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Ernesto Arias: “Al principio, me emocioné viendo otra vez la cara de los espectadores”

No es la primera vez que Ernesto Arias visita el Principal, aunque hasta ahora no le había tocado actuar en plenas fiestas de La Blanca.
“Al principio, me emocioné viendo otra vez la cara de los espectadores”
“Al principio, me emocioné viendo otra vez la cara de los espectadores”

No es la primera vez que Ernesto Arias visita el Principal, aunque hasta ahora no le había tocado actuar en plenas fiestas de La Blanca. Lo hace hoy y mañana, ambos días a las 19.30 y a las 22.00 horas, junto a Fernando Cayo, Carmen Conesa y Miriam Montilla para compartir con el público la comedia El peligro de las buenas compañías, escrita por el filósofo Javier Gomá.

Trabajar mientras el resto está de fiesta...

(Risas) Bueno, eso lo tienes asumido. De hecho, nuestros mejores días de trabajo en el teatro son los viernes y los sábados, que es cuando la gente desconecta y está de descanso. Hay que aceptar que mientras el resto se divierte, nosotros trabajos. Y no es ningún problema, todo lo contrario. De hecho, me encanta que sea así.

Pero en Vitoria no dejan de ser cuatro representaciones en menos de 48 horas, que no deja de ser un esfuerzo extra en varios sentidos.

Hacer una doble función siempre es un esfuerzo, por supuesto. De todas maneras, esta obra está ideada de una manera que facilita las cosas en este sentido. No es muy larga y es muy grata de hacer como creo que es muy grata de recibir por parte del público. Quiero decir, que no es un montaje de tres horas sin parar que te desgasta en exceso, más allá de que, por supuesto, es una producción exigente.

¿Qué se va encontrar el público que acuda a ver ‘El peligro de las buenas compañías’?

En primer lugar, se va a encontrar con una obra en la que puede sentirse reflejado en algún sentido, sobre todo en cuanto a las relaciones de pareja. Protagonizan la función dos parejas. Los cuatro están por los 50 años, más o menos. Javier Gomá, el autor, ha dedicado mucho estudio a todo el tema de la ejemplaridad. Él, en el teatro, casi se burla de sí mismo y de toda su tesis con respecto a la ejemplaridad. Por supuesto que él defiende el buen ejemplo, lo que pasa es que aquí, inventa una trama donde precisamente cuenta lo contrario. Siempre se dice que hay que escapar del mal ejemplo, pero aquí se plantea lo contrario. Si eres un ser normal, con todas tus carencias, y tienes al lado a un ejemplo del virtuosismo sin ningún tipo de tacha, siempre quedas, hagas lo que hagas, un poco mal. A partir de ahí, se desarrolla toda una trama en la que, con muchísimo humor, se indaga en esos peligros de tener al lado una buena compañía. Es una obra un poco de codazos.

¿En qué sentido?

Es algo que hemos hablado alguna vez entre nosotros. La gente que venga a ver la obra en pareja, va a estar mucho rato dando codazos a su pareja diciendo: ¡ves, ves! (risas). Es una comedia en la que la mayor parte de los espectadores se pueden ver reflejados. Todo contado con mucho humor y amabilidad. Es una comedia que divierte, que es lo que tiene que hacer, pero que también pone sobre la mesa algunos temas sobre los que estoy convencido que el público charlará después.

Sin destripar nada, pero le toca a usted dar vida a ese personaje que es ejemplar. ¿Mucho en común con Félix?

Para nada (risas). Hay un aspecto de Félix que es fundamental: es un manitas. Tristán, que es el personaje de Fernando Cayo, es su cuñado. De repente llega a casa y ve cómo Félix ha alicatado y reformado el baño él solo. Claro, Tristán es un abogado que no sabe hacer nada de eso. Además, las respectivas mujeres siempre están ensalzando las cualidades de Félix. Pero yo, cualquier cosa que tengo que hacer de bricolaje la odio (risas). Ahora bien, entiendo que Félix es buena persona. Se le puede tachar de ingenuo. Pero es una ingenuidad escogida. No es tonto, no es un pánfilo que no se da cuenta de las cosas. Él lo que pasa es que en ocasiones prefiere obviar algunas cosas para ser feliz. Eso a mí me parece un signo de inteligencia. Hay cosas en las que vale más no pensar en ellas. Elige ser feliz, como su nombre bien indica. Por eso el personaje de Fernando se llama Tristán, porque parece ser un triste.

A la obra le dan vida cuatro intérpretes de sobra conocidos con trayectorias que nos darían para varias entrevistas. ¿Cómo ha sido encontrarse en esta comedia?

Ha sido maravilloso. Con Carmen había trabajado ya en La duda, una obra que dirigió Darío Facal. Y con Miriam había estado en Veraneantes, bajo las órdenes de Miguel del Arco. De ambas propuestas hace ya tiempo y estos reencuentros siempre son algo muy agradable. En el teatro, muchas veces, te juntas en una propuesta con una serie de personas a las que después no ves en mucho tiempo porque cada uno está en otros proyectos. Pero cuando te vuelves a juntar es como si no hubiera pasado el tiempo. Es lo que me pasó con Miriam, que cuando nos volvimos a reunir después de años parecía que habíamos terminado la gira de Veraneantes un par de días antes. Con Fernando, que de alguna manera lidera el proyecto porque es el protagonista, ha tenido y tiene una disposición al trabajo estupenda. Los ensayos se han desarrollado en un ambiente excepcional. Ojalá fueran así siempre todos estos procesos de preparación. Es verdad que, en nuestro caso, todo está capitaneado por Juan Carlos Rubio, que es una persona tan maravillosa que genera un ambiente propicio. Me gustaría acordarme del nombre de quien me lo dijo, pero ahora no me viene. La cuestión es que en el proceso creativo tiene que haber rigor, humor y amor. Las tres or. Y es justo lo que se ha dado en este caso. Eso, además, se refleja en la escena, en lo que ven y disfrutan los espectadores. Por lo menos, eso espero.

¿Cómo está siendo volver a encontrarse con el público en unas condiciones de práctica normalidad?

Estábamos en Madrid, en el Reina Victoria, cuando ya salió la normativa sobre no tener que llevar la mascarilla y al principio, te reconozco, me emocioné viendo otra vez la cara de los espectadores, aunque desde el escenario solo alcances las dos o tres primeras filas. Es verdad que incluso hoy hay personas que siguen llevando la mascarilla. Es lógico. Yo mismo he ido como espectador al teatro y la he llevado en algunas ocasiones. Con la mascarilla escuchabas las risas pero no veías los rostros, el gesto. Ahora sí y es muy alentador. Además, en esta comedia, en algunos momentos, nos dirigimos al público. Se establece una relación directa y es muy de agradecer ver las caras en su plenitud, no solo las miradas. Las primeras funciones, por eso, fueron muy emocionantes. Luego se ha ido normalizando. La pandemia y el confinamiento han tenido unos efectos en la profesión que en algunos aspectos se mantienen y vamos a ver cómo evoluciona todo. Además, no es solo la pandemia lo que está afectando.

¿En qué sentido?

Está la crisis económica y la subida de precios. Nosotros estrenamos como un par de semanas después de la invasión de Ucrania. Todo eso ha generado un escenario de inestabilidad en la que percibes que la gente está muy preocupada por el dinero. Claro, no quiere ir, por ejemplo, al teatro. Parece que no, pero eso se nota. La gente está con mucha precaución. Igual demasiada. Tal vez habría que arriesgarse. O no. No lo sé. Pero sí es cierto que esto se refleja en la producción teatral. Ahora volvemos a no querer arriesgar con grandes escenografías y con demasiados intérpretes en escena. Todo tiende a hacerse pequeño, a reducirse y no sé si eso es bueno para el teatro en general. Habrá que tener paciencia y esperar que las cosas vayan cambiando poco a poco.

2022-08-07T06:41:03+02:00
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