Así funciona el mundo, hacer el mal siempre genera más interés que hacer el bien, por mucho que la mayoría no esté en el lado oscuro. Llevado al fútbol la máxima también se convierte en norma informativa. Ocurrió el jueves en los alrededores de San Mames pero el fenómeno es mucho mas frecuente de lo que nos gustaría, el patrón siempre es el mismo: unos garrulos ajenos a los colores se dedican a buscar gresca y liarla parda contra otros de similar entendedera, se enzarzan entre ellos y ya tenemos titular sensacionalista. Carnaza para las aves de rapiña que esperan salivando para escribir con tinta de hiel.
Muchos dirán, estigmatizando al balompié, que estos fenómenos sólo son propios de este deporte, que nunca ocurre en otras disciplinas donde prima el hermanamiento, las buenas formas de ganar y de saber perder. Puede ser, pero aquí deberíamos aplicar la máxima estadística irrebatible, a mas personas mas porcentaje de encontrarnos cenutrios en la variable. No se conocen encontronazos en los torneos de curling ni tampoco en las trepidantes partidas de ajedrez. Pero el fútbol mueve a las masas, decenas de miles de aficionados acompañan a sus equipos cada fin de semana, en definitiva son tantas manzanas en el cesto que necesariamente tiene que aparecer alguna podrida. Cest la vie.
No significa esto que tengamos que conformarnos con soportar a esta parte estúpida del fútbol, no hay que resignarse sino actuar cuando estamos a tiempo de cambiar las cosas. Todo empieza con una buena educación en valores cuando los niños empiezan a jugar, es en esos primeros pasos cuando se tienen que cimentar aprendizajes sobre compañerismo, deportividad y saber estar, en el verde y en la grada, donde los adultos no siempre somos el mejor ejemplo.