Salvo sorpresa de última hora, está todo dicho en esta campaña electoral. Los argumentos de todos los candidatos están expresados y la escenografía marca los actos finales. Esto también resulta indicativo de un determinado modo de concebir la función de cada cual en política. Un detalle significativo es que al final de campaña de todos los partidos políticos, salvo el PNV, llegan invitados VIP foráneos para dar lustre a las candidaturas. Pedro Sánchez echará hoy un último capote a Eneko Andueza, el candidato socialista que nunca ha sido más libre que en una plaza de toros, confesado por él mismo –del nivel de libertad del toro no ha dicho nada–. Alberto Núñez-Feijóo vuelve a Euskadi para que Javier De Andrés pueda seguir diciendo que aquí hay que gobernar como en las comunidades del PP. El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, acreditará que siendo de Sumar se puede tener sitio en un gobierno, además de en la pancarta, como repite su candidata Alba García. La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, acompañará a Miren Gorrotxategi por si se cumplen los sondeos y desaparece del Parlamento Vasco, como en Galicia. Ella ya sabe lo que es pasar de 100 a 0. Santiago Abascal viene de nuevo a recordar a los alaveses que votar a Vox es votarle a él.
Hasta EH Bildu, con todo el pedigrí nacional de Euskalherria que atesora, reparte y niega a los demás a conveniencia, se busca quién llene esta noche el escenario junto a Otegi y Otxandiano. Nada menos que el president catalán, Pere Aragonès, al que suponemos que aprovecharán para pedirle que retire su recurso contra la Ley estatal de Vivienda tras seguir ERCen esta materia los pasos del PNV. Y, como una campaña de la izquierda independentista sin el Sinn Fèin pierde lustre, también traen al ministro de Ecnonomía de Irlanda del Norte, Conor Murphy –no confundir con Connor Murphy, el influencer que ganó notoriedad a base de quitarse la camiseta ante las jóvenes que se cruzaba, aunque seguro que este lograría más impacto que el otro... y no te digo ya que Aragonès–.
En el otro extremo, a Imanol Pradales le respaldaron bajo el retoño del árbol de Gernika en Gasteiz dos lehendakaris: Iñigo Urkullu y Juan José Ibarretxe. Símbolos ambos de la construcción nacional del autogobierno vasco en los últimos 45 años. Es lo que tiene no depender de mandatos que se deciden fuera de Euskadi ni envidias de los juguetes ajenos. Incluso aunque sean fallidos.
Precisamente volvió a fallar Pello Otxandiano cuando intentó enmendar el patinazo de su bloqueo verbal a la hora de definir a ETA. Empezó bien, todo hay que decirlo, cuando fue preguntado por el blindaje que hizo de la imagen de la banda al evitar vincularla al terrorismo y describirla como ”organización armada”. El candidato de EHBildu merece el beneficio de que no se manipulen sus palabras y se respete su literalidad para sacar las debidas conclusiones. “Me arrepiento de haber dado esa respuesta” –dijo– y casi nos da un vuelco el corazón hasta que el conejo salió de su sombrero otra vez: “y no haber respondido diciendo que en campaña tenemos que sacar este tema fuera del contexto electoral”. Con los fuegos artificiales de EHBildu sobre la renovación de su discurso y el nuevo tiempo ya desaparramados a sus pies, confirmó que no le habíamos entendido mal y que no condenará nunca a ETA: “Es que no se trata de condenar; ETA es una trayectoria de 60 años”. Hace unas semanas era “un ciclo político”, así que su carencia no es de variedad sintáctica. Es de lo de siempre, l