Eslovenia es el único país del mundo que lleva la palabra amor (love) en su nombre. Es una frase que brota de diferentes personas relacionadas con el turismo de este pequeño y joven país (va a cumplir 33 años) por el que sus habitantes muestran un profundo orgullo. No es para menos. Si uno tiene la oportunidad de visitarlo comprobará la cantidad de atractivos naturales, paisajísticos, arquitectónicos, culturales, históricos, deportivos y gastronómicos que ofrece en un territorio de poco más de 20.000 kilómetros cuadrados, menor que la provincia de Badajoz, y que apenas supera los 2 millones de habitantes. Un tamaño ideal para recorrerlo durante una semana (de una punta a otra hay dos horas y media) con uno de los paquetes que este verano ofrece Soltour y comprobar los enormes contrastes que hay entre los Alpes y la zona costera, entre ciudades de estética centroeuropea y otras de inspiración veneciana, con el verde de sus bosques y parques y el azul de la omnipresente agua de cascadas, ríos, lagos y mar como colores dominantes.
Independiente de la extinta Yugoslavia desde 1991 tras un referéndum, se unió a la Unión Europea en 2004, adoptando tres años después el euro. Sus habitantes insisten en que no se les califique como “balcánicos”, sino centroeuropeos, ya que su historia ha estado mucho más ligada al Imperio Austrohúngaro, al que pertenecieron hasta 1919. Esa herencia centroeuropea se aprecia claramente en la arquitectura de su capital, Liubliana, una dinámica y verde urbe con edificios de inspiración vienesa y dominada por su castillo medieval.
Vuelos directos desde Pamplona y Vitoria
Soltour ofrece cuatro circuitos distintos, de 8 días y 7 noches, que incluyen avión, traslados, hoteles, excursiones, tasas turísticas y seguro básico de viaje. Se llaman Experiencias Eslovenia, Experiencias Costa Eslovena y Alpes Julianos, Eslovenia Mágica y Perlas de Eslovenia y Croacia y su precio total arranca desde 1.620 euros. El vuelo desde Pamplona sale el 8 de julio y el de Vitoria, el 15 de julio.
La Toscana eslovena
Según la dirección que se tome al abandonar Liubliana, situada en el centro del país, la experiencia va a ser totalmente distinta. Acercándose a Italia, pero lejos de la costa, uno tiene la impresión de llegar a la Toscana. La zona de Goriska Brda, eminentemente agrícola, sorprende por sus innumerables colinas verdes, muchas coronadas por campanarios. Los viñedos dominan el paisaje y propician que el vino esloveno, pese a su moderada producción en las bodegas locales, sea cada vez más apreciado y pueda encontrarse en los mejores restaurantes, de Estados Unidos a Japón, con blancos, tintos y espumosos. De ahí que haya numerosos festivales y celebraciones relacionadas con él, honrando a San Martín, que convirtió el mosto en vino, y con el expiloto de Fórmula 1 Ralf Schumacher como embajador.
Eslovenia también destaca por la producción de aceite de oliva, frutas como la cereza, el higo y la fresa, lavanda, embutidos, quesos, carnes y pescados. Todo ello con una creciente conciencia ecosostenible, que se aplica tanto a la gastronomía, con productos de cercanía y de temporada, como al turismo, que busca evitar la masificación y ofrecer alojamientos de calidad que permitan al viajero, que en un 70% es foráneo, vivir la experiencia eslovena y mezclarse con la acogedora población local, que está encantada de poder decir que son el tercer país más seguro de Europa.
Alpes Julianos y el lago de Bled
Más al norte, muy cerca de las fronteras de Italia y Austria, el paisaje cambia completamente con la imponente presencia de los Alpes Julianos, que toman el nombre por Julio César, en recuerdo de lo que fue la provincia romana de Noricum. Su cima más alta, y la de todo el país, con 2.864 metros, es el monte Triglav, tan simbólico que aparece en la bandera oficial y que, según la tradición, debe ser ascendido por todo esloveno al menos una vez en la vida.
En esas estribaciones prealpinas se puede admirar una de las postales más reconocidas (e instagrameables) de Eslovenia: el lago Bled, junto al pueblo del mismo nombre, con su castillo en lo alto de una colina (y donde hay un restaurante para poder cenar). Dentro de ese lago glaciar de 2,1 kilómetros de largo y 1 de ancho se encuentra una isla que alberga la iglesia de la Asunción, del siglo XV.
La atracción por Bled despuntó en la segunda mitad del siglo XIX, cuando aún formaba parte del Imperio Austrohúngaro y un naturópata suizo llamado Arnold Rikli instaló en el pueblo su balneario de aguas termales y tratamientos de sol y aire. La aristocracia comenzó a construir sus casas alrededor del lago y hoy en día es un enclave de turismo masivo en verano.
Menos conocido, más grande y a más altitud se encuentra el lago Bohinj, alimentado por cascadas (la de Savica merece una visita) y cuyas aguas desembocan en el mar Negro tras 2.000 kilómetros de trayecto. En su entorno en invierno se puede disfrutar del esquí y se accede al monte Vogel y a sus remontes mediante un impresionante teleférico, que salva casi 1.000 metros de desnivel en apenas 4 minutos (llega hasta los 1.600 metros de altitud) ofreciendo en el trayecto unas impresionantes vistas del lago y de los Alpes, con el aliciente de encontrar bares y restaurantes a la llegada a la cima.
Cuevas y castillos
Sin abandonar el noroeste, zona perfecta para los amantes de los deportes de aventura y naturaleza (senderismo, montañismo, escalada, esquí, bicicleta, kayak, espeleología…), merece la pena visitar Postojna, que alberga la cueva turística más grande de Europa, de la que se conocen 24 kilómetros y se recorren 5. Es una de las 15.000 cuevas que se han descubierto en el país (se encuentran unas 200 cada año), de las que sólo 20 están abiertas al público y esta de Postojna, que se descubrió en 1818 y se abrió en 1819, atrae a 700.000 visitantes al año. Se originó hace unos 3 millones de años, el tiempo que el río Pivka ha ido excavando sus galerías en tres niveles. El más profundo, por el que discurre el río, se encuentra a 150 metros de profundidad, y en todos ellos las enormes estalactitas y estalagmitas impresionan con sus fascinantes formas y empequeñecen a cualquiera al saber que apenas crecen un centímetro cada 100 años.
A escasos kilómetros de Postojna se encuentra el castillo de Predjama, récord Guinness al ser el más grande del mundo construido frente a la entrada de una cueva y un ejemplo más de la magia kárstica. Excavado en una pared de piedra hace 800 años, fue la casa de Erasmo, el Robin Hood esloveno, que salía a robar por las galerías de la cueva, que tiene cuatro pisos. Un castillo que ha aparecido en películas y que puede visitarse, al igual que parte de las cuevas que están por debajo.
Herencia veneciana
Es momento de volver a cambiar radicalmente de paisaje y viajar hacia el sureste, a los poco más de 46 kilómetros de costa de que dispone el país entre Italia y Croacia, constituyendo entre los tres países la región de Istria.
Allí las poblaciones situadas en el litoral no pueden negar su herencia veneciana (pertenecieron al Reino de Italia entre las dos Guerras Mundiales) e incluso en sus instituciones ondea también la bandera italiana como gesto hacia sus hablantes. Entre ellas destaca Koper, que cuenta con el único puerto comercial del país y que, pese a estar muy cerca del italiano de Trieste, su ubicación estratégica lo convierte en la vía de entrada mas rápida hacia Chequia, Eslovaquia, Austria o Hungría, con lo que ello supone para la desarrollada industria eslovena. Koper fue una isla que dejó de serlo al ganarle terreno al mar y cuenta con la catedral más grande del país, en la que destaca su enorme órgano.
Pero la población más turística de la costa es Piran, ciudad que convirtió una zona inundada por el mar en la gigantesca plaza Giuseppe Tartini, en honor al compositor barroco, y en la que también destaca la Plaza Vieja, además de la torre de su campanario, que es una réplica de la de San Marcos de Venecia, y los restos de la muralla. Muy cerca, y perteneciente a Piran, se encuentra Portoroz, que se hizo famosa por sus casinos y cuenta con una gran infraestructura hotelera.
Son ciudades costeras con salinas que aún funcionan pero sin playas de arena, aunque con espacios habilitados para poder darse chapuzones, sobre todo en verano, para rematar un viaje inolvidable.
SUGERENCIAS
- Gastronomía en Goriska Brda. El restaurante Marica, en Smartno, es un buen ejemplo de lo que pretenden ofrecer la región y el país: productos de proximidad, de temporada y sostenibles. Embutidos y quesos deliciosos, carnes, frutas y verduras, los mejores vinos... un placer para el paladar entre viñedos.
- Música y champán en la cueva más grande de Europa. Las visitas guiadas a la cueva de Postojna recorren 5 de los 24 kilómetros, 3,5 de ellos en tren eléctrico y el resto a pie. Los 10 grados y el 90% de humedad constantes a lo largo del año hacen necesaria una chaqueta. La posibilidad de terminar la visita saboreando una copa de champán mientras un saxofonista muestra la increíble acústica natural de una sala apta para conciertos bien merece la pena.
- Un deseo en la isla de Bled. Se accede a la isla en mitad del lago en una góndola (pletna) que te lleva hacia los 99 escalones que suben a la iglesia, en cuyo interior hay una campana que hay que hacer sonar en un máximo de tres intentos para que se te cumpla un deseo.
- Cata de aceite y ruta en furgonetas vintage. Lisjak (en Koper) es un negocio familiar con aceite de oliva de curiosos sabores y aromas, cosmética, piezas de madera y un glamping con piscina. Además, ofrece rutas por sus olivares con sus furgonetas vintage restauradas.
- Piscifactoría en barco. En el Adriático, una excursión en barco a la piscifactoría Fonda muestra el esmero con el que crían las lubinas y doradas, a las que han ofrecido un hábitat natural y sostenible que se plasma en la sabrosa degustación final y en You(r)sea, su ONG para crear un santuario a animales marinos.
La capital, Liubliana
- Pequeña y centroeuropea. Con 280.000 habitantes y situada a 298 metros de altitud, es una ciudad manejable y con una arquitectura de marcada influencia austriaca.
- Parques y agua. Cuenta con numerosas zonas verdes, como el parque Tivoli, y está rodeada de áreas naturales protegidas. El río Ljublianica, canalizado, la recorre y ofrece imágenes de postal.
- Los tres puentes. El llamado Puente Triple son tres puentes peatonales que cruzan el río y enlazan la zona histórica con la moderna.
- Peatonal y comercial. Desde hace 20 años el centro de la ciudad se encuentra peatonalizado y las terrazas se multiplican, especialmente alrededor del río.
- El dragón como símbolo. Aparece en la torre del castillo, en el escudo de armas y en un puente.
- Origen romano. Liubliana fue fundada por los romanos en el siglo I antes de Cristo con el nombre de Emona, pero fue destruida en 452 por los hunos con Atila al mando.
El castillo medieval
- Subida en funicular. Para que no haya excusas para llegar a la colina, existe un funicular que lleva hasta el castillo. Las vistas desde la torre panorámica son impresionantes.
- Máquina del tiempo. Es posible disfrutar de una visita especial al castillo medieval en la que unos actores realizan representaciones reviviendo sus diferentes épocas históricas. Se puede contemplar en inglés, pero hay audioguías en castellano.
Restauración
- La mejor chef del mundo. En el centro de la ciudad emerge el restaurante JAZ, de la afamada Ana Ros, galardonada como la mejor chef del mundo en 2017 y que cuenta con tres estrellas Michelin en su local Hisa Franko, situado en Kobarid, muy cercano a Italia. En el moderno y urbano JAZ se puede disfrutar de la esencia culinaria de Ros, pero con platos más sencillos y menos conceptuales: para todos.