentar socializar. Pero para poder establecer relaciones necesitamos más estudios. Nosotros incluimos en el nuestro dos cuestionarios que se emplean para determinar si hay adicción, porque una cosa es que se consuman redes sociales y otra que se haga de manera adictiva. Hay dos cuestionarios que ya están validados y que empleamos para detectar si en la muestra hay un problema de adicción. Va por una serie de puntos y cuando se supera un baremo se establece que hay una adicción. Y ya en un análisis previo detectamos que hay adicción, sobre todo a Internet.
¿Cómo se determina que ya ha pasado de ocio a un problema?
–Son varias preguntas. Por ejemplo se le pregunta al adolescente si está en Internet y tiene que hacer algo importante, si deja de hacerlo porque no puede dejar de estar dentro de Internet. O si ha descuidado actividades necesarias o ha quitado horas de sueño por estar en Internet, o si le ha cambiado el humor cuando le han obligado a quitarlo… Son signos de que algo está pasando, como puede ser la adicción a cualquier tóxico.