“Si te fijas, en muchos de los puestos han venido nuestras hijas con nosotras”. La zallarra Adelia Castañón, que regenta el restaurante Aretxaga, que se abastece de sus propios huertos, llevaba razón. Ahí radica la explicación de por qué el sector primario de Enkarterri ha preservado huertas, ganaderías y técnicas tradicionales a través de las generaciones. En este trabajo, para el que pide “empatía y que se nos valore porque nadie sabe lo que cuesta esto” han resultado providenciales mujeres como las que ayer recibieron un merecido homenaje en Artzentales en el marco de la primera feria comarcal de mujeres rurales.
El evento surge de “un Plan de Igualdad de la Mancomunidad que contiene una serie de objetivos y estrategias para, por una parte, intentar poner en contacto a mujeres y asociaciones de mujeres de la comarca y, por otro, reconocer a la mujer rural”, explicó el presidente de la institución, Martín Pérez Garmendia. Pese a la incertidumbre económica, apostó por “reivindicar productos de cercanía, calidad y saludables”. Para la alcaldesa de Galdames y presidenta de Enkarterrialde, Raquel Larruskain, “hacía falta distinguir la contribución de las mujeres al mundo rural porque ha estado poco visibilizada”.
En la feria se reparó este olvido poniendo en valor una figura de referencia por cada uno de los municipios que conforman la institución. La ganadera María Ángeles Olabe Cirión, de Alonsotegi; Elvira de la Hoz, de Artzentales; la presidenta de la asociación Nos Unimos de Balmaseda, Clementine Baza Bola; María García Guzmán, apodada afectuosamente Mariquilla de Galdames por toda una vida al cuidado del ganado; Antonia Villanueva Ramila de Gordexola, que enviudó muy joven y sacó adelante a sus hijos ocupándose del caserío familiar; la ganadera Soiartze Isusi, de Güeñes, en representación de la juventud que pisa fuerte; la ganadera de Karrantza Gloria Dehesa, que también ha trabajado en el sindicato agrario Ehne; Rosa María de la Dehesa Crespo, de Lanestosa; Aitxiber Palacio, ganadera de Turtzioz; Josefa Castiñeira, a quien en Sopuerta conocen como Pepi, que recogía la leche producida en el municipio y la llevaba a la fábrica y también desempeñaba tareas de labranza y ganadería en el caserío situado en el barrio de la Cubería, y la agricultora de Zalla Ana María Blanco de la Torre, una de las precursoras en el actual reconocimiento de la cebolla morada.
El relevo generacional “está suponiendo un problema, pero es una realidad que en Enkarterri sí lo hay”, aseguraba el presidente de la Mancomunidad a Soiartze Isusi, de 29 años, que “desde hace cinco” pasó a involucrarse más activamente en la ganadería familiar de Güeñes. Ella no había nacido cuando Idoia Zabalbeitia y su marido pusieron en marcha en 1983 Txakoli Markoleta en la Quadra, en la que los dos llevan el peso de la gestión. Ana Isabel Aguirreburualde recogió el testigo de su padre en la granja de Karrantza que levantó su abuelo. “Solo tenía hijas, vio como lo más normal que nosotras continuáramos con el negocio”, quién mejor.