Cualquiera que haya visto el partido no hubiera podido creer que el Espanyol pescara un punto en su intento a la desesperada del final. La Real, que ha llegado a ir ganando por 0-3 camino del mismo 0-5 que le hubiera permitido homenajear a lo grande el aniversario de los siete años del primer gol de Oyarzabal, propinó una soberana paliza a los pericos que aguantaron de pie como pudieron conscientes de su manifiesta inferioridad. Pero el éxito siempre tiene peligro. Cuando te ves muy guapo en el espejo, te gustas, y pierdes la humildad, algo que jamás perdonaría Imanol, puedes llevarte un susto morrocotudo como el que se han llevado los blanquiazules. Con los cambios perdieron fortaleza y competitividad, dejaron de mirar la portería contraria y perdieron demasiados balones intentando acciones un poco frívolas. El fútbol no suele perdonar este tipo de excesos. Pero claro, para hacerle tres goles a esta Real tienes que tener una muy buena noche, algo que no se correspondía con la realidad de los espanyolistas que se vieron incapaces de equilibrar una contienda desnivelada por la impresionante calidad de sus visitantes. Como bloque y en lo individual. Por eso es el flamante tercero de la clasificación.
El susto final se convirtió en unas ramas que no nos permiten ver el auténtico esplendor del bosque. La Real protagonizó otra actuación excelsa en Cornellá. En una semana complicada, en la que se ha hecho larga hasta la espera para volver a jugar, los blanquiazules disiparon cualquier amenaza de duda que pudiera repercutir en su rendimiento. Plenamente conscientes de que lo bien que lo están haciendo no es flor de un día sino un proyecto que mejora progresivamente desde hace cuatro años, los donostiarras merecieron endosar una goleada que les hubiese permitido vivir unos minutos finales tranquilos y no con el estrés con el que acabaron. Tanto ellos como su afición. Eso sí, con la ventaja reducida a un solo tanto, levantaron un muro de hormigón y sus jugadores acreditaron una madurez de plenas garantías para no regalar puntos.
Imanol no arriesgó y solo introdujo un cambio respecto al equipo que perdió ante el Valladolid, con la entrada de Oyarzabal por Robert Navarro. Eso significaba que Barrenetxea continuaba en el lateral derecho a pesar de que la prueba no funcionó demasiado bien en el duelo frente a los de Pacheta. Sola, Merino y Guevara se sentaron en el banquillo a la espera de su oportunidad, en una decisión comprensible. Los tres salen de lesiones musculares con el consiguiente peligro de recaída en una fase de la temporada en la que cada baja puede pagarse cara. El propio técnico declaró que todavía no están “en el punto físico”. Mejor prevenir que lamentar, un dicho que muchas veces no tiene cabida en la exigencia del fútbol profesional. Este sábado contra el Celta (14:00 horas), en una cita en la que la victoria será un objetivo ineludible, seguro que el trío optará a entrar de inicio.
En el Espanyol, que no contaba con su máximo goleador Joselu, Diego Martínez introdujo dos cambios obligados respecto al conjunto que empató ante Osasuna también en casa. Se han caído Pierre Gabriel, sancionado, y Montes, lesionado, y han entrado Óscar Gil y Vinicius, lo que ha motivado que Calero retrasara su posición al eje de la zaga. Partido de lunes en el mes de febrero y ambiente desangelado en la grada. La enésima consecuencia de primar el negocio por encima del aficionado. Una pena.
A la Real le costo unos minutos entrar en el partido, pero cuando lo hizo su dominio fue abrumador. Hasta el punto de que su ventaja por la mínima en el descanso dejó un mal sabor de boca porque su superioridad fue aplastante durante muchos minutos. Con más del 60% de posesión, los de Imanol sometieron a un desarbolado Espanyol que resistió el chaparrón como pudo.
Y eso que el encuentro arrancó con un buen susto en un centro preciso de Darder que Calero cabeceó desde cerca para que Remiro salvase el tanto con una parada de mérito. Los locales se las prometían muy felices hasta que a los nueve minutos Oyarzabal lanzó un obús que dibujó una especie de folha seca, lo que provocó que Álvaro Fernández la detuviera con muchos problemas en dos tiempos. Siempre han dicho que tiene un golpeo impresionante el eibartarra, pero lo cierto es que en siete años han sido muy pocas las veces que han ensayado el disparo con todo.
A partir de ese momento la sinfonía txuri-urdin comenzó a sonar a música celestial en Cornellá. Un fútbol champagne al alcance de muy pocos en esta Liga y de ninguno con tantas bajas importantes, lo que habla muy bien de la labor del entrenador. Un equipo de autor. Con un Illarramendi espectacular, apareciendo por todos lados y demostrando que tiene cuerda para rato. Muchas veces lo olvidamos, pero sigue siendo el capitán y así le consideran en el vestuario. Se lo merece. La otra noticia ilusionante es que Oyarzabal comienza a engrasar su cuerpo y es una mera cuestión de tiempo que regrese el futbolista de talla internacional que marca las diferencias. Si a eso le sumas la regularidad y la garantía de los centrales, el clinic habitual de cómo jugar de mediocentro de Zubimendi y la enésima exhibición de Kubo, cuya movilidad y explosividad, son armas de destrucción masiva, el resultado en un rodillo imparable.
A los doce minutos, Brais, que sigue sosete, no encontró palos con una rosca desde el vértice del área y poco después el japonés hizo su primera aparición en los aledaños de Álvaro con un recorte y un disparo al lateral de la red. Fue la antesala de gol. Zubeldia, que tiene tanta confianza que ni siente el esguince de tobillo que arrastra, cambió de banda en carrera, Oyarzabal la bajó y proyectó en largo a Illarra (sí, han leído bien, a Illarra) y el centro de este lo cazó Kubo quien, tras controlar con el pecho, enganchó un chut a lo samurai con el balón muy alto que sorprendió a Álvaro. Es cierto que pudo hacer más, pero también lo es que el remate lo ejecuta en el momento más inesperado. Sorloth a centro de Rico, Brais en un servicio de Zubimendi y el propio noruego que no encañonó bien su disparo pudieron anotar el segundo tanto antes del entreacto.
En la reanudación, no tardó en llegar el segundo en una acción escalonada entre Rico, Zubimendi, Illarra y Oyarzabal, que puso un centro medido para que anotara Sorloth. Una vez más fue Kubo quien demostró tener un apetito voraz e insaciable y, mientras sus compañeros iban perdiendo mordiente, insistió con su asedio hasta encontrar el tercer tanto en un centro que Cabrera desvió a su propia portería confundiendo a Álvaro Fernández.
Impresionante el despliegue de la Real, sobre todo en la presión y jugando en campo rival. Un ejército a las órdenes de Imanol, que carbura al unísono y que es capaz de empequeñecer a rivales de mucho más nivel del que acreditan cuando tienen enfrente a la bestia txuri-urdin. El caso es que, sin hacer nada del otro mundo, el Espanyol ratificó que cuenta con mucho más potencial del que había podido demostrar e hizo dos goles que pusieron el partido al rojo vivo. Darder anotó el primero al aprovechar una parada de altos vuelos de Remiro a cabezazo de Puado y Oliván firmó el segundo en la mejor acción de los locales en todo el encuentro. Era el minuto 86 y la Real se vio obligada a hacer un esfuerzo para reengancharse de nuevo al duelo y aguantar sin ningún susto real porque no llegaron a pisar su área para empatar.
Bajo la presión de sus rivales directos, que esta vez sí habían sumado, y en el siempre desagradable y gélido lunes, la conjunto txuri-urdin volvió a desplegar las alas con todo su esplendor para recordar a los agoreros y a los que desconfían de su fiabilidad que el tercero en la clasificación es un auténtico equipazo y probablemente el mayor referente del buen gusto y el mejor fútbol del campeonato. Otro lunes feliz en la Real.