Hace unas semanas, Enric Mas exponía en un reportaje de TVE su tránsito por el miedo, el bloqueo mental y el pánico que le arrancó del Tour de Francia, preso de sus temores, de su desconfianza en los descensos. El ciclista de Artá gritó auxilió para recomponerse y reconstruirse desde dentro. Con la ayuda de un psicólogo deportivo y la colaboración de Óscar Sainz, un coach que le reeducó en el arte del descenso (antes trabajó con Thibaut Pinot, que tenía pánico en las bajadas), Mas recuperó su capacidad competitiva. El episodio del mallorquín, que conecta con la salud mental, evidenció la necesidad de controlar el factor psicológico, de cuidar la mente.
Mas nunca había tenido problemas cuando encaraba un descenso. Lo hacía de modo natural. Fluido. Esa percepción, la de no pensar mientras se baja, la de no ver el riesgo inherente que existe en unos descensos locos, se fue resquebrajando. Una caída en la Tirreno-Adriático fue el inicio, aunque el mallorquín lo achacó a la gravilla que se encontró. Un elemento externo había hecho que se fuera al suelo. No se preocupó entonces Mas. Fue en la Itzulia, –ayer se dejó 11 segundos en meta tras el descenso de Arkiskil, si bien el motivo no fue el el miedo– en la flamígera etapa de cierre de la carrera, cuando el miedo comenzó a instalarse en el interior de Mas. Disparado el día, el líder del Movistar optaba al podio y si el día era bueno, quién sabe si a la victoria final.
Todo se descompuso en el descenso sinuoso y peligroso de Krabelin. Pello Bilbao, excelso bajador, tensó. Mas quiso reaccionar al reto planteado por el de Gernika. Perdió el control de su bicicleta y padeció una dura caída. Continúo adelante y llegó a la cima de Arrate con el rostro ensangrentado. En caliente dijo que “en una curva mal dada, con un poco de barro, nos hemos caído. Yo me encontraba muy bien hoy y el ataque en el Krabelin era lo previsto. Llevábamos toda la vuelta pensando en este último día, que era muy duro. Sabíamos que podíamos estar en el podio o incluso ganar la carrera pero mira: de ir muy bien en el primer paso por Arrate… a cagarla en la bajada”. En esas declaraciones cohabitaban dos afirmaciones que indicaban que el problema no era ajeno a él. Reconoció que dio mal una curva y que la había pifiado en la bajada. De algún modo, asumía que el error era suyo.
Enric Mas padeció una fea caída y las dudas y los temores se abrieron paso en su mente. “En la de Tirreno no pasaba nada. La caída del País Vasco fue más, tenía dudas”, dice en el documental. Una vez emergieron los titubeos, los pensamientos oscuros y el miedo fueron colonizando a Mas, que se fue otra vez al suelo en el Dauphiné. Cada vez tenía menos control sobre la bicicleta. Los descensos eran un calvario para él. Se le olvidó bajar. “Cada bajada era un suplicio para mí. Desde la caída del Dauphiné tenía un miedo interno”. En el Tour, implosionó por dentro. El miedo le paralizó. Bajaba cuadrado, como un trailer. Frenado, torpe, desligado de la trazada, disociado. Atenazado por el pavor. “Hautacam fue la gota que vimos todos. Era pánico en bici. Tenemos que aceptar que son deportes de riesgo, que nos podemos hacer daño. Pero es nuestro trabajo y tenemos que aceptarlo. Cuando empiezas a pensar si te caes, es complicado. Estaba en blanco”, relata Mas.
Aprender de cero
A reescribirse le ayudó su retiro en Artá. Buscó ayuda en un psicólogo deportivo, Jaume Mas, y en Óscar Sainz. “Tuve que aprender técnica básica. Fue empezar de cero, pero de cero, cero. Tenía que volver al Enric que era antes”, apunta el mallorquín sobre el proceso de regreso a su ser. “Un ciclista que se cae a menudo tiene un problema, pero si sabes flotar, algún día aprenderás a nadar. Del bache se puede salir en 4 o 6 días”, analiza Sainz, que reeducó a Mas en la técnica de descenso comenzando desde lo básico. Jaume Mas limpió la mente del ciclista. Le hizo comprender que se deben aceptar los malos momentos y tener herramientas para manejarlos. “Fue como una rehabilitación física, pero mental. Se trataba de buscar el bienestar emocional y mental”, refleja el psicólogo. El miedo es una emoción que ha contribuido a la supervivencia del ser humano, pero hay que saber gestionarlo. Aunque superado el bloqueo, Sainz entiende que alguien que ha padecido ese problema “pueda tener de nuevo baches”.