Muchas veces cuando nos despertamos pronto para ir a trabajar, en lo primero que pensamos es en la siesta que nos vamos a echar después o en lo a gusto que vamos a descansar el fin de semana en el pueblo. Este pequeño placer terrestre de tumbarnos en el sofá, la cama o incluso en el suelo y poder dormir hasta que nuestro cuerpo diga basta es muy necesario a veces.
Y es que, ¿a quién no le ha parecido que la siesta le había teletransportado al día siguiente? Esos placeres tan mundanos son los que nos dan alegría y fuerzas para seguir con nuestras labores.
Sin embargo, dormir no solo significa ese placer, sino que también incluye factores de salud muy importantes, por no decir esenciales, que afectan de lleno a nuestro día a día. Está más que comprobado científicamente (y seguro que personalmente también lo has confirmado) que descansar menos de lo que te pide el cuerpo hace que no puedas con el trabajo, te agobie socializar y que incluso el hecho de pensar en moverte de casa te dé pereza.
Esta fatiga puede producirse por muchas causas y hoy te vamos a explicar cuál puede ser una de esas razones por las que tus horas de descanso nocturno no son tan eficientes como deberían.
Dormir con la puerta abierta o cerrada
Pasamos muchas horas al día en el dormitorio; estudiamos, jugamos, leemos, descansamos… Dependiendo de la temporada del año, podemos estar entre sus cuatro paredes mucho más tiempo del que nos gustaría y a la hora de descansar puede haber un cambio muy notable si dejamos que el aire fluya.
Según los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), si no ventilamos la habitación, la contaminación que puede llegar a acumularse en esa estancia puede ser cinco veces mayor a la que hay fuera de casa. De hecho, los valores de CO₂ por la noche son un 43% mayores que los datos obtenidos de mediciones diurnas.
En España, el límite recomendado del nivel de dióxido de carbono lo marca el Código Técnico de la Edificación (CTE), que establece una media anual de 900 ppm (parte por millón). Según unas mediciones del estudio La calidad del aire interior en viviendas, realizado por el Consejo General de Arquitectura Técnica de España (CGATE), en algunas viviendas se pueden alcanzar concentraciones de 2.500 ppm.
Lo que sí está claro, y advierte el presidente de CGATE, Alfredo Sanz, es que “dormir con la puerta cerrada puede multiplicar la concentración de CO₂ en una habitación, afectando gravemente a nuestra respiración".
Por ello, lo recomendable es dejar la puerta de la habitación abierta para dejar que se cree una pequeña corriente de aire que refresque y renueve el oxígeno interior. A su vez, estas cifras que se dan en el 84% de los hogares españoles preocupan por las consecuencias que pueden tener en nuestra salud.
Ventilación es sinónimo de salud
Como hemos mencionado, por las noches es cuando más concentración de gases nocivos tenemos a nuestro alrededor, por lo que una buena ventilación antes de dormir será la clave para disminuir notablemente esas cifras.
Por otro lado, dormir con la ventana abierta sobre todo en la época estival siempre será un acierto, ya que nos permitirá pernoctar más fresquitos y con el aire en constante movimiento.
Implementar estas prácticas que parecen una cosa menor pueden ser muy beneficiosas para nuestra salud a la hora de prevenir problemas asociados con los niveles altos de CO₂, como pueden ser una menor calidad del sueño, problemas respiratorios, dolores de cabeza, fatiga y mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Una cuestión de seguridad
Ya hemos visto que dormir con la puerta abierta hace que la estancia tenga una mejor calidad del aire; sin embargo, hay quien opina que es mejor descansar con la puerta cerrada y también dan sus razones.