Lleva muchos años afincado en Barcelona, y aunque en primera instancia se licenció en Ingeniería Industrial, su vida derivó en la literatura y de ella vive en la Ciudad Condal, en la que está perfectamente integrado, aunque reconoce ser un inmigrante más, aunque favorecido. A la hora de escribir siempre vuelve la mirada a su país, México. La lejanía le ha llevado a verlo con una perspectiva muy diferente a la que tenía cuando residía en su ciudad natal, Culiacán. Nunca ha pisado Cancún y tampoco Riviera Maya; para él estos lugares son parques de atracciones listos para acoger a turistas.
PERSONAL
Edad: 39 años.
Lugar de nacimiento: Culiacán (México).
Formación: Estudió Ingeniería Industrial y es doctor en Historia de la Ciencia. Ha estudiado también Filología Española.
Trayectoria: Ha publicado narrativa, crónica y ensayo en periódicos y revistas. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Inés Arredondo por el libro La voluntad de marcharse. En 2012 fue ganador de la I Beca de Creación Literaria Han Nefkens, que le permitió estudiar el Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra. En 2014 fue incluido en México 20, una antología impulsada por Conaculta y el British Council, que reunía a los veinte escritores jóvenes más sobresalientes de México. En 2014 publicó su primera novela, Anatomía de la memoria. Posteriormente ha publicado Cuántos de los tuyos han muerto y el último, El libro de las ausencias.
El libro de nuestras ausencias narra historias muy próximas a usted.
Se sitúa en tiempos muy recientes y habla mucho de la ciudad de Culiacán, donde yo nací, crecí y viví una parte de mi vida, y contempla situaciones dentro del contexto del narcotráfico. Yo vivo en Barcelona, pero mi familia sigue allí, y también mis amigos. Toda esta violencia que genera el narcotráfico termina tocando a casi todo el mundo por allí. De una forma u otra, todos tenemos familiares y amigos desaparecidos. Siempre hay víctimas que son muy próximas.
Unas desapariciones ante las que parece que se hace la vista gorda por parte de las autoridades.
No sé si se hace la vista gorda o es tanta la cantidad de personas desaparecidas, tan excesiva, que cualquier Estado estaría desbordado. Estamos hablando de cientos de miles de desaparecidos, pero también de muchos asesinatos al día. Todo es descomunal. Probablemente, en algún momento todo empezó así, haciéndose la vista gorda, pero ahora mismo, aunque se le quiera poner un mínimo de atención es realmente imposible de controlar. Ha desbordado cualquier lógica y cualquier proporción.
¿Hay corrupción institucional?
Por supuesto. En todos los lugares del Estado mexicano hay corrupción y un alto grado de impunidad que hace que sea todavía más difícil atacar este asunto.
¿Un libro incómodo? ¿Cómo surgió la idea de escribirlo?
Es un libro que empecé hace muchos años, unos quince. Lo he escrito y reescrito muchas veces. El contexto de las desapariciones y la violencia era muy diferente cuando empecé esta historia a cómo es ahora. Con el gobierno de Felipe Calderón se recrudeció la violencia en la calles. Este libro tiene que ver con una conjunción muy extraña, que se cuenta en las primeras páginas. En el año 1996 tenía trece años y vi una obra de teatro que se llama El quinto mandamiento.
No matarás.
Eso es. Era una especie de metaficción, y esa metaficción tenía como misión desentrañar un crimen. Me impactó mucho la puesta en escena. En esas fechas desaparecieron tres chicos muy jóvenes, de 16, 17 y 18 años, y uno de ellos era hermano de un compañero mío de la escuela, vecino de la casa de mis padres. La extraña conjunción entre esos dos acontecimientos fue poco a poco cobrando un sentido más simbólico y tiempo después ha terminado convirtiéndose en lo que ahora es El libro de nuestras ausencias.
Usted es ingeniero de profesión. ¿Ejerce como tal?
Hace muchos años que no. Trabajé en dos fábricas, pero lo dejé hace muchos años.
Y también estudió Historia de la Ciencia y Filología Española.
Después de trabajar en las fábricas en Tijuana volví a Culiacán, y decidí hacer algo intermedio entre ciencias y humanidades. Siempre, desde muy pequeño, tuve una gran atención hacia todo lo que se refería a la literatura. Primero me aficioné a la lectura y después fui apuntándome a talleres de escritura. Al final, la literatura ganó a la ciencia.
Desde la distancia, México se ve como un país de vacaciones y también como uno de los lugares más peligrosos del mundo. ¿En qué concepto estamos equivocados?
En buena medida en las dos apreciaciones. Hay mucha gente que me dice: Fui a México, fui a Cancún. Pues yo nunca he ido a Cancún. Es como otro país, como un parque de atracciones para turistas. Las diferentes regiones de mi país son radicalmente distintas de ese lugar, además de muy distintas entre sí. Son muy diferentes el sur del norte y una costa de otra. México es muy grande, cuatro veces España en tamaño y tres en población. Es un país muy variado y es difícil tener una opinión única sobre un lugar tan extenso, pero así como no es un país eminentemente de vacaciones, tampoco lo es el de la violencia extrema y absoluta.
Aunque últimamente...
Cierto. Vas a decir que hay mucha violencia, mucha impunidad, pero la gente sigue viviendo. Yo no lo sé entender, la gente o bien se habitúa a vivir en un entorno de violencia o bien a seguir con sus vidas, sus trabajos, como una forma de resistencia.
¿Puede ser resignación?
No, yo no creo que sea esa la situación. Me inclino más bien por la resistencia.
Uno de sus libros es Anatomía de la memoria. Leyéndolo parece que nos lleva a la conclusión de que el pasado siempre dicta sentencia de una forma u otra.
De alguna manera es mostrar cómo intentamos reconducir el pasado. Aunque ocurre en el presente, el sustrato fundamental es el pasado. Habla del pasado como si fuera una carga.
¿Y no lo es?
Sí, claro, a veces lo es. La duda es si esa carga puede ser reconvertida o si es intocable.
¿Por qué se fue de su país y se asentó en Barcelona?
Es una pregunta a la que nunca encuentro respuesta. Quería salir de allí, quería ver otras cosas, no quería quedarme en el ambiente cultural de mi ciudad, que en aquella época era muy pequeño. Tampoco quería irme a Ciudad de México, que es lo que la mayoría de la gente hace. No me gusta y nunca me he sentido cómodo en ese lugar. La opción de Barcelona fue entre el azar en general y el azar electivo. Han pasado muchos años ya desde que llegue acá y creo que este es mi lugar de residencia definitivo, aunque voy yendo a México cuando puedo. Me ha dado la posibilidad de ver mi país desde otro lado y desde una perspectiva diferente.
¿Y cómo se ve desde el otro lado?
Las diferencias sobre las que preguntabas como el país de vacaciones, de la extrema violencia, o de los países que hay dentro México, no es algo que se vea estando allí. Antes de venir a Barcelona no conocí a nadie que hubiera ido a Cancún, a la Riviera Maya ni a todos esos lugares que ustedes miran como un paraíso vacacional. Estas contradicciones entre turismo y violencia no me las había planteado nunca, porque no eran parte de mi cotidianidad, de mi realidad. Las diferencias con el resto del país no las sometía yo a ningún escrutinio, ni lo pensaba.
¿Ahora sí lo piensa?
Al salir de allí y contrastar la experiencia del México en el que yo vivía, la costa norte en el Pacífico, y sobre todo en el noroeste, que es donde yo me llegué a mover más con mis viajes, me di cuenta de todas esas diferencias y situaciones que no veían entonces. Fue cuando aquello empezó a tomar forma dentro de mí. Desde dentro no podía ver esas formas.
¿Y son más dulces vistas desde fuera?
Hay cosas que la nostalgia termina modificando. Puede ser que haya una cierta remitificación de los lugares en los que ya no estás. Yo estuve al principio una temporada larga aquí y luego un tiempo corto en México, pero después me instalé ya definitivamente en Barcelona. En ese primer regreso sí había dentro mí una cierta mitificación, iba con una idea determinada, como con una cierta utopía en el aspecto laboral.
¿Y resultó?
No, me fue bastante mal en todos los sentidos. Creo que mi nostalgia por México está erradicada.
Hablemos de sus nuevos proyectos.
Ahora mismo trato de desintoxicarme de El libro de nuestras ausencias, pero llevo un tiempo con una historia entre las manos que trata de la locura y habla de hospitales de México y también tiene relación con el pasado, con el narcotráfico y con mi ciudad. Culiacán es una ciudad que para ser del norte es muy antigua, con casi 500 años de historia. Es una de las primeras ciudades fundadas después de la conquista, y hay una serie de leyendas y mitos en torno a sus construcciones, a lo poco que queda de ese pasado colonial.
Dice que ha superado en cierta forma la nostalgia, pero todo lo que escribe está relacionado con México. ¿Se ha planteado escribir en algún momento alguna novela ubicada en Europa o más concretamente en el lugar en el que vive, Barcelona?
Sí, está dentro de mis planes. Espero escribir un libro sobre la migración y sobre lo que ocurre en la periferia de Barcelona. Circulé bastante por esos pueblos y me di cuenta de lo que es la migración en esta zona, y desde esa perspectiva quiero hacerlo. No sé si algún día podré escribir un libro que eminentemente ocurra aquí y que no tenga nada que ver con México, aunque lo dudo mucho.
¿Se considera usted un emigrante?
No es que yo lo considere, es que lo soy. Me lo recuerdan el Estatuto y el Estado continuamente, y no hay vuelta de hoja. En los primeros años, cuando vine a estudiar, era un estudiante extranjero, pero no pasó mucho tiempo hasta darme cuenta de que era un emigrante, aunque un emigrante con ciertos privilegios, eso hay que reconocerlo. Desafortunadamente hay capas, diferencias; no para todos es fácil, ni siquiera igual.