La Liga 2018-19 alcanzó su última jornada inmersa en un rompecabezas, dentro de la lucha por los puestos de acceso a la Europa League. Después de 37 partidos, el Sevilla era sexto (billete directo) con 56 puntos. Aún podía alcanzarle el séptimo, el Athletic, que sumaba 53 y se había impuesto en la primera vuelta en San Mamés (2-0), cerrándose el campeonato con un duelo entre ambos en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Todo apuntaba a un empate en dicho encuentro, ya que así los hispalenses se aseguraban la clasificación para la liguilla continental y los vizcainos, aún a costa de tener que jugar las previas veraniegas, evitaban ser rebasados por Espanyol y Real Sociedad (protagonistas este lunes de un nuevo encuentro liguero). Pericos y txuri-urdin, los dos con 50 puntos y los averages ganados respecto al propio Athletic, debían medirse en Cornellà a la espera de que sonara la flauta: quien ganara, tenía que esperar a una victoria local en tierras andaluzas...
Derrota guipuzcoana
Y ese resultado se produjo. El Sevilla ganó al Athletic (2-0) con goles de Ben Yedder (minuto 44) y Munir (92), dejando a los entonces dirigidos por Gaizka Garitano pendientes del otro partido clave de la jornada. En tierras catalanas, la Real de Imanol, quien había relevado a Asier Garitano cinco meses antes, pudo adelantarse en el arranque de la segunda parte, pero Willian José desperdició, solo ante Diego López, una gran acción previa de Barrenetxea. A continuación, las dianas de Rosales y Wu Lei propiciaron que la carambola tuviera signo perico y que la fiesta se desatara en Cornellà-El Prat. No han pasado ni cuatro años desde aquello y las realidades de ambos proyectos, el txuri-urdin y el del Espanyol, resultan ahora completamente distintas.
Decadencia perica
El entrenador que festejó aquel éxito en el banquillo local, Rubi, decidió marcharse del club aquel mismo verano para fichar por el Betis. Y a partir de ahí la sucesión de acontecimientos terminó con el cuadro perico en Segunda División. David Gallego (era el técnico del filial), Pablo Machín, Abelardo y Rufete dirigieron al equipo durante una campaña para olvidar, saldada con descenso y con una participación europea que la afición apenas pudo disfrutar. Los tres previas estivales ante Stjarnan (Islandia), Lucerna (Suiza) y Zorya Luhansk (Ucrania) condicionaron gran parte de la campaña. La fase de grupos con Ferencvaros (Hungría), CSKA Moscú (Rusia) y Ludogorets (Bulgaria) tampoco resultó del todo atractiva. Y cuando se celebraron los fallidos dieciseisavos de final ante el Wolverhampton inglés, la situación liguera era ya lo suficientemente grave como para no poner en Europa toda la carne en el asador.
Regreso a Primera
Con Vicente Moreno como nuevo técnico, el equipo ascendió a las primeras de cambio. Y en el pasado curso salvó la categoría con más pena que gloria, ofreciendo la sensación de que contaba con plantilla para aspirar a cotas más altas. Este pasado verano, mientras, a Diego Martínez (había pasado un año sabático tras dejar el Granada) le entregaron las llaves de un proyecto que evidencia una lenta y constante mejoría, pero que tampoco termina de arrancar si nos ceñimos a los resultados. El Espanyol saltará este lunes al terreno de juego con 21 puntos, solo uno por encima del Valencia (18º) y, en definitiva, desde un estatus bastante desequilibrado respecto a la Real. En aquel encuentro de mayo de 2019, ambos proyectos se miraban a la cara el uno al otro. Las evoluciones de ambos, sin embargo, no han tenido nada que ver.
Estabilidad txuri-urdin
Integraron el once txuri-urdin en el famoso partido los siguientes jugadores: Rulli; Aritz, Llorente, Moreno,Aihen; Zubeldia, Merino, Pardo; Barrenetxea, Willian José y Oyarzabal. También jugaron Illarra, Juanmi y Januzaj. De aquellos catorce futbolistas, la mitad, siete, continúan en el club. De los que utilizó el Espanyol, mientras, solo aguantan Darder, Pedrosa y Puado. La mayor estabilidad realista, sumada al buen trabajo con la cantera y en el mercado, ha llevado al club guipuzcoano a su situación actual.