La tercera corrida de la Feria del Toro (5ª función de San Fermín) se saldó sin trofeos. El aburrimiento no llegó a tedio gracias a ligereza y corto metraje: un poco menos de dos horas. La corrida de Escolar defraudó. Su nota se quedó en un supinos tirando a alto por su irreprochable presentación: toros musculados, en tipo de su estirpe y luciendo unas arboladuras de las que quitan el hipo. El primero, Cartelero, el menos ancho de sienes fue, a la postre, el que dio más posibilidades para lo artístico de los coletudos.
Unos escolares vaguetes de medias acometidas, sin rasmia ni transmisión. Además, el mal juego quedó tildado con el recuerdo cercano de las cuatro funciones del abono taurino de San Fermín, en las que se lidiaron encierros con movilidad, en especial la corrida de Fuente Ymbro del día anterior, 8 de julio. Corrida insulsa, sin genio, ni queriendo morder ni buscar las zapatillas de los toreros: ningún toro descolgó. La terna tuvo pocas opciones de lucimiento. Si tuvo en su mano poner actitud; y de eso tampoco hubo mucho que destacar. No era fácil estar bien, porque ¿que haces si no puedes ponerte a la heroica o recurrir a lidias a la antigua usanza. Las medias acometidas sosainas y con la cara alta de los escolares quitaban el espacio necesario para enhebrar ritmo y, menos, ligazón. Y si al popurrí de falta de casta y empuje sumas la destemplanza del manejos de los engaños, pues eso: nada. De la falta de temple se libró Javier Cortés. El de Getafe fue, sin duda, quien mejor estiró y alegró a los cárdenos de Valdetiétar. Muy templado Cortés. Incluso, hubiera merecido una oreja del sexto, Buenacara, si mata de un buen espadazo. Al contrario, dejó medio acero atravesado y pegó un mitin con el descabello.
Joselito Adame: "Empezar en esta plaza me deja muchas enseñanzas"
Joselito Adame debutó en Pamplona y no dijo nada en especial. Por reseñar algo bueno, el saludo capotero ante el toro de la merienda, un cuarto de nombre Posadero.
Ante el 1º, Cartelero, un toro con opciones, el mexicano se mostró muy precavido, rectificando la pierna de apoyo. Pareció que se metería más a fondo después de tres series de tanteo por la diestra. Pues no. Por lo menos estuvo hábil para despenar con tanta prontitud como travesía al animal.
A ese 4º le amagó alguna arroba de actitud. Pero de nuevo, nada. Y, peor aún: quiso buscarse la complicidad de la solanera sin argumentos y, menos, eco alguno. Sin sitio y desorientado.
De Rubén Pinar se esperaba algo destacable por ser uno de los toreros más regulares en esta plaza durante la última década. Tuvo mucha mejor puesta en escena que Adame. Y se le vio con capacidad en lo angosto de los lindes marcados por la falta de empuje y entrega de los toros madrileños. Saludó desde el tercio los únicos reconocimientos de la tarde. No estuvo fino con el temple el albaceteño. Mucho menos con el quinto, Horquiñano I, un tiazo por fuera, que por dentro, no. Javier Cortés, si estuvo templado. Y si algo se recordará de esta mala función serán unas entonadas verónicas y su buena muñeca. Utilizó bien el único plan viable para desperezar a los escolares: el temple. Y, por momento, y con mucho mérito, lo consiguió. l